martes, 22 de marzo de 2011

El debate nuclear es a la vez inevitable y legítimo


Encara que a dia d'avui no es conegui el nombre exacte de víctimes del tsunami de l'11 de març -sens dubte molt més considerable del que ens imaginàvem- ni la gravetat real de les fugides radioactives de la central de Fukushima, hi haurà un abans i un després del cataclisme de Japó. Encara que aquests segueixen sent moments per a la tristesa, la compassió i la solidaritat amb els japonesos, també hem d'intentar veure més enllà del drama. La crisi nuclear desencadenada a partir d'aquesta central pot afectar a la resta del món en un tema clau: l'energia. Ningú tampoc pot pretendre implementar una energia de risc zero. El risc sempre existirà.

- Alguns interessants debats oberts:

"Tras Fukushima, las eléctricas deben gastar más dinero"

Dos físicos de izquierdas, uno pronuclear y otro anti, debaten sobre las lecciones del desastre

MANUEL ANSEDE - PÚBLICO - 19/03/2011

Era una mañana de abril de 2003 y Estados Unidos acababa de invadir el Irak de Saddam Hussein. El físico Francisco Castejón, con una chapita del No a la Guerra en el pecho, entraba al Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (Ciemat), en Madrid. Iba a enfrentarse a un tribunal de oposición para optar a una plaza en el organismo científico. Uno de los miembros del tribunal se quedó mirando su chapa y le espetó: “Esto no son los Óscar”. Pero el presidente le echó un capote. Y se sacó la plaza. El presidente era Manuel Lozano Leyva, catedrático de Física Atómica, Molecular y Nuclear de la Universidad de Sevilla. Ahora, en pleno desastre en la central japonesa de Fukushima, Público reúne a ambos físicos nucleares, los dos públicamente de izquierdas, para discutir sobre la energía atómica. Castejón es fervientemente antinuclear y dirige la campaña contra los reactores en Ecologistas en Acción. En el Ciemat, investiga fusión nuclear, no fisión. Lozano Leyva es un defensor beligerante de esta energía. Hace dos años, publicó Nucleares, ¿por qué no? (editorial Debate), un libro en el que intenta tumbar “los prejuicios que a menudo impiden un debate sereno y bien informado”, como el que ellos protagonizan.

Francisco Castejón: Investigador en fusión termonuclear en el Ceimat y portavoz de Ecologistas en Acción.

“La energía atómica es inmadura y no ha solucionado la seguridad y los residuos”

“El riesgo de la nuclear no es asumible, sobre todo cuando hay alternativas”

“España ahora exporta energía a todos sus vecinos, también a Francia”

“En 2020, el país puede estar sin nucleares y  con una reducción del 40% de emisiones de CO2” 

Manuel Lozano Leyva: Catedrático de Física Atómica, Molecular y Nuclear de la Universidad de Sevilla.

“El mundo va a consumir el doble de energía. ¿De donde la vamos a sacar?”

“El debate no son las renovables, es optar por la energía fósil o la nuclear”

“¿Somos más listos, más limpios y más de izquierdas que los finlandeses?”

“Fukushima es una oportunidad para que se dispare la seguridad a extremos inconcebibles”

Seguridad

Francisco Castejón: La tecnología nuclear es fantástica. El conocimiento del átomo tiene muchísimas derivaciones. Pero, después de 60 años, la energía nuclear sigue siendo inmadura, porque no ha logrado solucionar sus dos grandes problemas: la gestión de los residuos radiactivos y la seguridad. Es cierto que cada vez avanzamos más en seguridad. Y gracias a Fukushima vamos a aprender mucho. Pero estamos aprendiendo porque la realidad nos va dando más disgustos.

Manuel Lozano Leyva: Disgustos, pero no muertos ni afectados.

Francisco Castejón: De momento hay una veintena de afectados severamente, y una nube radiactiva que ha llegado hasta Tokio. Lo de Fukushima era improbable, pero es que acaba por suceder. Que me toque la lotería es improbable, pero hay gente a la que le toca la lotería. ¿Es asumible este riesgo? Este es el debate, y yo creo que no es asumible. Hay un accidente cada 10 o 20 años, es terrorífico, pero eso es asumible según otros. Yo creo que no lo es, sobre todo porque hay alternativas. Yo le diría a estos señores de la industria nuclear: solucionen esos problemas, y entonces vuelvan.

