jueves, 7 de julio de 2011

El moment polític a Catalunya i Espanya

La setmana passada va ser intensa en activitat política. He destacat alguns articles d'opinió que des del meu punt de vista són molt interessants i ens ajuden a entendre millor la realitat del moment polític a Catalunya i Espanya.


El 'dolor' del president Mas

Mientras el país se consume en la crisis, CiU y PSC estamos enzarzados en una disputa infantil | El PSC está dispuesto a iniciar conversaciones con CiU sobre nueve ámbitos; es un ofrecimiento sincero

Joaquim Nadal - Presidente del grupo parlamentario del PSC. LA VARGUARDIA -28/06/2011 
    
El pasado 18 de junio leí unas declaraciones del presidente de la Generalitat, Artur Mas, que me dejaron estupefacto. El teletipo titulaba literalmente “Mas revela, ‘dolido’, que Montilla rechazó su mano tendida por partidismo”. Unos días más tarde, el 21 de junio, el ex president Jordi Pujol remachaba el clavo y explicaba que no le entusiasmaba el apoyo del PPC a los presupuestos, pero que aun así se tenían que aprobar. La culminación orquestada de este crescendo imparable se produjo el día 23 de junio, en Catalunya Ràdio, cuando el president Mas medio avanzaba la amenaza de unas elecciones anticipadas en el caso de que no se aprobasen los presupuestos.

Me sorprende el sentido de la revelación dolorosa, porque la verdad revelada está reservada a circunstancias muy excepcionales y este no es el caso. Yo asistí a la reunión entre los presidentes Mas y Montilla. Puedo revelar que no hubo mano tendida. Tampoco hubo ninguna propuesta de pacto del tipo presupuestos por alcaldías. La reunión, pues, tal como yo la vi y la viví, no fue una negociación. Fue sólo una apelación a la responsabilidad de los socialistas para los presupuestos del 2011 y el 2012. Una especie de cheque en blanco para sufragar responsabilidades históricas. Modestamente, recordamos que hacía meses que habíamos adelantado una propuesta. CiU renunciaba a la supresión del impuesto de sucesiones en los presupuestos del 2011 y el PSC se abstenía en las votaciones de las enmiendas a la totalidad y CiU y PSC, como dos grupos maduros y responsables, se ponían a negociar el sentido, la intensidad y la prioridad de los recortes sobre la base de que el año de los máximos recortes no era compatible con darle un tijeretazo a los ingresos. Nada que hacer. Ni un movimiento. El president Mas quizás calculaba que el PSC se habría ablandado después de los resultados del 22 de mayo y firmaría, por responsabilidad, una simple adhesión a los presupuestos. Una puesta en escena calculada y preparada para acabar declarando culpables a los socialistas por el pacto presupuestario con el PP.

Era la culminación de toda una etapa de calentamiento del ambiente y de dramatización de las cuentas para hacer culpable al PSC de todos los males del país. En estos términos y en estas circunstancias, el entendimiento era prácticamente imposible. El alcance de los pactos entre CiU y el PPC creo que habla por sí mismo.

Es verdad que, llegados a este punto, mientras el país se consume en una crisis sin precedentes, convergentes y socialistas estamos enzarzados en una disputa de principios infantil. ¡Fuiste tú! ¡No, fuiste tú! ¡Tú, primero! ¡No, tú antes! ¡Es culpa tuya! ¡No, tuya! ¡Eres tú el que recortas! ¡Eres tú quien nos has endeudado! ¡Tú también lo habías hecho antes!

El president Mas está dolido y los socialistas también, y el ex president Montilla más que nadie. Simplemente, porque todo da a entender que el ejercicio de responsabilidad de facilitar la investidura fue un ejercicio del todo inútil. Y parece claro que desde aquel momento sólo se ha tratado de despreciar al PSC como responsable de todo, como “verdugo” de los presupuestos, como principales y primeros “irresponsables”, en palabras del portavoz del Gobierno. Si por algún motivo impensable el PP dejara caer los presupuestos, que ya ha pactado generosamente y cobrado, en este caso sí, con peso institucional, los socialistas seríamos los responsables de unas elecciones anticipadas.

