martes, 31 de mayo de 2011

Dos artículos de opinión

Reprenc l’activitat al blog polític amb dos interessats articles d’opinió el primer ‘Marea negra’ del historiador Josep Fontana i el segon ‘El pulso del poder económico al poder político’ de Joaquín Estefanía que es el director del Informe sobre la democracia en España, de la Fundación Alternativas.

Marea negra

JOSEP FONTANA - PÚBLICO - 31 may 2011

Hace mucho tiempo que he dejado de creer en la racionalidad de la especie humana. Me resisto a considerar como racionales a quienes entregan su vida en un atentado suicida con la esperanza de gozar de otra vida mejor en un paraíso. Ni a los que amargan su existencia sujetándola a los preceptos irracionales de sus iglesias, con la esperanza de que estos sacrificios les serán compensados en otro paraíso. ¿O acaso en el mismo? ¿Van al mismo lugar los cristianos reprimidos por el oscurantismo clerical y los terroristas suicidas musulmanes? ¿O acaso hay más de un paraíso? Y si es así, ¿qué ventajas e inconvenientes tiene cada uno de ellos? Son puntos que convendría aclarar y sobre los cuales, a falta de las informaciones de alguien que haya regresado de ellos, seguimos en la incertidumbre.

De momento, los californianos que esperaban hace pocos días que viniese el propio Jesucristo a aclarárselo se han visto frustrados, y siguen esperando, como algunos millones más de norteamericanos piadosos, que el Mesías venga a abducirlos para contemplar desde arriba cómo los demás nos debatimos en medio de los horrores del fin del mundo. A los impíos, en cambio, no nos queda más que tratar de hacer el mejor uso posible de nuestra única vida, tras la cual tendremos “una noche perpetua para dormir”.

Los socialistas se lo tienen merecido, pero es terrible que la solución sea entregar el país a los posfranquistas

No es menos irracional, sin embargo, la conducta de los votantes que eligen a políticos que van a gobernar contra sus intereses. La marea negra que acaba de entregar más de media España a una derecha cerril, heredera del franquismo que costó 40 años desalojar del poder, es una buena muestra de lo que digo. Admito el derecho de los votantes a descabalgar a los socialistas de sus puestos de mando, donde habían cometido todo género de errores y abusos; merecido lo tienen. Pero que la solución sea entregar el país a los posfranquistas me parece terrible. Nunca hubiera imaginado, por ejemplo, que fuesen tantos los extremeños que han olvidado que sus abuelos fueron oprimidos y explotados –y muchos de ellos asesinados– por esas derechas a las que ahora votan.

Mi viejo maestro don Ramón Carande me decía en una carta de julio de 1970 que lo que necesitábamos era crear “muchos miles de escuelas y maestros”, porque “únicamente cuando lleguen a discurrir los españoles, discurriendo harán que se conmuevan las estructuras más reacias, y barrerán a las que ya están putrefactas”. Está claro que no hemos conseguido enseñarles a discurrir, y que no hemos sido capaces, por ello, de barrer entre todos la herencia putrefacta del franquismo.

Quisiera aclarar, sin embargo, que al calificar a esta derecha de contraria al interés de la mayoría no me baso en el hecho de que entre sus elegidos haya un amplio repertorio de corruptos, algunos imputados por los jueces. Desde que Gibbon dijera que “la corrupción es el síntoma más infalible de la libertad constitucional” nos hemos acostumbrado a aceptar su presencia en la política como algo normal. Personalmente he de reconocer que he conocido a algunos políticos honrados, pero no estoy seguro de que fuesen mayoría.

Es preocupante lo que puede suceder en el futuro si esta derecha llega a adueñarse del aparato del Estado

Lo que resulta más preocupante para el conjunto de los ciudadanos es lo que puede suceder en el futuro, si esta derecha llega, como todo parece anunciar, a adueñarse del aparato del Estado. Algo que ansía hasta tal punto que no dudo de que va a intentar conseguirlo acelerando el hundimiento de nuestro crédito público por el procedimiento de sacar a la luz todo tipo de posibles corruptelas en las haciendas municipales y autonómicas que han caído ahora en sus manos –ellos que suelen ser tan tolerantes con las que cometen los suyos–, con el fin de organizar un escándalo que acabe de hundir la valoración de la deuda española y haga inviable la continuidad del Gobierno actual.

Tras lo cual vendrán a rescatarnos de la quiebra, dispuestos a seguir al pie de la letra las exigencias del “consenso de Berlín”, que es quien dicta ahora las reglas que nos afectan más directamente, recortando nuestros salarios, nuestras pensiones y nuestros derechos sociales (la señora Merkel ya ha comenzado a avisarnos de que tenemos demasiados días de vacaciones). A lo cual se añadirá, naturalmente, la disminución de las cargas fiscales de las grandes empresas, aunque esté más que demostrado que este es un camino que sólo sirve para aumentar los beneficios de estas, pero no sus inversiones ni, en consecuencia, los puestos de trabajo, que podrían crearse, en cambio, con una mayor inversión pública, basada en una presión fiscal más equitativa.

Con lo cual van a acentuar nuestra crisis y nuestra miseria, incapaces de seguir el consejo que Mark Weisbrot nos daba en The Guardian el 29 de enero de este año: “España debería oponerse a aceptar las políticas que prolonguen su crisis y le impidan reducir el paro”. Por ahora nuestra “izquierda realmente existente” ha sido incapaz de hacerlo; pero lo que nos espera a manos de sus previsibles sucesores es mucho peor.
Resulta triste tener que decirles a los jóvenes indignados que se manifiestan en nuestras plazas que no van a conseguir nada, entre otras razones porque sus padres se han encargado de votar a quienes no sólo hacen mofa de sus protestas, sino que han empezado ya a advertirles de lo que les espera con los primeros desalojos policiales.

Va a haber que trabajar mucho, y con mucha seriedad, para librarnos de la marea negra que nos invade.


El pulso del poder económico al poder político

La percepción de la mayoría ha sido la de un Zapatero sometido al 'diktat' de los mercados y de sus socios europeos. También la de que puede defender con la misma vehemencia unas medidas que las contrarias

JOAQUÍN ESTEFANÍA - EL PAÏS - 30/05/2011

Quién tiene más poder, el Gobierno o los bancos?: Los bancos, responden mayoritariamente los ciudadanos. Y sin embargo, los mismos que opinan que la responsabilidad de lo malo que les sucede está en el poder económico castigan al poder político cuando votan. Esto es lo que les ha sucedido a los socialistas en las pasadas elecciones municipales y autonómicas: han sido golpeados por su gestión de la crisis económica.

Los dos principales cambios que se han producido en la política española en los últimos meses, antes del resultado de los comicios del 22-M, han sido la emergencia, con carácter general y con una fuerza inusitada, de un nuevo poder fáctico denominado ampliamente "los mercados" (que explica, en parte, el movimiento de los indignados) y la falta de credibilidad del presidente del Gobierno, hiciese lo que hiciese o dijera lo que dijera.

La potencialidad de ese ente abstracto denominado "mercados" como actor principal de la vida pública, se manifiesta en la medición de la calidad de la democracia que todos los años hace un grupo de expertos para el Informe sobre la democracia en España (IDE), de la Fundación Alternativas. En esa medición se analiza hasta qué punto las instituciones democráticas y los sectores políticos responden a los ideales de la democracia representativa, siguiendo dos principios básicos: el control ciudadano sobre los políticos y las decisiones políticas, y la igualdad en el acceso a la esfera política de todos los ciudadanos para ejercer ese control.

Pues bien, en la correspondiente al último año se multiplica el desgaste para la democracia española de la incapacidad del Ejecutivo para poder sacar adelante sus políticas sin la interferencia de los poderes económicos y las instituciones internacionales. En parte como consecuencia de ello, la confianza de los ciudadanos en los principales actores políticos, Gobierno y oposición, nunca ha sido tan baja como hasta ahora: este es el primer año en el que la clase política, según los barómetros del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), ocupa uno de los tres primeros problemas de los españoles.

La ausencia de credibilidad de ZP ha venido determinada por el tardío reconocimiento de los problemas económicos (siempre ha ido por detrás de las dificultades) y por las medidas contradictorias -contradictorias al menos para la mayoría de los ciudadanos, ya que la Gran Recesión ha tenido desde su comienzo distintas caras que exigían medidas reactivas de distinta naturaleza en cada coyuntura- adoptadas para paliar sus peores efectos.

ZP ha tenido una virtud que ha devenido en su peor defecto: defender con la misma vehemencia unas medidas (por ejemplo, la necesidad de planes de estímulo keynesiano para cortar la sangría del desempleo en los peores momentos, que suponían un incremento de la inversión y del gasto público, aunque generaban un déficit de dos dígitos) que las contrarias (la estabilización fiscal, la eliminación de ayudas a las familias y a los parados de larga duración, la congelación de las pensiones, la reducción del sueldo de los funcionarios...) en la fase de la crisis en la que el problema principal eran los ataques contra la deuda soberana.

¿Cuál es el verdadero Zapatero, el primero o el último? ¿Qué representa mejor sus convicciones, la reforma laboral aprobada por decreto que provocó una huelga general, o aquellas declaraciones en las que aseguraba que no se aprobaría ninguna de las reformas estructurales pendientes sin un acuerdo de los agentes sociales?

La percepción mayoritaria ha sido la de un Zapatero bipolar en materia económica y, sobre todo, sometido -una vez que no pudo mantener por más tiempo la dirección de su política económica- a los intereses de sus socios europeos y al diktat de los mercados.

El desiderátum de ello fue el 9 de mayo de 2010 en Bruselas, cuando los miembros del Eurogrupo obligan a España a dar un giro copernicano a su política económica en el sentido de un ajuste muy duro y drásticos recortes, para limitar, en un periodo muy corto de tiempo, sus niveles de déficit público.