Manuel Lozano Leyva: Había una percepción social de que las centrales eran completamente seguras, porque hacía mucho que no había producido un accidente grave, y se hacía recaer el peso sobre los residuos. Fukushima es una oportunidad para volver a hablar y que se dispare la seguridad hasta extremos inconcebibles. Estamos ante, posiblemente, la mayor agresión que puede sufrir una central: un terremoto de magnitud 9 y un tsunami. Yo creo que la seguridad va a aumentar un orden de magnitud, en las ya construidas y en las que están por construir. Va a cambiar todo, también en España. En Burgos, Santa María de Garoña tiene una presa cercana. Puede haber una inundación, no sería un tsunami pero puede afectar a la planta. Aquí va a cambiar todo. Una presa no se rompe así como así, pero hay que revisarlo todo. Fukushima, al margen del debate, va a aumentar la seguridad de las centrales hasta unos extremos increíbles. Y el coste de ese aumento de seguridad, que lo paguen las eléctricas. Lo que haga falta.

Francisco Castejón: Por supuesto.

Residuos

Manuel Lozano Leyva: También hay mitos en el tema de los residuos.

Francisco Castejón: Hay amarillismo en todos los lados.

Manuel Lozano Leyva: Esta es la única industria que tiene sus residuos controlados y gestionados. Es muy caro, pero eso lo amortiza una central perfectamente. Hay otras industrias, como las químicas, donde los metales pesados no sabemos ni dónde van y son bastante más peligrosos que los radiactivos. Lo veo, incluso, como una ventaja. Hay que manejarlos con muchísima precaución, pero nunca ha habido un afectado en el manejo de residuos radiactivos. Y van 60 años.

Francisco Castejón: Los residuos nucleares acaban por decaer, pero en 250.000 años.

Manuel Lozano Leyva: Los de arsénico no decaen nunca.

Francisco Castejón: El problema es que los residuos son muy peligrosos porque puedes recibir una dosis mortal y no te has enterado.

Manuel Lozano Leyva: La radiactividad ni pica, ni huele ni se ve, pero se detecta con una facilidad tremenda.

Ocultismo

Francisco Castejón: Garoña tiene un sistema de contención Mark 1. A raíz del desastre de la Isla de las Tres Millas [EEUU, en 1979], hubo que revisar esas contenciones. Se repararon como se pudo. En Fukushima vemos que las reparaciones no han sido suficientes. La contención del reactor 2 se ha roto. ¿Hasta qué punto está rota? No lo sabemos. ¿Por qué? Por el ocultismo. Parece que los ciudadanos no somos suficientemente maduros para recibir las malas noticias y se nos ocultan.

Manuel Lozano Leyva: ¿Qué tiene que ver eso con la energía nuclear? Si alguien oculta información, deben ir a la cárcel. He estado hablando toda la semana con miembros del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) y del Organismo Internacional de Energía Atómica, y todo lo que me han ido explicando ha aparecido en los medios de comunicación. En Fukushima ha habido muy poco ocultismo, si es que ha habido.

Francisco Castejón: El director del CSN francés y el de EEUU también dicen que les han ocultado datos En la central de Ascó (Tarragona), en 2007, hubo una fuga de partículas radiactivas y no dijeron nada. Hay una contradicción: la seguridad y el dinero. El precio de instalar un megavatio nuclear se multiplicó por cinco tras el accidente en la Isla de las Tres Millas. Y ahora va a subir mucho más el precio.

Manuel Lozano Leyva: Debería ser estatal, como en Francia. Yo espero que la única víctima de Fukushima sea el comisario que dijo que era el ”apocalipsis” [el comisario europeo de Energía, el alemán Günther Oettinger]. Espero que lo echen.

Revisión en España

Francisco Castejón: Se pueden realizar pruebas más duras a las centrales, pero no sabemos si se harán. Si lo único que hacemos es revisar los cálculos sísmicos, es insuficiente.

Manuel Lozano Leyva: Evidentemente, no va a haber un terremoto en Burgos.

Francisco Castejón: Bueno, un ejemplo sería el embalse de Alarcón, aguas arriba de Cofrentes. Ese embalse no aguantaría el terremoto máximo que sí aguantaría la central nuclear.

Manuel Lozano Leyva: Habrá que estudiar todas estas variables mejor. Las presas se pueden romper.

Francisco Castejón: Además, nosotros pedimos pruebas de presión en las contenciones, para ver si son de verdad estancas o pierden gases. Pero si hacen esta prueba, pueden sufrir desperfectos. Lo hemos pedido en varias centrales, como Cofrentes.

Futuro de la nuclear

Manuel Lozano Leyva: Vamos a suponer que todos los países convergen en un Índice de Desarrollo Humano de 0,9, un poco menos que España, con un consumo de energía un poco menor que el nuestro. La energía que habría que consumir en el planeta sería el doble que la actual, y eso sin tener en cuenta un aumento de la población. En las próximas décadas, en el mundo, si queremos que sea más justo, se consumirá el doble de energía. ¿De dónde va a sacar la humanidad esa energía? Yo creo que la única posibilidad es o carbón, gas y petróleo, o nucleares con todas las renovables que sean razonablemente posibles. Para mí el debate es ese: o combustibles fósiles o nuclear.