Pero como no se trata de eso; como nadie quiere que los representantes de los partidos nos obstaculicemos en una disputa de criaturas consentidas; como nadie piensa en una caza de brujas; como todo el mundo esperaría gestos de grandeza política, de generosidad recíproca, de diálogo franco; como los ciudadanos esperan actitudes de acuerdo con la gravedad de las circunstancias; vaya de antemano un ofrecimiento sincero del PSC para colaborar constructivamente a crear un clima de confianza y contribuir a favorecer con espíritu de colaboración una salida a la crisis.

No hay ningún cálculo en este ofrecimiento. Ninguna contrapartida. El PSC está dispuesto a iniciar negociaciones con CiU y eventualmente acordar: 1. Una reforma de las leyes de la CCMA y del CAC. 2. Una nueva ley electoral para Catalunya que acabe con la anomalía catalana y dejar de ser así la única comunidad autónoma que, al no tener ley electoral propia, se tiene que regir por la legislación general. 3. Asegurar el modelo educativo pactado entre los dos partidos en la anterior legislatura, preservando el carácter de servicio público y garantizando su aplicación. 4. Mantener el modelo de integración lingüística y su aplicación en el modelo educativo en los términos acordados desde siempre por la mayoría de las fuerzas catalanas y desplegados con acuerdos entre los dos partidos en 1998. 5. La clarificación y aplicación compartida, exigente y sólida, del pacto para la inmigración, y la aplicación de los principios de igualdad de derechos y deberes en el marco de las oportunidades reales y legales del mercado de trabajo. 6. La simplificación de los trámites administrativos para facilitar la actividad productiva, la creación de riqueza, el fomento de la inversión y la creación de empleo. Por eso hemos ofrecido negociar, por separado y sin dilaciones, cuatro leyes diferentes que se desprenderían de la ley ómnibus. 7. Despliegue acordado de políticas activas de empleo y de formación ocupacional. 8. Políticas de ahorro y racionalización en los servicios de salud, preservando su condición de servicio público. 9. Políticas compartidas en materia de investigación e innovación.

Este es un ofrecimiento sincero. Un ofrecimiento concreto y posible. Sólo hace falta sentarnos en la mesa de la negociación y estar dispuestos a trabajar.

¿Verdad que no es difícil entender que incluso con este ofrecimiento el PSC quiera mantener simultáneamente una voluntad de acuerdo y un tono de oposición exigente y contundente en todos aquellos temas de fondo ideológico o de confrontación de modelos?

Pues he ahí la verdadera historia y la propuesta desde el punto de vista de los socialistas catalanes. Quizás en estas palabras está la medicina para los dolores que nos revelaba hace unos días el president Mas. Todavía no tenemos claro que esta sea, sin embargo, una medicina que él esté dispuesto a tomar. Incluso es posible que su orgullo no lo permita. Por nuestra parte, estamos dispuestos a tragarnos nuestra parte de orgullo. También lo tenemos.

El país espera, la calle también. ¿Responderá el Parlament y responderemos los partidos a este llamamiento? He ahí una propuesta concreta.

La bandera en el bolsillo

La independencia motivada por el bolsillo, y no por la bandera, es síntoma de madurez colectiva

Pilar Rahola - LA VARGUARDIA - 01/07/2011

El 43% de los catalanes votaría a favor de la independencia Lo más interesante de los resultados de la encuesta sobre la independencia de Catalunya no radica en el 40% que, preguntado en frío, votaría a favor. Aunque la cifra es considerable, todavía es más significativo por qué motivo querrían ser independientes. ¿Por la patria emocional? ¿Por la lengua? ¿Por el entramado de esencias que conforman el carácter simbólico de una nación? No. La mayoría de los catalanes que votarían sí lo haría por cuestiones económicas, convencidos de que la situación de dependencia con España resulta demoledora para nuestros intereses. Es decir, no lo harían por la bandera, sino por el bolsillo. Esta desgarradora conclusión puede ser analizada desde dos perspectivas confrontadas, la crítica –no en vano da la impresión que las emociones no son el motor de los pueblos– y la que lo considera una noticia positiva. Me incluyo en la segunda opinión por diversas razones, pero la fundamental es la convicción de que esta respuesta es un síntoma de madurez colectiva. Es decir, por mucho que un pueblo ame su lengua milenaria o se emocione con los símbolos que configuran su identidad colectiva, las grandes decisiones históricas no hay que tomarlas nunca motivados por las esencias, sino golpeados por las realidades tangibles que sacuden a los ciudadanos.