Zapatero, que apenas unos días antes había recibido al líder de la oposición, Mariano Rajoy, y le había comentado que "reducción del déficit sí, pero a cámara lenta", no tiene más remedio que cambiar su política económica y aplicar con extrema urgencia la cirugía agresiva que le habían exigido en Bruselas. Toma las primeras medidas de choque que asombrarán a los ciudadanos, sobre todo por no estar preparados para ellas y sin que el grado de explicación de las mismas fuese suficiente, como se ha visto posteriormente.

Al primar la gestión de la crisis, se debilitó el sustrato ideológico del proyecto socialista

A partir de ese momento, la gestión de la crisis económica monopolizó la agenda política. Ello complicó la acción de los socialistas de un doble modo.

En primer lugar, una cierta esquizofrenia, ya que tenían que responder al tiempo de las urgencias de los mercados, que exigían otra política económica y unas reformas pendientes (algunas muy impopulares), y a la necesaria negociación con los actores políticos, económicos y sociales dado que no disponían de mayoría absoluta, y que les demandaban a veces soluciones antagónicas a las de los mercados.

En segundo lugar, al primar la gestión de la crisis económica sobre cualquier otro aspecto se debilitó el sustrato ideológico de su proyecto, basado en la ampliación de los derechos civiles, las mejoras sociales y, en definitiva, la extensión del concepto de ciudadanía.

La política del PP ha sido la de "esperar y ver" y la ausencia de alternativa programática

Con los resultados de las pasadas elecciones, el PP ha dejado de ser solo el principal partido de la oposición. Hay pocos que duden de que será quien encabece el Ejecutivo tras los próximos comicios. Es sorprendente que en estas condiciones no haga una exhibición de la fortaleza de la economía española, pues ello va en contra de sus propios intereses como partido de Gobierno. Durante el tiempo en que las dificultades de la deuda han sido más intensas, el PP ha practicado una negativa sistemática a apoyar la política económica. Esta acción del "no" ha venido acompañada de una ausencia de alternativa programática.

El mayor ejemplo de esta oposición sin alternativa tuvo lugar en el Congreso, después de la jornada europea citada, en la que el Gobierno hubo de cambiar su política económica hacia posiciones teóricamente muy cercanas a las que defendían de modo genérico los conservadores. El PP votó "no" al paquete de medidas de austeridad, aprobándose dicho paquete por un solo voto y a merced de las alianzas de geometría variable practicada por los socialistas.

Es legítimo preguntarse qué hubiese sucedido con la economía española si el Gobierno hubiera perdido la votación parlamentaria. Ese ejercicio de irresponsabilidad ocurrió en Portugal meses después, cuando la oposición de derechas no sostuvo las medidas de austeridad presentadas por el primer ministro socialista, con el resultado conocido: la deuda subió tanto que Portugal renunció a pagarla sin la intervención de Bruselas y el FMI. A cambio de esos apoyos el plan de ajuste portugués será más duro que el rechazado en el Parlamento, y tendrá el marchamo de las organizaciones internacionales y no de los representantes nacionales elegidos por los ciudadanos.

De la estrategia de la crispación (que la derecha saca a pasear en temas relacionados con el terrorismo o la estructura territorial del Estado) el PP ha pasado a otra etapa de "esperar y ver", dejando que el Gobierno se abrase en la impopular gestión de la crisis económica. Ya lo han conseguido. ¿Y ahora qué?

martes, 10 de mayo de 2011

El País celebra sus 35 años, ¡enhorabuena a todos!

El passat dia 4 de maig, coincidint amb el 35 aniversari d'EL PAÍS, el meu diari de referència, es lliuren els XXVIII Premis Ortega y Gasset de Periodisme. Una ressenya del que va passar allà i es va dir, si que és interessant de recordar:

Periodismo contra el abuso del poder


EL PAÍS celebra por todo lo alto sus 35 años con un homenaje a los valores de la Transición - Zapatero y Rajoy coinciden en el acto de entrega de los premios

R. GARCÍA / R. G. GÓMEZ - EL PAÍS - 05/05/2011

El de ayer fue un día muy especial para EL PAÍS. El periódico que miles de españoles anhelaban cuando salió a la calle cumplió 35 años. No fue un aniversario más. También ayer se conmemoraron los valores de la Transición, el acontecimiento político clave en la reciente historia de España. Fue durante la gran fiesta del periodismo en español, la que cada año reúne a los mejores profesionales de ambos lados del Atlántico. La ceremonia de entrega de los Premios Ortega y Gasset que convoca EL PAÍS se convirtió en una reivindicación del periodismo independiente, valiente y comprometido y también de la solidaridad que se vivió en España en aquellos años tan complicados.

El ejemplo claro fue la presencia en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y el líder del Partido Popular, Mariano Rajoy, a los que acompañaron ministros y dirigentes populares. Tampoco faltó un gran protagonista de la Transición, Santiago Carrillo. El presidente de EL PAÍS y primer director del diario, Juan Luis Cebrián, fue recibiendo a los invitados, acompañado por el presidente del Grupo Prisa, Ignacio Polanco.

El ambiente fue de celebración. Los políticos se mezclaban con los editores, los empresarios saludaban a escritores y cantantes, todos festejando la libertad de prensa y la democracia. El acto fue presentado por el periodista Iñaki Gabilondo, al que siguieron unas palabras del director de EL PAÍS, Javier Moreno, quien resaltó la valentía del oficio de periodista y advirtió de los riesgos que aún acechan a la democracia en nuestro país. "La calidad de la democracia resulta un indicador de extrema importancia, cuyo deterioro en España de un tiempo a acá resulta innegable", dijo Moreno, para quien los periódicos deben sustentar "el libre debate de las ideas en libertad y proporcionar la información veraz y precisa que los ciudadanos necesitan para este ejercicio".

Buen ejemplo de todo son los premiados en esta XXVIII edición de los galardones: tres periodistas latinoamericanos y uno español que han demostrado que el oficio de contar las cosas es un compromiso solidario, aunque a veces se haga en condiciones difíciles y peligrosas. Este año se ha reconocido la valentía del nicaragüense Octavio Enríquez por su investigación sobre el enriquecimiento encubierto del exministro Tomás Borge publicado en La Prensa; el relato en el diario digital El Faro de un país desgarrado por la violencia del salvadoreño Carlos Martínez d'Abuisson, así como la imagen de la desolación de Puerto Príncipe tras el terremoto que arrasó Haití en 2010 tomada por el fotógrafo de EL PAÍS Cristóbal Manuel. También se ha distinguido la trayectoria del pensador Moisés Naím, caracterizada por su independencia, solidez y capacidad de análisis.

Juan Luis Cebrián quiso hacer un repaso sentimental e histórico de EL PAÍS, y recordar a José Ortega Spottorno y Jesús de Polanco. No olvidó el esfuerzo colectivo de periodistas, trabajadores, lectores y accionistas. "EL PAÍS contribuyó poderosamente como ningún otro diario al proceso de transición a la democracia. Sus logros y fracasos constituyen nuestras propias raíces", aseguró Cebrián, que resaltó que el periódico se ha convertido en un icono en todo el mundo. Aprovechó el acto para renovar el compromiso del periódico con "la misión crítica y solidaria", alertó sobre la pérdida del espíritu solidario que los españoles de "toda ideología y condición social" demostraron en los años de la Transición para conseguir un país más justo y libre y volvió a abanderar el papel de la prensa. "Contra todo abuso de poder. Contra toda ignorancia", finalizó.

El acto tuvo un cierre de lujo. El premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa evocó la prensa como uno de los pilares centrales de la cultura democrática: "Nada refleja mejor la pérdida de libertad de un país que una prensa monocorde que repite como una correa de transmisión las consignas del poder".

Contra el abuso de poder, contra la ignorancia

Discurso del presidente de EL PAÍS en la entrega de los premios Ortega y Gasset

JUAN LUIS CEBRIÁN 04/05/2011

Señor presidente del Gobierno, señor jefe de la oposición, autoridades, amigos y amigas, lectores todos de EL PAÍS. En primer lugar, gracias, muchas gracias a todos por acudir a esta convocatoria que hacemos desde años atrás, décadas ya, para rendir homenaje a la libertad de expresión y al buen periodismo. Un acto que hoy coincide, felizmente, con la celebración del treinta y cinco aniversario de la aparición de EL PAÍS.

Los orientales dicen (o por lo menos dicen que dicen los orientales) que una diferencia entre nuestra cultura y la suya es que aquí pasamos casi todo el tiempo analizando el pasado, mientras a ellos es la descripción del futuro lo que más preocupa. Eso no impide que mantengan sólidas tradiciones, bien ancladas en su memoria colectiva. Porque ya aclaró lúcidamente Ortega y Gasset, cuyo apellido nos congrega hoy aquí, que aquellos pueblos que no conocen su Historia están condenados a repetirla. Procuraré por lo mismo no pagar tributo alguno al olvido sin que merme un ápice nuestra decidida actitud de ganar el porvenir.

He de empezar con un recuerdo hacia quienes se fueron, y especialmente para aquellos con quienes compartí la noche inolvidable del 4 de mayo de 1976: José Ortega Spottorno y Jesús Polanco, mis predecesores, al igual que el hijo de éste último, Ignacio, en la presidencia del diario. Sin la visión voluntariosa de José y el talento empresarial de Jesús, la aventura que comenzamos entonces hubiera sido imposible. En ocasión de celebrarse la primera Junta general de accionistas de EL PAÍS tras la publicación del periódico (marzo de 1977), Ortega tomó la palabra para establecer lo que a su juicio debían ser los principios inspiradores de nuestro diario. "Cuando le ofrecí la dirección a Cebrián, comentó, le señalé que este debía ser un periódico liberal, independiente, socialmente solidario, nacional, europeo y atento a la mutación que hoy se opera en la sociedad de Occidente". En el cumplimiento de dicha tarea no habrían de faltar dificultades y sinsabores, y a veces graves sacrificios, como en los casos de nuestros compañeros Andrés Fraguas, Juan Antonio Sampedro y Carlos Barranco, muerto el primero y gravemente heridos los otros dos en un atentado terrorista de la extrema derecha contra la redacción. O en el de Juantxo Rodríguez, que perdió la vida por los disparos de soldados americanos mientras informaba sobre la invasión de Panamá. Son los más sangrientos y evidentes ejemplos del coste que para nuestros equipos han significado estos treinta y cinco años de existencia. Pero no los únicos. Son conocidas las injurias y ataques personales contra periodistas y directivos de EL PAÍS, proferidos tan frecuentemente por nuestros adversarios y algunos competidores. Quiero hoy solidarizarme con cuantos han sido y son objeto de tan injusto trato, con sus familias y allegados, pues bien sé que sin su apoyo hubiera sido imposible coronar estos 35 años.