Francisco Castejón: No existe una correlación entre el consumo de energía y el Índice de Desarrollo Humano, por lo menos para ciertos niveles de consumo. Hay países que consumen mucho más que España y no viven mejor, como Kuwait.

Manuel Lozano Leyva: Si queremos que la humanidad converja de una manera equitativa y razonable, tiene que empezar a dejar de depender del gas, el carbón y el petróleo. Por dos razones como mínimo: estratégicas y de dependencia, porque están en manos de indeseables.

Francisco Castejón: El 80% de la energía primaria del mundo procede de combustibles fósiles, el 6% es nuclear y el resto, renovables incluyendo biomasa. Como ecologista, impugno el 86%, pero no hoy. Pido un cierre escalonado de las nucleares. En España, es posible hacerlo en 2020, sin problemas. Hoy, el país exporta energía a todos sus vecinos, también a Francia. Ese argumento de que España importa electricidad nuclear de Francia...

Manuel Lozano Leyva: ¿Quién usa ese argumento? Yo no.

Francisco Castejón: El Foro Nuclear, por ejemplo. Simplemente, si uno mira las cifras, las centrales nucleares en España son ya prescindibles. ¡Hoy! Tenemos un exceso de potencia instalada, hay unos 105.000 megavatios (MW), porque tenemos un sistema eléctrico demencial, liberalizado. Con semejante cantidad de potencia instalada se puede prescindir tranquilamente de las nucleares hoy, pero de forma sensata deberíamos esperar 10 años, para permitir equilibrar la red, amortizar las nucleares para que a los ciudadanos no les cueste un duro y que dé tiempo a desarrollar fuentes de energía renovable. Hoy tenemos muchísima eólica y todavía cabe más.

Manuel Lozano Leyva: ¿Cuánta más?

Francisco Castejón: Nosotros estamos defendiendo 30.000 MW [en la actualidad hay unos 20.000].

Manuel Lozano Leyva: Eso no se lo cree nadie. Háblame de la fotovoltaica.

Dudas sobre las renovables

Francisco Castejón: La fotovoltaica se ha desarrollado muy mal porque el Gobierno se ha limitado a instaurar un sistema de primas sin tener en cuenta otros elementos. Si concedes primas sin poner una infraestructura industrial propia, española, estás basicamente importando paneles solares a alto precio.

Manuel Lozano Leyva: Y enriqueciendo a la Casa de Alba.

Francisco Castejón: En los instaladores hay 35 grandes empresas, pero por debajo de ellas hay una infinidad de pequeños inversores.

Manuel Lozano Leyva: ¿Pero estamos de acuerdo en que Endesa y la duquesa de Alba son de los más potentes del sector? 13 megavatios cada uno. Y dicen que la fotovoltaica es de izquierdas.

Francisco Castejón: Lo que quiero decir es que estas fuentes de energía pueden experimentar un desarrollo fuerte en 10 años.

Manuel Lozano Leyva: ¿Incluyes la fotovoltaica?

Francisco Castejón: Sí, pero sobre todo la solar termoeléctrica.

Manuel Lozano Leyva: La fotovoltaica es chatarra en el campo.

Francisco Castejón: Con la fotovoltaica se ha hecho mal el sistema de primas y fue un error no potenciar su uso en los tejados frente al suelo. Los tejados deberían estar llenos de paneles. Se ha hecho mal. Y, respecto a la solar termoeléctrica, hay 500 MW planificados.

Manuel Lozano Leyva: El año pasado, Solúcar [un proyecto de Abengoa en Sevilla], instalado por cierto en el cortijo familiar de los Benjumea, propietarios de Abengoa, estuvo tres meses y medio sin producir nada, ni un megavatio. ¿Por qué? Porque estuvo tres meses y medio lloviendo.

Francisco Castejón: Sí, y un parque eólico funciona 2.000 horas al año, y el año tiene unas 8.000 horas. Eso es así. Pero en un horizonte a 10 años hay que tener en cuenta el ahorro y la eficiencia, el desarrollo de las renovables y de las tecnologías de almacenamiento. Con todo eso no sólo se pueden cerrar las nucleares, sino reducir las emisiones de CO2 un 40%.

Manuel Lozano Leyva: Voy a dar una cifra que demuestra que aquí alguien está loco. Finlandia gasta 5.000 millones de euros en hacer la central nuclear de Olkiluoto, que está prevista para funcionar entre 60 y 80 años. España gasta el mismo dinero, en un año, en primas para renovables. Nosotros ponemos 5.000 millones de euros al año para producir algo de energía y que los beneficiarios sean la Casa de Alba y las eléctricas. O los finlandeses están locos, o los locos somos nosotros. ¿Somos más listos, más limpios y más de izquierdas que los finlandeses?