Obviamente, el primer motivo para la independencia de un país tiene que ver con la libertad, y así ha sido a lo largo de la convulsa historia de las naciones que han luchado por sobrevivir. Es la metáfora de lord Byron muriendo por la independencia griega. Pero cuando se vive en democracia y los agravios nacionales no se producen por la fuerza de la tiranía, sino por la inapelable fuerza de las urnas, entonces las razones nacionales se tienen que cargar de razones más terrenales. Y el bolsillo es la fundamental. Pongo ejemplos. Los ciudadanos del cantón alemán de Suiza son muy alemanes. Tanto que el simple paso de un pueblo de lengua francesa a uno de lengua teutona parece el cruce de una frontera simbólica que traspasa culturas. Pero Suiza les va bien, tanto porque ha sabido sumar identidades sin diluirlas como porque garantiza el equilibrio económico. Catalunya, en cambio, sufre de las dos heridas: España no garantiza la consolidación lingüística catalana –sino al contrario, trabaja para erosionarla– y tiene una relación vampírica con nuestros recursos. Es decir, es un Estado que nos va a la contra.

Pero en una sociedad de orígenes múltiples es difícil que las cuestiones esenciales aglutinen las voluntades mayoritarias, y en cambio las pueden aglutinar las cuestiones económicas. Al fin y al cabo, vengamos de donde vengamos, todos sufrimos el mismo expolio que empobrece nuestra realidad colectiva. Y este es un idioma que entiende todo el mundo, incluso cuando no habla el idioma propio. De la bandera en el bolsillo. Pues sí, y son buenas noticias.

Retorno a la astucia

Al catalanismo le costará sangre, sudor y lágrimas defender lo recuperado en 30 años

Antoni Puigverd - LA VARGUARDIA - 01/07/2011

Habrá que esperar a la victoria del PP en las generales para que tertulianos y políticos catalanes tomen conciencia de la magnitud del terremoto que ha puesto patas arriba un escenario estabilizado a partir de 1980 en torno al eje de tensión pujolismo-antipujolismo? Pasados 30 años, tres fenómenos coincidentes pueden estar gestando la tormenta perfecta. Una tormenta que pondrá en riesgo el catalanismo que comparten CiU y los tres partidos de izquierda. El primero de estos fenómenos es la crisis, que con su rastro de sufrimiento, irritación y malestar, afecta al electorado natural de la izquierda, pero también socava al Govern de Mas, que, recortando, desprotege y ofende. El segundo es la pérdida de legitimidad de la política. Todas las instituciones están siendo cuestionadas, pero especialmente las que no están completamente arraigadas. La clásica abstención en las elecciones catalanas adquiere ahora sentido: las instituciones que no representan a todos están en grave peligro (no puede extrañar que el bloqueo y acoso al Parlament hayan sido tan ampliamente excusados en la propia Catalunya). Tercero: el hundimiento del PSC ha dejado un vacío que el PP ocupa con desparpajo.

Estos tres factores (crisis, deslegitimación del sistema, vasos comunicantes PSC-PP) sitúan el catalanismo ante una encrucijada. Insisten muchos en la tonta pelea de gallos del pasado (pujolismo-antipujolismo). Sueñan otros muchos con las sirénicas encuestas (¡sube el independentismo!). Todo parece indicar, sin embargo, que la gran manifestación del año pasado contra la sentencia del TC fue el canto del cisne de una época. El independentismo puede agarrarse a un clavo ardiente: que el euro y Europa se vayan al garete. Tan enorme convulsión daría credibilidad a cualquier salida. Pero en un escenario de mínima estabilidad continental, con un PP avanzando en el interior de Catalunya e imperando en España, el catalanismo entra en fase defensiva: evitar la división interna catalana; defender las conquistas institucionales y lingüísticas. Al catalanismo, le costará sangre, sudor y lágrimas defender lo que en 30 años ha recuperado. Pero el principal peligro al que se enfrenta no es la aparición estelar del PP. El principal peligro es convertir el catalanismo en un erizo.