Pero reconozco también y sobre todo las muchas satisfacciones que, hasta el mismo día de hoy, nos ha generado nuestro diario. Cuando Jesús, mi maestro y mi amigo, me comentaba en las horas difíciles cuánto le preocupaba la cantidad de enemigos que la independencia de EL PAÍS nos granjeaba, yo siempre traté de hacerle ver que, por muchos que contáramos, siempre serían inferior en número a los millones de lectores que nos han acompañado siempre. La prensa, si es libre, se aviene mal con los poderes (políticos, económicos o religiosos), pero goza del sustento de miríadas de ciudadanos. Ellos no son únicamente los destinatarios del producto que realizamos, sino los verdaderos propietarios del derecho a la libre expresión que el diario administra. Entre esos muchos amigos, citaré desde luego a los intelectuales y escritores que desde muy temprano se incorporaron a nuestras páginas. García Márquez, Camilo José Cela, José Saramago, Carlos Fuentes y, por supuesto nuestro querido último Nóbel, Mario Vargas Llosa, por mencionar solo a los más renombrados, contribuyeron así a la tarea de rescatar para la prensa de nuestro país la tradición cultural, la excelencia del idioma, y el aire fresco de la libertad.

De modo que entre amarguras y alegrías, podemos concluir que el objetivo entonces señalado por nuestro primer presidente se ha cumplido en lo fundamental. Aquí estamos, ante ustedes, los cuatro directores que el periódico ha tenido a lo largo de su historia: Javier Moreno, Jesús Ceberio, Joaquín Estefanía y yo mismo. Los cuatro sabemos que lo conseguido es fruto de un esfuerzo colectivo y formidable, en el que periodistas, trabajadores y empleados, lectores, anunciantes y accionistas se empeñaron durante años. Y es de justicia que los cuatro agradezcamos hoy la colaboración y ayuda que siempre nos brindaron. Gracias a ellos El PAÍS fue desde el principio, y en el más lato sentido de la palabra, ese periódico liberal por el que cientos de miles de españoles suspiraban cuando salió a la calle. En la Asamblea antes mencionada, el profesor Alfonso de Cossío respondía así a quienes criticaban que diéramos cobijo en nuestras páginas a firmas y líderes de la izquierda y a intelectuales y dirigentes comunistas, en un tiempo en que la izquierda estaba todavía perseguida, exiliada, o arrojada a las mazmorras. "Se ha señalado -dijo- que El País no es liberal porque en él escriben personas que no lo son. Yo no sé ya quienes son liberales y quienes demócratas. Entiendo que ser liberal es saber escuchar todas las voces. Para tener razón hay que oír a los demás. Tenemos un periódico que ha hecho posible que gentes de todas las tendencias expresen sus opiniones. ¿Cuándo un periódico ha hecho esto de verdad en España?".

Quizá porque ningún otro lo hacía, el éxito nos alcanzó desde temprana hora, y hemos corrido detrás de él sin descanso, hasta que recientemente nos atrapó también lo que eufemísticamente llamamos crisis, aunque yo considero que es un cambio profundo en el paradigma en nuestra civilización. Comenzaron a sonar casi al mismo tiempo las trompetas que anunciaban el apocalipsis de la prensa escrita y cundió el escepticismo, incluso el desánimo, respecto al futuro de nuestra profesión.

EL PAÍS contribuyó poderosamente, como ningún otro diario, y como muy otras pocas instancias cívicas, al proceso de Transición a la democracia en España. Sus logros y fracasos de entonces constituyen nuestras propias raíces, desde las que contemplar ahora los desafíos de futuro que hoy nos tocan: muy diferentes en algunos aspectos, pero más que similares en otros.

Las nuevas tecnologías han transformado de manera definitiva la convivencia de los ciudadanos. He hablado tantas veces sobre ello que no voy a aburrirles una vez más con mis reflexiones al respecto. Lo cierto es que nuestro diario se ha ido adaptando a las nuevas realidades y ha definido un objetivo más ambicioso (y hoy en día más necesario) que el de su etapa fundacional. La de constituir un diario global (en papel, mientras exista, y en la red en cualquier caso) a fin de servir a una comunidad de cuatrocientos cincuenta millones de personas que hablan español. Aunque resulta un empeño nada fácil, hoy EL PAÍS no es solo un periódico de España, es un medio de referencia reconocido en toda América Latina, y un icono cuya cabecera es citada y valorada entre otros mitos vivientes del periodismo mundial.

Muchas cosas han cambiado desde que salimos por primera vez a la calle. No voy a hacer una enumeración exhaustiva de ellas. Citando de memoria, mencionaré solo algunas muy relevantes. Cuando fundamos el periódico no había libertad ni democracia en España, no existían partidos políticos legales ni sindicatos libres, nuestro país no pertenecía a la OTAN ni a la Unión Europea, no se había creado el euro, no existía el derecho al divorcio ni al aborto, las mujeres estaban discriminadas por la ley, los homosexuales eran perseguidos y encarcelados, etcétera, etcétera... En otros campos, no se habían inventado aún los ordenadores personales, ni existían los teléfonos móviles, ni mucho menos Internet, Google o las redes sociales, mientras todavía el muro de Berlín dividía las mentes y los corazones de la geopolítica mundial. Algunas cosas siguen, por lo demás, vigentes y otras las hemos perdido. Vigente permanece, por ejemplo, el titular de la primera página de nuestro primer número, advirtiendo del papel crucial que los partidos políticos desempeñan en el ejercicio de la democracia representativa. Y en cambio hemos perdido el espíritu solidario que los españoles de toda ideología y condición social evidenciaron en su esfuerzo por la consecución de un país más justo y libre, más desarrollado y moderno, más propenso a la felicidad individual y colectiva que el que emergió tras el fin de la dictadura.

Ese empeño de unidad que nos sirvió para recorrer los caminos de la libertad y el progreso pereció entre las banderías y las ambiciones de los mediocres. Quizá sea tiempo de mirarnos serenamente unos a otros, cara a cara, y posar luego la vista sobre el conjunto de los españoles para admitir la erosión y el desencanto que producen en ellos un panorama político artificial y culpablemente crispado y un panorama mediático pasto de la vulgaridad, la incultura y la ignorancia. Ambos fenómenos se retroalimentan, contribuyendo al desasosiego y la incredulidad de las gentes, que contemplan a quienes debían ser líderes y aun maestros, creadores de opinión y guías de conducta, embarrados en las más absurdas e irracionales disputas. Nos hallamos ante un fenómeno no únicamente español, pues el deterioro de la calidad democrática en Occidente es visible desde que los fundamentalistas de toda laya se alzaron con el santo y la limosna. Pero es, en cualquier caso, algo muy típicamente nuestro. Sus consecuencias nos persiguen desde hace décadas y responde a la recuperación de una de las peores tradiciones patrias: la cultura del odio.

Un país con más del veinte por ciento de su población laboral en el paro y una perspectiva económica que augura serios y perdurables sufrimientos a la población no puede permitirse ese derroche de talentos y convicciones. No es preciso abdicar de las particulares ideologías o de la defensa de los legítimos intereses de cada persona o grupo social para implementar políticas que sean capaces de aunar voluntades y mejoren las perspectivas de progreso de nuestra comunidad. Podemos volver la vista a un lado cuanto queramos, pero la clase política debe admitir que el alejamiento progresivo entre la población y sus representantes responde a carencias estructurales en nuestro modelo de convivencia que solo pueden ser resueltas mediante el acuerdo de mayorías sociales muy cualificadas. El comportamiento a este respecto de los medios de comunicación no es precisamente ejemplar y se ha establecido una dialéctica perversa, una especie de círculo nada virtuoso, entre los medios y los políticos que no hace sino rendir progresivos tributos a las tentaciones populistas y a la demagogia intelectual. Aunque cada cual puede establecer las excepciones que le parezcan convenientes, la realidad es que hoy somos todos culpables.

Y sin embargo, en esta hora de desintermediaciones y confusión, el primer enunciado de EL PAÍS sigue estando vigente. El funcionamiento de una democracia fuerte precisa de partidos políticos capaces de ejercer la representación popular y de instrumentos de opinión pública que se alcen contra los abusos del poder y ejerzan la crítica y la denuncia con cuanta dureza les venga en gana, lo que no es necesariamente sinónimo de hostilidad. Y lo hagan, añado, desde la excelencia y el rigor intelectuales, desde la honestidad de comportamiento de profesionales y empresas. Ni las campañas electorales, ni la competencia comercial, ni las naturales diferencias ideológicas, ni los intereses contrapuestos, ni las legítimas ambiciones de poder han de desmerecer por eso. Una sociedad civilizada es aquella capaz de controlar y dirigir los cambios, y no perecer en la turbamulta que generan. En eso reside la verdadera soberanía popular y a ello debemos y podemos contribuir todos: políticos y periodistas, artistas e intelectuales, empresarios, profesionales y trabajadores.

