L'alcalde de Barcelona, Jordi Hereu, ha afirmat que acatarà, però recorrerà contra la resolució del Tribunal Superior de Justícia de Catalunya (TSJC) de suspendre part del Reglament d'ús de la llengua catalana de l'Ajuntament. Durant una conferència a Madrid, Hereu ha defensat que la resolució "no té cap transcendència" en el dia a dia de la ciutat i ha subratllat que en el tema de la llengua "hi ha certa obsessió" a la capital espanyola. Aquestes declaracions vénen després que el TSJC hagi suspès cautelarment alguns els articles del Reglament. La resolució arriba després del recurs contenciós administratiu que va interposar contra el Reglament el Partit Popular, que com sempre aquests, volen utilitzar la llengua com un element de confrontació, i no com un instrument de convivència.
Tot això ha provocat algunes reaccions i/o opinions de les quals vull destacar aquesta com a element de reflexió:
En una verdadera nación existen elementos sagrados con los que no se juega a aporrear al vecino
Antoni Puigverd, La Vanguardia 29/10/2010.
Los hablantes del castellano en España no son culpables de los pasados siglos de persecución del catalán, aunque parecería lógico esperar de ellos cierto sentido de la compensación. En todas las democracias de verdad existe el concepto "discriminación positiva", que protege el desarrollo de aquellas especies naturales o sectores sociales que han sido gravemente perjudicados por la historia. La sentencia del Tribunal Constitucional, aunque con prosa distante y gélida, reconoce esta posibilidad compensatoria. Este es el camino legal que hay que profundizar a partir de ahora. Defender la compensación del catalán ante la judicatura; y combatir el mito liberal, el último argumento de los que reclaman la regresión del catalán a los espacios íntimos. Las lenguas -dicen- no tienen territorio, solo hablantes: ¿olvidan que, fuera del ámbito público, desligadas del territorio, las lenguas se convierten en mero dialecto familiar, paso previo a su extinción?
Ya un letrado del Parlament recomendó eliminar el término "preferente". Argumentaba que podía suscitar una revisión en negativo por parte del TC de la política lingüística catalana (una política que, basada en la ambigüedad de la Constitución y del Estatut del 1979, el propio TC había reiteradamente avalado). Así ha sido. Eliminado el término por el TC, no queda más remedio que agarrarse al clavo ardiendo de la "compensación histórica", que la sentencia, explícita aunque gélidamente, contempla. Será un camino arduo y desagradable: de largos y penosos pleitos. Este es el precio que pagará Catalunya por la aventura de un Estatut, que buscando eliminar la ambigüedad constitucional, juzgada insuficiente, ha chocado con la querencia contraria: la ambigüedad también molesta a los partidarios de la uniformidad, que son cada vez más fuertes en España. Existe otra vía: repetir el 6 d´Octubre (1). Lo que no tiene nada que ver con la grotesca retórica de unos cargos de la Generalitat que ayer proclamaron la desobediencia sin bajar del coche oficial. Ya basta de palabrería. Si no van a repetir el 6 d´Octubre, deberían tener al menos el pudor de callarse.
Algunos se empeñaron en avanzar hacia el monolingüismo catalán (2). No quisieron enterarse de que, en un país como Catalunya, cualquier avance de la lengua propia debe contar con el consenso proactivo de la mayoría castellanohablante. Este consenso existía años atrás. ¿Existe ahora? La respuesta a esta pregunta es la clave del futuro de la lengua catalana. Recuperar, si es posible, el consenso social a favor del catalán es el primer deber de los partidos que dicen defender la lengua. Mas y Collboni intentaron ayer aprovechar el chasco judicial para ganar unos cuantos votos. Flaco favor hicieron al catalán. En una verdadera nación existen elementos sagrados con los que no se juega a aporrear al vecino. Nada más sagrado que la lengua. Guarda la memoria de una cultura que está en serio riesgo de desaparición.
(1) Los hechos del seis de octubre fue el movimiento de insurrección del gobierno autónomo de Cataluña contra la involución conservadora del régimen republicano, el 6 de octubre de 1934, cuando el presidente Lluís Companys proclamaba el Estado Catalán de la República Federal Española.
(2) Se aplica a la persona que habla una sola lengua.