El poeta Arquíloco escribió un verso enigmático: "El zorro conoce muchas cosas, pero el erizo sólo una gran cosa". Y en un célebre ensayo, Isaiah Berlin lo interpretó. Existen dos tipos de personas: las que se cierran, protegiéndose detrás de fuertes púas, como el erizo; y las que se abren, confiando como el zorro en la astucia. No es cerrándose a cal y canto como el catalanismo sobrevivirá (la historia, montada en automóvil, puede aplastarle), sino recuperando la astucia perdida en la aventura del Estatut. El más pegado a la realidad de nuestros escritores, Josep Pla, lo dejó escrito. No existen más que dos maneras de mantener la libertad: o la fuerza, o la astucia. Cuando las fuerzas fallan, queda la astucia.

- L'últim debat de l'estat espanyol protagonitzat per Zapatero:

Una despedida frustrada

JOSEP RAMONEDA - EL PAÍS - 30/06/2011

El objetivo de Zapatero en el debate del estado de la nación era salvar su balance y dar sensación de normalidad en el ejercicio de sus funciones. El objetivo de Rajoy era consolidar el clima de fin de ciclo que ya está instalado en la sociedad, pidiendo elecciones por enésima vez.

La tarea de Rajoy era relativamente fácil. Que la legislatura está agotada es de dominio público; por tanto, su ejercicio era redundante. A base de apostar por lo evidente, que la crisis ha quemado al Gobierno, Mariano Rajoy se consolida como aspirante a presidente por defecto. La ciudadanía ve que las cosas no funcionan y, en estos casos, la democracia, a diferencia de los demás regímenes políticos, ofrece la opción del cambio sin trauma. Por pura higiene democrática, Rajoy debería hacer algún esfuerzo para merecerlo.

La tarea de Zapatero era misión imposible. Las cosas son lo que son y la percepción de ellas que se ha instalado en la sociedad. Seguro que es cierto que las desregulaciones propiciadas en los años del aznarismo, y su apuesta por el poder financiero -para hacer de Madrid capital global del espacio iberoamericano- y por la construcción, debilitaron el sistema, que fue devorado por la crisis. Pero ocurrió hace tiempo y ni siquiera a los que se dejaron engañar entonces y ahora no pueden pagar la hipoteca, se les ha ocurrido que fueran aquellas políticas las causas de sus desgracias. Las cosas les van mal ahora. Y ahora mandan los socialistas. Seguro también que las bases de protección social y de ayudas varias que los Gobiernos de Zapatero han creado son útiles para atemperar los golpes de la crisis, pero la realidad del malestar es demasiado fuerte para que la gente perciba el valor de estos mecanismos. Por tanto, el discurso de Zapatero, revaluando su herencia, solo podía quedar a beneficio de inventario. Para hacer pedagogía eficiente se necesita cierta autoridad. Y Zapatero, en este momento, no la tiene.

El resultado de este cruce de objetivos fue desolador. Creo que hay una enorme confusión en la clase política respecto a la salud de nuestra democracia. Toman el hecho de que la gente vaya a votar como un salvoconducto a la impunidad y están muy equivocados. Primero, hay mucha gente que no va votar (bastante más del 40% en las últimas municipales); segundo, la gente que va a votar lo hace, muy a menudo, por un gesto de civismo y por el mal menor, pero sin que en su papeleta conste un aval incondicional a la clase política, ni mucho menos. Cuidado, por tanto, en confundir voto con bula. Y en creer que la democracia solo concierne a la ciudadanía una vez cada cuatro años.