De ninguna manera he venido a impartir lecciones a nadie, porque estas reflexiones nos señalan a todos nosotros con el dedo, y mucho menos pretendo alinearme entre los que Felipe González llama los buenones de oficio. Solo quiero en este aniversario renovar el compromiso permanente de nuestro diario con la misión crítica y solidaria que durante tres décadas y media los periodistas que lo integramos hemos tratado de perseguir. Algo cada vez más urgente en un mundo en el que la xenofobia, el fanatismo, las desigualdades y la violencia amenazan con destruir, o con desfigurar por completo, valores que un día fueron declarados Universales y en cuyo nombre se sigue, no obstante, emprendiendo guerras, asesinando gentes, sacrificando poblaciones enteras. Otro mundo mejor será posible solo si nos aprestamos a construirlo. La solidaridad ante las dificultades es premisa indispensable si queremos contribuir a ello.

Unitas in pluribus es, por lo mismo, el destino de cualquier sociedad civilizada que se precie de serlo, aquello en lo que siempre hemos creído y a lo que siempre hemos procurado servir. Vivimos un tiempo en que en nombre de la identidad (así a secas) se quieren sepultar los logros de la Ilustración, y los derechos a la diferencia o al olvido se reclaman muchas veces ignorando la prioritaria igualdad de todos los ciudadanos ante la ley o las enseñanzas de la memoria histórica. Cuantos creemos en el progreso, en la búsqueda de la libertad, y en la democracia como el menos imperfecto de los sistemas de gobierno, sabemos que la libre expresión es piedra fundamental de ese edificio. Por lo mismo, nos preciamos y honramos de haber contribuido a defenderla y a potenciarla en nuestra humilde condición de periodistas. Contra todo abuso de poder. Contra toda ignorancia.

jueves, 5 de mayo de 2011

El populismo un riesgo para Europa


L'onada de vots que la ultradreta ha recollit a Europa recentment obliga a meditar sobre el que succeeix al nostre país. No obstant això, politòlegs i sociòlegs recomanen esperar al resultat de les properes municipals, en les quals, com ja ha passat a Catalunya, un percentatge del vot de la dreta podria traslladar-se a formacions més populistes de caràcter ultranacionalistes.

Estudis sociològics avalen que en totes les societats postmodernes europees demanden aquest tipus de discursos xenòfobs i racistes que, com a molt, aconseguiria el 10% dels vots en un escenari de participació alta. Els politòlegs asseguren que als països europeus on l'extrema dreta té més presència no hi ha bipartidisme, sinó que s'emeten vots de càstig. Aquí els ciutadans envien un missatge als partits tradicionals en votar a populistes i nacionalistes excloents.

S'ha arribat a parlar, fins i tot, de la italianització de la política i de l’auge del factor Le Pen a Espanya. S'apunta a la desafecció dels partits tradicionals com el motor de la connexió ideològica entre part de la ciutadania i un percentatge de població vota al PP per exercir un vot útil, “no perquè se sentin part del partit”.

- Uns excel·lents reportatges periodístics acompanyats d’uns bons articles d’opinió que ens donen una mostra de la realitat del moment que vivim a Europa: 

Nuevos populismos para la Vieja Europa

La ultraderecha ha renovado sus formas. Y ahora cosecha grandes triunfos electorales con un discurso euroescéptico y xenófobo

ANA CARBAJOSA - EL PAÍS - 01/05/2011

Cuando un partido populista, eurófobo y antimigrantes triunfó en las elecciones generales de Finlandia hace un par de semanas, muchos se preguntaron qué había pasado en uno de los países símbolo de la tolerancia y del Estado de bienestar. Cuando miraron alrededor, se dieron cuenta de que los finlandeses no estaban solos. Vieron que en el mapa de Europa proliferaban partidos que en el pasado hubieran sido apestados políticos por su extremismo, pero que hoy cautivan a buena parte del electorado. En varios países europeos se han convertido en la tercera fuerza más votada. En otros, como en Francia, las encuestas les auguran un futuro muy prometedor.

Finlandia, Holanda, Noruega, Suecia, Italia, Francia... La lista de países que registran un auge de los partidos populistas y de extrema derecha es larga. Y más alargada es aún la sombra que proyectan esas formaciones sobre los partidos tradicionales, que crecientemente adoptan algunas de las tesis extremistas a la caza de los votos que sienten les roban los populistas, advierten los expertos.

El populismo y la derecha extremista presentan formas muy distintas a lo largo del continente. Hay, sin embargo, denominadores comunes, entre los que destacan el euroescepticismo y la xenofobia, que tiende a cebarse con los inmigrantes musulmanes. Es común también la presencia en sus filas de un nuevo tipo de líderes, que poco tienen que ver con sus predecesores. Los nuevos políticos populistas son más jóvenes -la mayoría rondan los cuarenta-, más modernos y mejor parecidos. Son carismáticos y tienden a ser grandes oradores a los que se atribuye en buena medida el tirón de sus partidos. Consiguen además desmarcarse del turbio pasado de sus formaciones cuidando su lenguaje, con el que son capaces de transmitir ideas xenófobas sin incurrir en el lenguaje zafio y racista del pasado. Han conseguido en definitiva hacer aceptables y digeribles ideas que hasta hace poco tenían escasa cabida en el debate político.

"Las ideas políticas más radicales son crecientemente aceptables, también entre los partidos tradicionales, que ahora coquetean con las ideas de extrema derecha. Eso es porque los partidos extremistas son ahora más sofisticados y apelan a un electorado más amplio que ya no se avergüenza de votar a la extrema derecha", sostiene Simon Tilford, economista jefe del Center for European Reform con sede en Londres. "Por eso suponen un desafío mucho mayor que la extrema derecha tradicional de los años ochenta y de los noventa", añade Tilford.

Hay analistas que llaman a los extremistas 'partidos protesta' porque su misión es cosechar el desencanto

Los extremistas han sabido capitalizar el hastío de un electorado con los partidos tradicionales, que han perdido la capacidad de conectar con la ciudadanía. Hay analistas que incluso los llaman "partidos protesta" porque su misión fundamental es cosechar el desencanto de otros. Y se atreven con las polémicas que los partidos de siempre prefieren esquivar. Ni a la derecha ni a la izquierda les ha ahorrado dolores de cabeza ni fracasos electorales evitar temas espinosos como la inmigración. Al contrario. Porque los votantes quieren que les hablen de lo que les preocupa, y la inmigración parece ser uno de esos temas.

Marine Le Pen y Geert Wilders azuzan el temor a la llamada Eurabia, al desembarco de musulmanes

Políticos como Marine Le Pen en Francia o Geert Wilders en Holanda han hecho del debate migratorio su bandera y no tienen reparos a la hora de apelar a emociones como el miedo. Azuzan el temor a la llamada Eurabia, es decir, a un desembarco masivo de musulmanes capaces de poner en peligro lo que consideran la identidad europea. Su mérito es doble, porque consiguen infundir miedo en un momento en el que se da la paradoja de que la integración de los trabajadores extranjeros es relativamente exitosa en varios países europeos. Estos políticos fijan los últimos clavos del ataúd del multiculturalismo que, dicen, no funciona y defienden en cambio un modelo asimilacionista, según el cual los inmigrantes que quieran vivir en Europa lo deberán hacer siguiendo las normas y costumbres de los europeos, dejando de lado la herencia cultural de sus países de origen.

Las revueltas en el mundo árabe y el desembarco de norteafricanos en las costas europeas han supuesto un golpe de suerte para los extremistas que ahora hacen su agosto. Marine Le Pen, flamante líder del Frente Nacional francés heredado de su padre, el ultraderechista Jean Marie, visitó el mes pasado la isla italiana de Lampedusa, donde miles de tunecinos han arribado después de la revuelta. "Europa es impotente y no ha encontrado una solución ", dijo. Y a continuación añadió: "Europa debe acercarse lo más posible a las costas de donde parten los barcos clandestinos y enviarlos de vuelta". "Somos testigos de una catástrofe".

Los partidos tradicionales, celosos del éxito populista, dejan a menudo que los más extremistas marquen el paso. Cuestiones como la prohibición del burka, que afectan directamente a un número ínfimo de europeas, han ocupado momentáneamente un lugar central en la vida política y parlamentaria de algunos países, por delante de temas como el desempleo o el adelgazamiento del Estado de bienestar.

La eurofobia es la otra gran pata del banco de los extremistas, que consideran a la Unión Europea fuente de todo mal. De nuevo es un mensaje que cala con facilidad entre un electorado que no siente las instituciones de Bruselas como propias y que, por tanto, no acaba de entender por qué hay que financiarlas. Jean-Dominique Giuliani, presidente de la Fundación Robert Schuman, añade que el momento que atraviesa Bruselas tampoco ayuda. "La UE no está en buena forma. La crisis económica, la ampliación y la incapacidad para alcanzar consensos de forma rápida en un mundo cambiante contribuyen a la frustración de los ciudadanos". Y apunta otra idea. "La población europea envejece, y los mayores se repliegan sobre aquello que conocen mejor y que poseen. Tienen miedo a perder sus pensiones y todo lo que han conseguido en su vida".

Los partidos clásicos no han encontrado todavía la fórmula idónea para lidiar con los nuevos actores políticos que juegan con ventaja, porque se desmarcan de las reglas de un juego político del que, sin embargo, se benefician. Juegan la carta antisistema, critican a las instituciones y a los gobernantes, y les funciona. En países como Bélgica, hace años se optó por el llamado cordón sanitario, por el que se aísla al extremista Vlaams Belang en un vano esfuerzo de contención. El resultado es que en la oposición, alejados del desgaste del poder, los extremistas flamencos no han dejado de crecer. En otros países europeos piensan, por el contrario, que es mejor dejar gobernar a los antisistema, porque creen que sus discursos no son sostenibles en la cima del poder, que inevitablemente minará su popularidad.