Zapatero perdió la ocasión de buscar la empatía con los ciudadanos. Ahora ya no se espera nada de él. De modo que la única forma de conectar con la gente era volver, por un momento, al terreno de lo sensible: transmitir en su discurso lo que transmite su rostro actualmente, una profunda tristeza (¿alguien se acuerda de su famosa sonrisa?), una sensación de amargura porque todo haya salido tan mal. Creo que Zapatero no es un cínico, y, en cambio, no ha sabido transmitirlo porque está demasiado parapetado detrás de una piel de elefante que le ha alejado de la realidad. Sus éxitos en la modernización de España en materia de costumbres y libertades y en la derrota de ETA son indudables. Pero ha resultado que, a la hora de la verdad, solo ha contado la economía. Y no supo corregir la herencia que ahora critica. Él también se dejó llevar por la quimera del oro. Su figura ya está descompuesta a ojos de los ciudadanos. Y él se empeña en aguantar el tipo hasta el final.

Rajoy a piñón fijo: elecciones. ¿Cuántas veces ha pedido este hombre elecciones en su vida? Sin duda, es más fácil pedir elecciones que decir para qué. Pero Rajoy sabe que hay una pulsión de cambio a lo que sea. Y con eso le basta. Sin embargo, con su empeño en poner el acento en las elecciones y no en los objetivos, da más argumentos a los que piensan que los políticos no tienen otro objetivo que conquistar el poder y que el interés general les tiene sin cuidado. A mí, francamente, me cuesta mucho entender que los electores no penalicen a un partido que solo ha jugado a cuanto peor mejor. Pero también me costaba entender que votaran listas electorales cargadas de imputados en casos de corrupción y, sin embargo, ganó Camps.

¿Cuál es el programa de Mariano Rajoy?

Martí Saballs  - Subdirector de Expansión en Barcelona - 28/06/2011

El estado de España está peor hoy que ayer. Fue muy triste el espectáculo ofrecido por el futuro expresidente del Gobierno y el potencial futuro presidente.  Zapatero ganó el debate simplemente porque el opositor no ofreció alternativa. Y esto, es muy mala noticia. Lo ganó porque Rajoy no estuvo a la altura de quien muchos consideramos que será el futuro director general de España S.A.

Ayer, realmente, pensé que los indignados sobre el estado de la política en este país tienen razón. Hubo un momento en que me dieron ganas de salir en globo de Paseo de Gracia mientras pasaban por la calle los manifestantes de la filial de la empresa francesa Alstom, que amenaza cerrar su fábrica. A estas horas, las redes sociales ya iban llenas comentando el último escándalo nacional: la línea de AVE Toledo-Albacete se cierra porque llevaba nueve pasajeros diarios y pierde 18.000 euros al día. Otro pecado más de nuevo rico. Como tantos otros que hemos vivido a nivel municipal, autonómico y estatal.

Hay veces en que perdonar la vida es positivo. Mariano Rajoy pudo hacerlo ayer. Pudo mirar al futuro y siguió mirando el pasado. Ayer no tocaba mirar todo el rato por el retrovisor. Rajoy preguntó veinte veces por qué. Ya no queremos saber por qué ocurrió esto, sino qué hara usted. Un Zapatero amortizado, de salida, ganó sorprendentemente una batalla dialéctica en la que empezaba perdiendo por goleada.

Rajoy, en vez de recriminar a Zapatero la herencia que va a dejar y pedir elecciones anticipadas -justificadísimas-, tenía que haber ofrecido una propuesta de gobierno. No era necesario entrar en detalle, ir línea a línea, o hablar de Basilea III, como le pidió Zapatero. Para eso, estará la campaña electoral. Tenía la oportunidad de presentar ante los españoles las líneas básicas de su futura dirección. No lo hizo.

Sigue sorprendiendo que el discurso de más nivel de Estado, con mayores propuestas de futuro sobre reformas laborales, financieras, fiscales o de desarrollo empresarial, las realizara ayer Josep Antoni Duran Lleida, un nacionalista catalán. Precisamente fue CiU que, con su abstención, permitió hace algo más de un año que el Congreso aprobara las reformas light que la Unión Europea pedía a una España sobre quien ya pendía la guadaña de los mercados financieros. Permitió que respiráramos tranquilos unos cuantos meses más.

Quiero entender por qué Rajoy no dice qué hará si gana el PP las próximas elecciones. Sus propuestas serían realistas y crudas y, quizás, no le interesa decir la verdad. Es un error. Rajoy no puede engañar al electorado, hacer de griego conservador, y ofrecer  un discurso social, como si aquí no pasara nada. Artur Mas, meses antes de las elecciones catalanas, ya avisaba de que no vendrían tiempos fáciles.  España necesitará coger las tijeras, recortar el presupuesto estatal y pedir a las autonomías, diputaciones, comarcas  y los municipios que hagan lo propio. Hay que limpiar el patio.

Rajoy debe decir, y supongo que ayer evitó decir lo que piensa, que los excesos de siete años de socialismo zapaterista obligarán a instalar un copago sanitario progresivo según ingresos, a aumentar las tasas universitarias -sobre todo a repetidores-, a reducir las inversiones en infraestructuras que no sean rentables, a seguir reformando el mercado laboral copiando las mejores prácticas europeas, a reformar el sistema administrativo, a privatizar lo privatizable y a generar un sistema fiscal más justo que apueste por la creación de empleo. Rajoy debe decir y aceptar que su próximo gobierno deberá soportar huelgas y manifestaciones, que España debe pasar por un purgatorio antes de poder volver a recuperar lo perdido.

Zapatero pasará a la historia de España por no haber actuado rápido para enfrentarse a la crisis, que negó mientras ya estaba encima nuestro. Rajoy no puede caer en un error similar. No puede esconder un día más su plan de Gobierno a los españoles. En estos momentos, España necesita líderes políticos que no pretendan engañarnos más, que digan la verdad y que nos ofrezcan una guía para poder salir de un atasco que podemos arreglar sólo desde el realismo y el pragmatismo. Trabajando más y gestionando los recursos escasos. Sólo así podremos estar mejor a medio plazo.

- El relleu en l'alcaldia de Barcelona:

Volveremos

JORDI HEREU - EL PAÍS - 01/07/2011

En el momento de dejar de ser alcalde de Barcelona y de poner fin a 32 años de gobernación progresista de la ciudad quiero afirmar con convicción pero sin la menor petulancia que volveremos. Desde hoy mismo me empeño con mis compañeros en crear las condiciones para que Barcelona vuelva a tener un gobierno progresista en el año 2015. Soy consciente de que conseguir recuperar la confianza de una mayoría ciudadana en el socialismo municipal será una tarea ardua y compleja, que requerirá de voluntad y acierto en la realización de los deberes que nos han impuesto los ciudadanos con su voto.

Requiere en primer lugar asumir con humildad y respeto el veredicto de las urnas y aceptar el papel de oposición que nos ha sido asignado. Con el deseo de seguir sirviendo a la ciudad mediante el ejercicio del papel de oposición al nuevo gobierno municipal. Un desempeño que quiero que sea útil para la ciudad. Nunca hasta hoy se ha ejercido la oposición por quienes contamos con una larga experiencia de gobierno y de conocimiento de la ciudad. Esta circunstancia añade un plus de responsabilidad y de compromiso que nos obliga a actuar en todo momento pensando en la continuidad y la fortaleza de la institución. Es decir, haremos una oposición proactiva, rigurosa, solvente, a pie de calle y con voluntad de servicio. Una oposición guiada por dos orientaciones básicas: colaboración con el gobierno municipal en todo aquello que contribuya a ampliar los horizontes de futuro de la ciudad y vigilancia para impedir la parálisis, la limitación de las aspiraciones o la subordinación de los intereses de Barcelona. Colaboración para contribuir al gran esfuerzo colectivo y solidario necesario para vencer la crisis para sacar el máximo provecho del potencial de Barcelona para la recuperación económica, para convertirla en una capital del talento y la creatividad, para gobernar el cambio de escala que supone el área metropolitana, para ejercer de capital y de motor de Cataluña. Vigilancia para defender los derechos sociales de los barceloneses, para garantizar la libertad, la convivencia, la seguridad y la calidad de nuestro espacio público, para proseguir el proceso de integración de la nueva inmigración y para mantener la solvencia, el rigor, la austeridad y la transparencia de la gestión municipal.