A primera vista, podría parecer que la crisis económica y financiera que ha sembrado el miedo ante un futuro poco prometedor podría jugar a favor de los extremistas. No es, sin embargo, este un factor decisivo, explican los expertos. Basta con analizar en qué países el resurgir populista cobra más fuerza. Holanda, Finlandia, Noruega o Alemania, donde los discursos antiinmigración triunfan como nunca, no se han visto apenas golpeados por la crisis financiera que sí ha destrozado otras economías europeas. Por eso, dicen los analistas, el verdadero problema surgirá el día en que los extremismos cobren fuerza en países más afectados por la crisis como España, Grecia o Reino Unido. "Si en esos países los niveles de desempleo siguen tan altos como hasta ahora y si en los próximos años no se producen mejorías económicas, el terreno estará abonado para que extremismos -tanto de izquierda como de derecha- florezcan", augura Tilford.

El peligro llama a la puerta en España

La ultraderecha sigue fragmentada. Pero la presencia en Cataluña de PxC, que presenta más de 100 candidaturas a las municipales, hace temer un avance del extremismo xenófobo

LUIS MEYER Y PABLO GARCÍA - EL PAÍS - 01/05/2011

La extrema derecha se presenta aún dividida "en grupos, grupitos y grupetes", según Sáenz de Ynestrillas

La denominada extrema derecha se presenta como siempre: dividida, formada por multitud de grupos, grupitos y grupetes, confundidos en ininteligibles sopas de letras". La cita no procede de ningún politólogo, sino de alguien con un largo historial en muchos de esos "grupetes" y que ahora intenta desvincularse de ellos. Ricardo Sáenz de Ynestrillas ya no es aquel joven exaltado curtido durante la Transición en bandas fascistas y otros turbios embrollos (en 1997 disparó a un hombre que se negó a fiarle cocaína) por los que acabó entre rejas. Ahora es un abogado de 55 años que además escribe libros contra los líderes de España 2000, Democracia Nacional y la ristra de Falanges que concurrirán a las elecciones municipales del próximo 22 de mayo.

Bien conocida por Ynestrillas, pues de él se dice que pudo unificar y liderar esta corriente, la fagocitación ultra existe desde la muerte del dictador Franco y ha impedido durante la democracia que la extrema derecha alcance los parlamentos regionales y nacionales (exceptuando el escaño que Blas Piñar ganó en 1979 por Fuerza Nueva). El cisma sigue ahí: el desempleo, los rescates financieros, los recortes sociales y demás problemas han llevado en Europa a candidatos hace años marginales a abrazar con más fervor el discurso xenófobo para sacar rédito electoral, una ola populista ante la que España permanece todavía impermeable. "Todavía", advierte, pesimista, el sociólogo Ignacio Sotelo.

Lo más inaudito del caso español es que lidera muchos de los peores registros. La población foránea sobrepasa el 12%. El paro, el 20%. Los ajustes presupuestarios no logran reducir la precariedad, y la percepción que se tiene del inmigrante anda por los suelos (en octubre de 2009, el 77% de los ciudadanos veía "excesivo" el número de extranjeros, según un estudio del Centro de Investigaciones Sociológicas).

Posiblemente la mayor se asienta en Cataluña de la mano de Plataforma per Catalunya (PxC). En las elecciones municipales de 2007, y especialmente en las autonómicas de 2010, el partido de Josep Anglada, con un programa que arremete contra el inmigrante desde su prefacio, dio un susto morrocotudo al espectro político. En los primeros comicios plantó concejales en siete localidades catalanas. En los segundos, sus apoyos se dispararon, lo que les dio 75.321 votos. Para las elecciones municipales del presente mes, PxC se ha vitaminado: más de 100 candidaturas y una propuesta tan dramática como desopilante, consistente en montar una fundación que ayude económicamente a los ciudadanos afectados por la crisis, con un matiz: solo atenderá a los autóctonos. "Nada de inmigrantes, ni con papeles ni sin ellos", explica Anglada al teléfono desde su despacho en el Ayuntamiento de Vic (Barcelona), y remata: "Doy mi dinero a quien quiero".

Si PxC no sacó ningún diputado en la Generalitat, no fue por votos precisamente. Ignacio Urquizu, profesor de la Complutense, explica que si Anglada no entró en el Parlamento catalán fue "por el techo que marca la ley electoral", que exige superar la barrera del 3% . En cualquier caso, ninguna de las formaciones consideradas de extrema derecha se cuelga esta etiqueta. Incluso saltan ofendidas cuando se les plantea esta posibilidad, y algunos ni siquiera se identifican abiertamente con la derecha, como Josep Anglada, que en su juventud militó en Fuerza Nueva. "No somos de ningún signo político", advierte, y sentencia: "Somos un partido identitario y populista y nuestra misión es luchar por Cataluña". ¿Identitario? "No puede ser que los marroquíes tengan en Cataluña una natalidad mucho mayor que los catalanes; en 15 años podríamos perder nuestra identidad", afirma, en referencia a los datos del INE sobre la explotación del padrón municipal, que dan una natalidad muy superior entre las madres provenientes del país magrebí.

Para Ynestrillas, quien se define falangista y que dice que el partido con el que hoy más simpatiza es UPyD, Anglada es "un populista sin más mensaje que la inmigración". Desde España 2000, una formación cuyo pobre alcance se limita a la Comunidad Valenciana, reconocen que vieron con buenos ojos la campaña que Anglada hizo en Cataluña, y no descartan colaborar con PxC ante los inminentes comicios locales.

Con todo, en la España del paro desbocado aún no ha echado raíces una formación influyente que sea euroescéptica, ultra, radical, racista o con delirios de grandeza territorial, caso de prácticamente todos los países europeos.

"Que la extrema derecha existe es algo que está fuera de duda", razona Ignacio Sotelo. "Otra cosa es que no esté organizada como partido. Pero está a diario en platós de televisión o en periódicos [en alusión al grupo Intereconomía]. Lo que ocurre es que en España actúa como lobby de presión dentro del PP". El sociólogo plantea que los partidos franquistas son marginales "porque la extrema derecha no es franquista".

El vicesecretario de Comunicación del PP, González Pons, niega que en sus filas haya un número significativo de votantes de ultraderecha, y va más allá: "Los votantes de extrema derecha suelen ser exvotantes descontentos del PSOE. Es como pasó en Francia, en los suburbios de París o Marsella: Le Pen logró un increíble apoyo de antiguos votantes socialistas". González Pons piensa que la ultraderecha posiblemente conquistará el Parlamento en las elecciones de 2012. "El ultraderechista sociológico es el que más abunda, y el más peligroso. Nace con el temor a la crisis, a la inmigración". Y se explica: "En un contexto en el que las encuestas dicen que los políticos somos parte del problema, y se nos ve a los dos grandes partidos incapaces de solucionar el paro, muchos ciudadanos buscarán esa autoridad que sustituye a la democracia. Ahí está el verdadero peligro".

Y con todo, pocos son capaces de concretar en España en qué consiste ese peligro inminente encarnado en la ultraderecha, un concepto resbaladizo frecuentemente moldeado con fines espurios, según el filósofo Fernando Savater, tajante cuando se le requiere una definición actualizada: "La ultraderecha no puede ser todo aquello con lo que no estamos de acuerdo". Si los partidos de izquierda emplean a menudo epítetos como "fascista" para reprender decisiones de los partidos de la derecha, Savater también observa actitudes "claramente ultraderechistas en comportamientos avalados por quienes se dicen avanzados o de izquierdas", en clara referencia a la izquierda abertzale como brazo político de ETA.

La ultraderecha es un modelo del que todos huyen, pero que muchas formaciones con escasa representación practican y defienden en la sombra. González Pons lo vive todos los días en el muro de su perfil de Facebook. "No paran de colgarme mensajes en los que tildan a nuestro partido de blando, acomodaticio, traidor".

La presión que los grupos de ultraderecha ejercen al principal partido de la derecha en España es clara, pero ¿hasta qué punto es profunda esta influencia? El politólogo Vicenç Navarro, catedrático de la Pompeu Fabra, cree que lo suficiente. "Sería impensable en Europa que un sindicato fascista llevara al único juez que ha intentado ajusticiar los crímenes de la dictadura al Tribunal Supremo, y que este lo sancionara por haberlo intentado. Esto da una idea de lo poderosa y extensa que es la ultraderecha dentro de la derecha".

Encuesta

» El 53% de los españoles creen que asistimos a un auge de grupos de ideología ultraderechista en la UE. Lo piensan sobre todo los votantes socialistas, mientras los del PP están más divididos sobre si se exagera o no la importancia de tales partidos.

» El 43% piensa que las ideas ultraderechistas están ahora más extendidas en la sociedad española, frente al 32% que no lo cree.

» Uno de cada seis españoles conoce a alguien que puede ser de ultraderecha.

(Sondeo realizado por Metroscopia, entre el 27 y el 28 de abril de 2011)

Esa derecha extrema que nos asusta

LLUÍS BASSETS - EL PAÍS - 01/05/2011

Nunca nos bañamos dos veces en el mismo río. Por más que se quiera buscar semejanzas con otros tiempos, esa derecha extrema que avanza en toda Europa y que en algunos casos incluso consigue entrar en los Gobiernos poco tiene que ver con las extremas derechas que protagonizaron la década de los años treinta, aquella época en la que se apagaron las luces de Europa, en los años de preparación de la mayor matanza de la historia del mundo.

No es el viejo fascismo de Mussolini, ni el nazismo de Hitler. Ni siquiera se trata de las versiones redivivas y nostálgicas con las que un puñado de sus herederos pretendieron mantener la llama autoritaria durante la época de expansión de la democracia en los años sesenta y setenta. No es mucho consuelo que este nuevo extremismo hostil con los inmigrantes, con frecuencia islamófobo, antieuropeo casi siempre y sistemáticamente enemigo de los impuestos, nada tenga que ver, al menos en las formas, con las escuadras de porristas y pistoleros que perseguían a sindicalistas, judíos y comunistas en los años treinta. Y no lo es por sus efectos políticos, puesto que su aparición está cambiando, y no precisamente para bien, los mapas parlamentarios y condicionando los debates políticos y las agendas de los Gobiernos.