Ahora bien, el ejercicio responsable y riguroso de la oposición no es suficiente para aspirar a merecer de nuevo en el año 2015 la confianza de los barceloneses. Es condición necesaria pero no suficiente. Se precisa algo más. Se precisa proponer a los barceloneses un nuevo horizonte, con nuevas formas de compromiso cívico. Para ello es primordial entender e interpretar el mensaje de una ciudadanía que ha creído conveniente optar por el cambio y la alternativa. Así como el mensaje de los ciudadanos que han expresado un voto de protesta con su abstención, su voto en blanco y su voto nulo. Porque en política tan importante es entender a los que han hablado como a los que han callado. Todo ello supone la determinación de hacer política de otra manera, entendida como servicio, dedicada a promover el interés general, basada en una permanente conversación cívica y en el respeto y reconocimiento del adversario, con unos partidos que sean instrumentos útiles de participación y de gobierno, sin pretender secuestrar la voluntad ciudadana, ni reprimir el libre debate y el libre pensamiento en su interior.

Y por encima de todo me exijo -nos exigimos- reafirmar el compromiso con Barcelona y su gente, la disposición de darlo todo por Barcelona que ha guiado mi trayectoria política desde el primer día.

Compromiso y pasión por Barcelona, sentido institucional, oposición proactiva, reinvención de la alternativa progresista. Sobre estas premisas basaremos nuestra actuación en los próximos cuatro años, convencidos de que contamos con la ilusión y la energía necesarias para ello. Si estamos a la altura de la tarea que nos han impuesto los ciudadanos estoy convencido de que volveremos. Volveremos para levantar una Barcelona grande, fuerte, abierta, cosmopolita, presente y competente en el mundo. Y a la vez, una Barcelona para vivir y convivir, para progresar y compartir. La Barcelona que desde su personalidad singular dará el salto definitivo a la categoría de ciudad global.

- I finalment un sobre el permanent debat en ensenyament públic a Catalunya, especialment rellevant i coincident amb la meva forma de pensar:

Sobre el final de la sisena hora educativa

Joaquim Coll - Historiador. EL PERIÓDICO - Dimecres, 29 de juny del 2011   

Si hi ha un assumpte que encara em desconcerta, és el desdeny amb què els sindicats de mestres, particularment la majoritària USTEC, van tractar l'assumpte de la sisena hora a l'escola pública de primària. La seva introducció va suposar un esforç inversor molt substancial en la contractació de més professorat, i va equiparar el model públic al concertat, i això no és menor en un moment en què les classes mitjanes, davant de certes pors, valoren més la selecció de l'alumnat que la barreja. La mesura es va desqualificar amb arguments pedagògics rousseaunians, sobre la idea que amb cinc hores lectives diàries n'hi ha prou per a l'aprenentatge, i esgrimint certs inconvenients organitzatius, que la realitat va demostrar exagerats. Després de quatre anys els beneficis de la sisena hora ja es començaven a notar, com mostra la millora en aquest curs dels resultats en la prova de sisè de primària en llengües i matemàtiques.

La seva supressió ara, com a criteri general als centres públics, és un pas enrere. Aquells que abans van maltractar la sisena hora des de la rigidesa ideològica, com la portaveu sindical Rosa Cañadell, ara se sumen a les crítiques, però amb la seva actitud anterior no van ajudar a consolidar el que era un avanç per a l'escola pública. Per la seva part, la consellera Irene Rigau, alhora que anuncia les retallades, distreu l'atenció amb debats fantasmes i és hàbil seduint els sindicats; procedeix del sector educatiu i parla el seu mateix llenguatge. A més ho té fàcil: el seu predecessor en el càrrec, Ernest Maragall, va acabar enfadat amb tothom; amb poca habilitat, perquè el tripartit va invertir moltíssim en educació. I és que no vaig entendre mai per què José Montilla el va nomenar conseller quan tenia a mà algú de prestigi com Joan Manuel del Pozo. En honor de Montilla s'ha de dir que ha estat l'únic socialista que ha dimitit com a diputat després de la patacada de les autonòmiques, i en canvi cap dels seus exconsellers al Parlament, començant per Maragall, s'ha donat encara per al·ludit.