Su magnetismo sobre los electorados tradicionales, a derecha e izquierda, es proporcional al crecimiento de las pulsiones antipolíticas y a la crisis de las correspondientes ideologías y partidos que han conformado el espacio público europeo en el último siglo. Pero una de las diferencias más visibles con los partidos fascistas de hace 80 años, actores de la época de los extremos según la expresión del historiador británico Eric Hobsbawn, es precisamente su monopolio del extremismo; entonces había otro extremo, que era el comunismo; ahora están ellos solos en la cancha. Aunque construyen sus propuestas como si se enfrentaran a una peligrosa ideología izquierdista, lo cierto es que crecen precisamente sobre el vacío y la ausencia de la izquierda. De ahí el uso reiterado de una fraseología antiprogresista y antiizquierdista, centrada sobre todo en la denuncia de lo políticamente correcto, que les sirve para animar ese muñeco inexistente que tanto les excita.

De todas las formaciones políticas que avanzan sus peones con las banderas desplegadas del miedo al extranjero, la fobia a la unidad europea y la reducción drástica de los impuestos y de la solidaridad, solo una está directamente emparentada con el tronco retorcido y añejo del fascismo. Es el Frente Nacional francés, amalgama fundada en 1972 donde se juntó lo mejor de todas las familias del extremismo derechista: el populismo pujadista de los años cincuenta, el petainismo colaboracionista, el neonazismo pagano, los militantes derrotados del imperio colonial, los católicos ultras e incluso los nostálgicos de la monarquía, encuadrados bajo la labia y la virulencia de un líder con madera de jefe fascista como Jean-Marie Le Pen, capaz de alcanzar casi el 18% del electorado en unas elecciones presidenciales.

La extrema derecha francesa ha sabido hacer un relevo generacional con dos peculiaridades: su carácter dinástico, puesto que es Marine Le Pen quien ha sucedido a su padre, Jean-Marie, y su capacidad para renovar su lenguaje y sus formas, enlazando con las nuevas derechas extremas del resto de Europa y apuntando a resultados electorales incluso mejores que los del fundador y progenitor de la actual líder.

Esas nuevas derechas extremas tienen todas ellas un curioso punto en común: son muy nacionales y nacionalistas, y eso mismo es lo que las hace tan europeas a pesar de su fobia a la idea de la unión política de los europeos. Paradójicamente, también es lo que las asemeja al Tea Party estadounidense, movimiento que busca sus raíces en la rebelión contra los impuestos británicos en la época colonial, al igual que el Fidesz húngaro reivindica la corona de San Esteban, el Frente Nacional un republicanismo laico en el que jamás creyó en su anterior avatar histórico y todos ellos una autenticidad que sirva para enarbolar el supremacismo de la propia identidad y excluir las ajenas. No nos bañamos en el mismo río, pero siempre nos persigue el fantasma de una historia que amaga con la repetición de similares tragedias.

¿Dónde está la extrema derecha?

JOSEP RAMONEDA - EL PAÍS - 01/05/2011

Ante los buenos resultados de la extrema derecha en algunos países europeos, se repite a menudo una pregunta: ¿por qué en España no hay una extrema derecha con peso electoral? Sí la hay. Está en el Partido Popular. La unificación de la derecha española fue el gran mérito de José María Aznar que le llevó a la presidencia del Gobierno. Su ambición iba más lejos, llegó a pensar en una especie de confederación de derechas autónomas con CiU y con el PNV. Y este era el espíritu del pacto del Majestic. Pero fracasó, como era previsible, por la cuestión nacional y por el pacto de Estella que llevó al gran enfrentamiento con el PNV.

La extrema derecha está en el Partido Popular. Con un coste principal: la derecha española no ha desarrollado un proyecto ideológico moderno, que no viva a remolque de las exigencias de la Iglesia católica, de los ecos de la cultura franquista que durante tantos años fue la de buena parte de los suyos, y de la patrimonialización del nacionalismo español.

La integración de la derecha en un macropartido tiene mucho que ver con el sistema electoral. La política española -a diferencia de algunas comunidades autónomas- es claramente bipartidista. En más de 30 años de democracia todavía no ha habido un gobierno de coalición. La derecha sabe perfectamente que si se divide perderá muchísimas posibilidades de gobernar. Por eso, los duros de la derecha nunca han osado dar el paso de romper con el partido y el núcleo dirigente siempre ha estado dispuesto a tantas concesiones como fuera necesario para dar satisfacción a los que disfrutan saliendo a pasear con los obispos y acusando a los socialistas de romper la patria y de aliarse con terroristas.

Aznar, que venía directamente de la tradición franquista de la derecha, supo manejar a la vez el fundamentalismo constitucional, fruto de su conversión tardía a la Constitución, y la asunción de los valores de la derecha española más alejados del liberalismo cultural. Con la intransigencia instalada siempre en su cuerpo, fue capaz de desarrollar a la vez el discurso del bien y del mal que le llevó a la guerra de Irak y al conflicto de civilizaciones, y la intransigencia democrática, que utilizaba la Constitución como instrumento de exclusión. Fueron los años del patriotismo constitucional. Los años en que el Partido Popular exhibía a su jefe arropado por Rodrigo Rato -el dinero-, Mayor Oreja -la conspiración-, Acebes -la insolencia- y Rajoy, que andaba por ahí.

De todos ellos, oficialmente, ya solo queda precisamente Mariano Rajoy en sus puestos de mando. El principal atributo de Rajoy es el silencio. El silencio de Rajoy quiere decir que ha llegado hasta donde está sin haber hecho nunca una propuesta política. Rato intentó buscar el voto de los militantes para suceder a Aznar. Mayor Oreja tiene una sola idea, pero la repite hasta la saciedad. Rajoy, simplemente, estaba por ahí. Y fue el elegido, porque Aznar buscaba a un sucesor, no a un líder, confiando en ganar él, por persona interpuesta. Toda la estrategia de Rajoy se resume en una idea: no asustar a la población para que el miedo a la derecha no insufle nueva vida a un PSOE moribundo. Pero por mucho que Rajoy evite a los periodistas, el miedo a la derecha revivirá si la extrema derecha monopoliza el discurso del Partido Popular. Y es lo que está ocurriendo.

Para no tener problemas, Rajoy ha dejado que las listas electorales se pringuen de corruptos. Ha dejado que el PP vuelva a la ignominiosa utilización política del terrorismo que ya le ha costado perder dos elecciones. Ha dejado que Aznar vuelva a explicar su buena nueva por las Españas, cada vez más cargada de resentimiento. Y no ha dudado en apoyar a Sánchez Camacho cuando en Cataluña se ha hecho adalid del discurso anti-inmigración, eterno y miserable recurso, que hasta la extrema derecha francesa está dejando de lado. Al consentir todos estos movimientos Rajoy se entrega al sector más reaccionario de su partido. No se sorprenda después si vuelve el miedo a la derecha. Sus silencios quizás no asustan, pero tampoco entusiasman. Ahí está su valoración.

Con todos estos ingredientes, esparcidos estos días en abundancia por los reaparecidos Aznar y su vieja guardia, si en España no hay un partido explícitamente de extrema derecha es porque no hace falta: ya existe el PP para cobijarla. Quizás es menos aparatosa que en otros países, pero mucho más poderosa e influyente.

martes, 3 de mayo de 2011

CCOO i UGT demanen que la crisi no caigui només damunt les espatlles dels treballadors i denuncien la "injustícia" de les retallades socials


Els líders d'UGT i CCOO de Catalunya, Josep Maria Álvarez i Joan Carles Gallego, han exigit aquest diumenge un gir radical en les polítiques per lluitar contra la crisi de manera que el pes d'aquesta no caigui només damunt les espatlles dels treballadors, i han denunciat "la injustícia" de les retallades socials. En la tradicional manifestació del Primer de Maig convocada conjuntament pels seus sindicats a Barcelona.

En declaracions als periodistes, Joan Carles Gallego ha reclamat un canvi en la manera d'abordar la crisi econòmica per situar la creació de llocs de treball com la principal prioritat, cosa que passa, segons el seu parer, per fer marxa enrere a les retallades pressupostàries que afecten àmbits tan importants com la salut i l'educació. "Les retallades no faran més que destruir ocupació i impedir que l'economia es reactivi", ha advertit Gallego. L'alternativa als ajustos pressupostaris, segons els sindicats, és una política basada en l'increment dels impostos perquè paguin més els que més tenen i a invertir a millorar la formació dels treballadors i les infraestructures.

De la seva banda, Josep Maria Álvarez ha assegurat que aquest Primer de Maig "té més sentit que mai" perquè, a tres anys de l'inici de la crisi, és urgent combatre la idea que s'ha de combatre "fent caure el seu pes sobre la classe treballadora". "Els culpables de la crisi no són els treballadors que guanyen mil euros ni els desocupats que no troben un lloc de treball", ha dit, després d'exigir al govern espanyol i al català polítiques industrials actives que generin ocupació. Álvarez ha estat especialment crític amb el govern de CiU pels seus anuncis de retallades en serveis essencials com l'educació i la sanitat, de manera que li ha demanat que deixi d'"agredir" els treballadors i que opti per "seure a dialogar i a negociar".

Els líders de CCOO i UGT s'han mostrat convençuts que molts més treballadors sortiran al carrer el pròxim 14 de maig en la convocatòria conjunta de sindicats i entitats i organitzacions socials per rebutjar les retallades de serveis públics a Catalunya.

- Un reflex periodístic del Primer de Maig 2011 i dues entrevistes: 

Los sindicatos culpan al Gobierno

El récord del paro marca el Primero de Mayo - UGT y CC OO cuestionan la eficacia de la reforma laboral y piden alternativas financieras y fiscales de izquierda para salir de la crisis

FEDERICO SIMÓN - EL PAÍS - 02/05/2011

Las sombras de los casi cinco millones de parados que tiene España marcaron ayer los ánimos de la principal manifestación del Primero de Mayo, que este año se celebró en Valencia. CC OO y UGT, los dos sindicatos mayoritarios, emplearon la fiesta del Día del Trabajo en cuestionar la eficacia de la reforma laboral aprobada en 2010 por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y en reclamar un nuevo marco financiero. "Decían que se iba a crear un ambiente favorable a la creación de empleo y el paro ha seguido aumentando", recordó el secretario general de UGT, Cándido Méndez, "decían que con estas medidas se inyectaría confianza, y el desánimo sigue; decían que de manera directa esta reforma laboral iba a mejorar la contratación indefinida y un año después hay 130.000 contratos indefinidos menos".

El líder de CC OO, Ignacio Fernández Toxo, por su parte, vinculó el aumento del número de parados a los recortes laborales: "Los parados no caen de los árboles". Y por eso aseguró que la manifestación del Primero de Mayo estaba más motivada que nunca: "Tenemos 4.910.200 razones más para reclamar soluciones alternativas", dijo en referencia al número de desempleados que ofreció la última Encuesta de Población Activa (EPA), la del primer trimestre de 2011, publicada el pasado viernes.

Méndez y Toxo recorrieron las calles de Valencia bajo un sol primaveral al tiempo que otras 80 manifestaciones se celebraban en otros puntos de España. Casi 10.000 personas siguieron su marcha reivindicativa de Valencia. El lema del encuentro, Ocupación con derechos, contra los recortes sociales, dejó claro desde el principio por dónde iban sus críticas. "Que asuman que ha sido un fracaso, que ha sido un error, que ha sido una injusticia, que ha aumentado el paro y que ese no es el camino", manifestó Méndez.

El líder de UGT cuestionó la forma unilateral en la que se aplicaron las reformas: "Hace un año la imposición ganó a la negociación por uno a cero, ahora la realidad le ha ganado a la imposición por goleada". Los agentes sociales sí pactaron con el Gobierno la reforma de las pensiones y discuten ahora cambios drásticos en la negociación colectiva.

"Puede haber una segunda onda de choque después de las elecciones del 22 de mayo", añadió el secretario general de UGT. Una tentación reformista que podrá afectar, dijo, a servicios fundamentales, como la sanidad o la educación. Toxo, por su parte, incidió en la necesidad de una reforma fiscal para que contribuyan más a la recuperación los "que más se han beneficiado de esta etapa larga de bonanza económica". "Desde la izquierda se espera un discurso alternativo al pensamiento único", se quejó el secretario de CC OO. "Caben, desde posiciones de progreso, alternativas económicas, fiscales, del sistema financiero, sociales y laborales, distintas", aseguró.

Las manifestaciones más concurridas se celebraron en Madrid y Barcelona, ciudades donde se concentraron decenas de miles de personas. Los secretarios generales de CC OO y UGT en Cataluña, Joan Carles Gallego y Josep Maria Álvarez, aprovecharon la cita para criticar los recortes anunciados por el Gobierno catalán, informa Clara Blanchar. Por la tarde, una marcha alternativa a la de los sindicatos mayoritarios discurrió por los barrios más distinguidos de Barcelona, la zona alta de la ciudad. Un grupo de personas quemó un muñeco con la cara de Artur Mas, el presidente de la Generalitat, en la calle donde vive. Tras varios incidentes, los Mossos d'Esquadra detuvieron a una docena de manifestantes.

ENTREVISTA a CANDIDO MÉNDEZ Secretario general de UGT

"La recuperación no está a la vuelta de la esquina"

"Las cifras se van a mantener altas si no hay cambios"

MARTA GARIJO - EL PAÍS - 30/04/2011

Pregunta. Tras el dato negativo, ¿qué previsiones esperan para este año?

Respuesta. El dato del paro refleja que la recuperación en España no está a la vuelta de la esquina, ni en términos de empleo ni en términos de crecimiento económico. A partir de ahí, creo que habrá una mejora como consecuencia de la recuperación del sector turístico, pero que el último trimestre del año nos devolverá a la dura realidad. En cualquier caso, lo que más me preocupa es que las cifras se van a mantener altas si no hay cambios, sobre todo, en la recuperación del crédito.

P. ¿Ya hemos tocado techo o la cifra podría seguir aumentando?

R. Yo no lo quiero, ni lo deseo, pero las cosas no ocurren por casualidad. El problema de la economía española tiene relación con un endeudamiento de las familias y de las empresas y una restricción de crédito brutal. Si yo tengo que fiarme de una declaración de un alto cargo de un banco que ha dicho que este va a contraerse aún más a lo largo de los próximos meses, no puedo tener una visión optimista. Las cosas incluso podrían empeorar. Y además tenemos un problema de nuestra estructura productiva, y esto no se resuelve de la noche a la mañana.

P. ¿Qué tipo de políticas pueden ayudar a la recuperación?

R. En España, no hay que desconocer que de todas las crisis económicas hemos salido en el corto plazo por el tirón de la construcción. La recuperación del turismo hace una aportación, pero es estacional. Venimos defendiendo una propuesta muy concreta: estimular una faceta del sector de la construcción que es la rehabilitación de viviendas. El Gobierno es consciente de esto, pero se queda corto. Además, está el tema capital de la recuperación del crédito. En España hay muchas empresas viables que están despidiendo trabajadores porque no tienen dinero para poder funcionar.

P. ¿El plan contra el empleo sumergido puede ayudar a paliar el desempleo?

R. Yo espero que lo haga, a pesar de que no estamos convencidos del plan. Hay que tener en cuenta que hemos estado en tasas de desempleo por debajo del 10%, con una tasa de economía sumergida del 20%, más o menos como la que tenemos ahora. Es decir, quien piense que la lucha contra la economía sumergida puede ser la solución para el problema del paro, yo creo que no está acertado.

ENTREVISTA a IGNACIO F. TOXO Secretario general de CC OO

"El sistema financiero tiene que volver a dar crédito"

"Este año no creceremos ni el 1,3% y así no se crea empleo"

JESÚS EIJO - EL PAÍS - 30/04/2011

Pregunta. La cifra de paro se ha quedado cerca de los cinco millones. ¿Era lo que esperaban?

Respuesta. Era previsible, aunque no por ello menos preocupante. Mientras se intenta poner el foco en reformas que pueden esperar, y en algunas que son incluso innecesarias (al menos en la forma en la que se han hecho), como la reforma laboral, las verdaderas actuaciones que necesita la economía española se van aplazando.

P. ¿Cuáles cree que deben ser esas actuaciones?

R. Es necesario recomponer la inversión tanto pública como privada. Y para eso hay que resolver los nudos fiscales que tiene España y hacer que el sistema financiero vuelva a dar crédito al sistema productivo. Es muy significativo que en la EPA del primer trimestre ya haya tomado la primera posición de destrucción de empleo la industria. Eso indica que se está afectando al núcleo básico de la economía española. Aunque eso también era previsible.

P. ¿Cómo se pone el foco en el empleo?

R. La reorientación de las políticas que hizo el Gobierno frente a la crisis el año pasado está en la base de lo que está sucediendo en estos momentos. Hay que reducir el déficit, pero acomodando el ritmo de esa reducción a las necesidades de la sociedad española. Y ahora la principal es el empleo. Debe potenciarse la recaudación fiscal e impulsar planes de fomento de varios sectores, como la construcción, la dependencia...

P. ¿Cuándo cree que empezarán a crearse puestos de trabajo?

R. En estos momentos es difícil prever cuándo se producirá una recuperación neta. Puede haber oscilaciones positivas por la estacionalidad de la Semana Santa, o del verano, pero eso no significa que este año vaya a empezar a crearse empleo sostenido.

P. ¿El nivel de paro está llegando a su punto de inflexión?

R. Ojalá sea así, puede ocurrir, pero yo no me atrevo a afirmarlo. Sobre todo cuando uno escucha a la ministra de Economía diciendo que harán falta nuevos ajustes presupuestarios, es difícil llegar a esa conclusión. Optimista solo se puede ser a raíz de ver las políticas correctas.

P. Más allá del optimismo o la fe, ¿qué dicen los análisis del sindicato?

R. Que ni de lejos vamos a llegar al 1,3% de crecimiento que espera el Gobierno para este año. Y así no se podrá crear empleo.

- Una molt bona opinió:

Vostès que poden, actuïn contra l'atur

EDITORIAL - EL PERIÓDICO - 2 de maig del 2011    

El d'ahir va ser un Primer de Maig marcat per la sotragada de les dades de l'atur del primer trimestre. La desocupació ja afecta a Espanya 4,9 milions de persones, el 21,3% de la població activa. El primer trimestre és sempre dolent, perquè el turisme, clau en la nostra economia, hiberna. Però aquest any ha estat pèssim. S'esperava una millora respecte al 2010 i s'han destruït 256.000 llocs de treball (gairebé els mateixos que l'any passat), i el nombre d'aturats ha crescut en 213.000. L'esperança de la millora es posposa als trimestres vinents.

Encara que l'economia submergida esmorteeix els estralls de la desocupació, gairebé cinc milions d'aturats -alguns, al límit- és una xifra inadmissible tant socialment com econòmicament, ja que frena el consum i alimenta la recessió. El Govern ha de donar un cop de timó i ser ferm. La tardana reforma laboral s'ha quedat curta perquè l'Executiu -persuadit que és millor pactar els canvis- va evitar trencar amb els sindicats. Però, passat l'1 de maig, la reforma de la negociació col·lectiva és imperativa. Amb acord o sense, ja que les mesures ara aprovades perquè aflori l'economia submergida tindran un efecte limitat.

Però, sent la seva la principal, la responsabilitat no recau només sobre l'Executiu. En comptes d'alegrar-se amb els sondejos i esperar que l'alcin al poder, el PP, si té altura de mires, hauria d'allargar la mà al Govern per facilitar acords que estronquin la sagnia de l'atur. Igual que la patronal i els sindicats: la gravetat de la situació desaconsella la defensa numantina dels interessos gremials, siguin aquests empresarials o del cada vegada més privilegiat col·lectiu de ciutadans amb contracte indefinit. Com va fer una popular periodista a propòsit del terrorisme, el prec seria el següent: vostès que poden, actuïn contra l'atur.

Fins i tot amb un gran acord social i polític, la recuperació de l'ocupació serà dura i lenta. Sense aquest acord, l'espera serà insuportable. Reduir l'atur exigeix un creixement del 2% i l'optimista previsió oficial és de l'1,3% el 2011. Sindicats, patronal i oposició en són coresponsables, però és l'Executiu qui té la paraula. Governar en temps de crisi és incompatible amb pretendre a curt termini l'aplaudiment de l'opinió pública i amb no incomodar.

- Tres bons articles d’opinió:

El futur del treball

Els mateixos que es queixaven de ser mileuristes ara callen perquè l'important és tenir feina

Salvador Giner - EL PERIÓDICO - 1 de maig del 2011     

No sé si encara queden gaires ciutadans que celebrin la noble festa del Primer de Maig, la que s'acostumava a anomenar Festa del Treball. Sóc poc amic de commemoracions. Les urgències del present se'm fan més interessants. Però em prenc la llibertat d'aprofitar que aquestes ratlles sortiran un primer dia de maig per celebrar-lo de l'única manera coherent amb el que dic. Amb una reflexió sobre el present i el futur del treball.

Els nostres temps han vist com el treball com a càstig es transformava en el desig més gran possible de la immensa majoria. (La paraula treball ve del llatí tripalium, la tortura dels tres pals, que s'imposava als esclaus díscols en temps romans; ve de la llengua popular; és com si currar, en el català d'avui o en castellà, s'elevés amb el temps a paraula culta.) Amb l'augment descomunal de l'atur en països com el nostre, tenir feina és l'essencial. A qualsevol preu. Els mateixos que fa un parell d'anys es queixaven de ser mileuristes, ara callen: el més essencial és tenir una feina remunerada, encara que sigui per sota del simbòlic 1.000 i per sobre del que ofereixi la Seguretat Social als aturats.

La dicotomia rics/pobres ha estat substituïda avui per la separació entre els que tenen feina i els que no en tenen, sense que hagin desaparegut, mentrestant, ni els rics ni els pobres. Per això sorprèn que les freqüents especulacions sobre la mudança molt seriosa que ha patit la mateixa naturalesa del treball humà en les societats capitalistes avançades s'oblidin d'aquest fet elemental. Parlen de la transformació del treball en el nostre temps, en què els ordinadors i les sempre noves tecnologies intervenen per donar-li una nova textura a la tasca i exigeixen noves servituds als que la fan. Constaten com avui l'accés a certs béns -vacances, sous elevats, serveis selectes de salut, educació superior- és més important que la mera propietat de béns, a l'antiga. Presten atenció a les malalties emergents en la nova vida laboral, sobretot a les psíquiques. I així successivament. Tot això està molt bé, i apunta a l'adveniment d'una nova concepció del treball humà.

Encara que no sempre ignoren el subproletariat d'immigrants desesperats -ara amuntegats en la minúscula Lampedusa i escampats per tot arreu, des de la frontera d'Arizona i Califòrnia amb Mèxic fins als suburbis de París-, l'èmfasi d'aquests presumptes experts en l'estudi del treball se situa en les tasques de la classe mitjana o en aquelles pròpies de les classes obreres -algunes de bastant pròsperes- per ignorar gairebé sempre els humiliats i ofesos, si em permeten una al·lusió obliqua a Fiodor Dostoievski. És a ells a qui un hauria de dirigir una mirada d'infinit afecte el dia del Primer de Maig.

Ara està ferotgement de moda per tot Europa un bon pamflet. Imitant el Manifest comunista, que ningú llegeix, es podria dir que «un pamflet recorre Europa». El pamflet transformat en best-seller invita la gent a indignar-se contra les injustícies d'aquest món. És positiu que algú -un avi impacient, Stéphane Hessel, un antic lluitador contra el feixisme- confiï tant en una ciutadania narcotitzada per esperar que es desperti i fins i tot que s'aixequi. Però, tot i que proposa alguns objectius, centra la seva atenció en la indignació moral. Doncs bé, aquesta no serveix, encara que sigui essencial en un moment inicial. El que serveix de veritat molt més que la manifestació massiva del nostre disgust per com va de malament el món, o com són de canalles algunes persones -com els financers sense escrúpols que han originat aquesta recessió econòmica-, és saber-se organitzar, i fer-ho precisament en el camp en el qual avui dedico l'atenció des d'aquest racó: el del treball. És positiu que hi hagi sindicats i altres col·lectius de protecció -encara que estiguin més interessats a mantenir el sistema i a continuar-hi a dins que res més-, però estaria millor si ens esforcéssim per modificar el que, juntament amb el pensament, ens fa més humans: el treball.

La promoció de la democràcia industrial, la creació i el desenvolupament de cooperatives de producció, el control democràtic del creixent perill mediambiental, la promoció efectiva de la justícia en la distribució de tasques: aquests són els objectius que ens podrien permetre transformar la nostra vida. Si en lloc d'això l'única cosa que fem per celebrar o recordar vagament el que significa (o significava) el Primer de Maig és degradar-lo a la condició de festa laica de guardar, a commemoració innòcua, la cosa potser no val la pena. O la val només per estalviar-nos una jornada de feina, si tenim la sort que no caigui en diumenge. Que aquesta vegada, ¡ai!, no és el cas.

Reconstruir el treball

Joan Subirats - PÚBLICO - 02 Mai 2011

Entorn del Primer de Maig sempre es parla de treball, i més si tenim xifres d’aturats que fan por de mirar-les. I encara més quan el sector més afectat per la manca d’ocupació són els joves. Tenim un mercat de treball molt esbiaixat. Tota la flexibilitat-precarietat està ara com ara col·locada sobre els que volen entrar al mercat de treball. I, en canvi, els mecanismes de sortida són notablement més rígids. És obvi que les conseqüències de tot plegat les pateixen molt més aquells que volen entrar a treballar per primera vegada. Les tensions en el mercat de treball han anat comportant la construcció d’una veritable jungla contractual, en la qual cada cop és més difícil entendre’s. A Itàlia ja fa temps que circula la proposta del senador del Partit Democràtic Pietro Ichino, a favor de simplificar el mercat de treball mitjançant la creació d’un sol tipus de contracte, de durada indefinida, però amb molta més llibertat per part de les empreses de trencar el contracte per motius econòmics o organitzatius. A més, es diu que, a mesura que passés el temps, augmentarien les garanties i les prestacions, tot buscant així l’ambiciosa combinació de flexibilitat i seguretat.

De ben segur aquesta proposta, com qualsevol altra, té problemes i punts negatius per a uns i els altres, però és evident que alguna cosa cal fer, ja que la situació empitjora cada vegada més. L’objectiu ha de ser ampliar el mercat laboral, repartir el treball existent i democratitzar el món de les empreses, per tal que sacrificis i beneficis es puguin repartir de manera més equitativa. Cal recordar, un cop més, que les fórmules cooperatives segueixen sent les que garanteixen millor una perspectiva democràtica en l’empresa, i la fórmula que assegura millor la distribució de càrregues i guanys. No ens hauria d’estranyar que el lloc d’Espanya on hi ha menys atur sigui aquell on la tradició cooperativa ha aconseguit consolidar-se i convertir el grup Mondragón en el primer grup industrial del País Basc. Calen fórmules noves per afavorir que la gent jove amb empenta pugui construir els seus propis llocs de treball si no troben en el mercat el que busquen o saben fer. Però, per fer-ho, cal que tots aprenguem a redefinir la idea de treball.

La realidad no es virtual

Este Primero de Mayo ha tenido un aire triste, incierto y frustrante

Lluís Foix - LA VANGUARDIA - 03/05/2011

El Primero de Mayo transcurrió bajo el espectro de unos cuantos miles de trabajadores que salieron a las calles para protestar contra la forma en que se está intentando salir de la crisis. No se manifestaban contra los gobiernos que han tomado decisiones que han dado unos resultados tan mediocres que el desempleo ya se asoma a la insoportable cifra de cinco millones de parados. El presidente Zapatero puede trasladar la responsabilidad a instancias superiores, a los bancos centrales o a los mercados, para justificar que en su segundo mandato se han prácticamente doblado los que no encuentran trabajo.

Este Primero de Mayo ha tenido un aire triste, incierto y frustrante. Sabemos que la crisis galopa sin parar pero desconocemos cómo se puede atajar sin renunciar a beneficios que se daban como irrenunciables hasta hace muy poco. Se habla de recortes y de ajustes duros. Pero, ¿y después? ¿Está garantizada la creación de riqueza con las reformas laborales, la disminución drástica del gasto público y la imposibilidad de obtener crédito para las empresas y los individuos?

Nadie se atreve a dar con la fórmula. No hay diagnóstico ni tampoco una terapia que permita devolver la confianza entre gobernantes y gobernados. Quizás no nos hemos dado cuenta de que hablamos de una crisis epidérmica cuando hay placas tectónicas que sacuden el subsuelo provocando una revolución invisible que no hemos sabido detectar.

Hemos pasado de una sociedad de productores a una sociedad de consumidores y estamos transitando desde un concepto de creación de riqueza desde la industria a un mundo en el que las finanzas definen los flujos de la riqueza. Pero las finanzas no producen riqueza sino que, a lo más, la administran. Los sindicatos parecen instalados en planteamientos reales sin advertir que nos movemos en la virtualidad.

La sociedad de consumidores nos ha enviado a una sociedad de deudores. La deuda personal, familiar y pública está en manos de instituciones financieras que, después del descalabro de octubre del 2008, tampoco han sabido ofrecer salidas que devuelvan la confianza en el ámbito privado y público. Quizás hemos aceptado el nuevo paradigma del pensamiento frágil, que consistiría en que podemos refundar la condición humana hasta el punto de convertirla también en virtual. La realidad no es virtual y vuelve por sus fueros.