¿Podemos prescindir de la energía nuclear?

ARTURO ROJAS / JOSÉ A. HERCE - EL PAÍS - 16/03/2011

El caso japonés obliga a situar las cuestiones de seguridad de las centrales por encima de todo lo demás

El parque nuclear español no muestra síntomas de agotamiento técnico

La energía es imprescindible para el funcionamiento de la sociedad y la economía y uno de los factores críticos de la sostenibilidad y la competitividad. Hay demasiadas apuestas sobre este recurso como para desconsiderar todas y cada una de las opciones que tengamos a nuestro alcance para un uso eficiente y seguro del mismo, desde su generación o aprovisionamiento hasta el uso final en hogares, vehículos, ciudades y otros territorios, Administraciones públicas y establecimientos productivos. El valor de estas apuestas y, por lo tanto, el coste de perderlas, es tanto mayor cuanto más concentradas estén en fuentes energéticas sensibles. La diversificación energética limita los costes y maximiza los beneficios.

En principio, esto es lo que se busca en nuestro país con la definición de un mix energético que combine, según lo permitan las tecnologías existentes y las diferentes consideraciones estratégicas, las diversas fuentes al alcance de la mano, complementado con políticas de ahorro y uso eficiente de la energía. En este mix han venido adquiriendo un papel muy relevante las energías renovables, no sin intensos debates acerca de lo indicado de los incentivos que han recibido, pero que han permitido a la industria española posicionarse muy favorablemente de cara a un futuro de mayor exigencia medioambiental que no ha hecho sino empezar. Claramente, en cualquier caso, se han ampliado las opciones energéticas.

Al mismo tiempo, la energía nuclear, en España y en muchos otros países, ha sido puesta en cuarentena durante décadas. Ello no ha impedido a la industria realizar un impresionante despliegue tecnológico del que han participado también las empresas españolas, conjurando el riesgo de una pérdida severa de know-how en tecnología, ingeniería y servicios gracias al mantenimiento de la operación doméstica y a la actividad internacional, estimulada, esta actividad, por países tanto emergentes como avanzados escasamente dotados de fuentes energéticas propias.

¿En qué medida, los terribles acontecimientos de Japón deben modificar el debate sobre la participación de la energía nuclear en el conjunto de opciones energéticas a nuestro alcance? Sin duda alguna, el debate debe hacerse lo más realista posible y admitir los nuevos elementos sin dejar de considerar los restantes. El elemento nuevo es, en realidad, el viejo elemento de la seguridad de las plantas nucleares. El caso japonés obliga a destacar las consideraciones de seguridad por encima de todas las demás, lo que implica también las decisiones adecuadas respecto al emplazamiento de las instalaciones nucleares.

El actual contexto energético, por sí solo, con el permanente recordatorio de que el precio del petróleo espera siempre su oportunidad para romper barreras o con el replanteamiento de las subvenciones a las renovables, exige, en nuestra opinión, una reconsideración de los elementos del mix energético. Por si esto no bastase, el escenario económico aporta numerosos argumentos para dicha reconsideración. Desde la necesidad de asegurar la competitividad de las actividades productivas, mediante la energía más barata y eficiente posible, hasta la de reducir el déficit crónico por cuenta corriente, para mejorar la financiación de nuestra economía.

No podremos decir que tenemos bien definido el mix energético, mientras no hayamos sopesado serenamente todas las opciones posibles en el nuevo contexto global y doméstico. Se impone, pues, un ejercicio de realismo que determine si las razones que motivaron las decisiones energéticas del pasado siguen siendo hoy válidas. O si siguen siendo vigentes las posiciones que en su momento apoyaron dichas razones. Posiciones que van desde la opinión experta hasta la opinión pública, unas y otras más o menos organizadas y cambiantes.

Como comentábamos, además del cambio de escenario, el progreso que ha hecho la tecnología nuclear ha sido formidable, en materia de seguridad especialmente. Por lo que las centrales existentes están en perfectas condiciones de cumplir sus máximos de vida útil en condiciones mejoradas de seguridad, ya que regularmente incorporan los avances producidos.

Hoy, nuestro parque nuclear no muestra síntomas de agotamiento técnico, y buena prueba de ello es que en 2010 registró una utilización media del 92%, nivel que compara muy favorablemente con otros referentes internacionales. El aumento de la producción nuclear en un 17% en ese año ha contribuido, junto con el buen año hidráulico y la aportación de las energías renovables, a que más del 55% de la producción eléctrica del año pasado procediese de fuentes sin emisión de CO2. Y del total de la energía eléctrica sin efecto invernadero (hidráulica, eólica y solar), la energía nuclear representó más de un 35%. Las centrales nucleares existentes son, por tanto, un elemento fundamental de la apuesta de nuestro país por cumplir en algún momento con los compromisos medioambientales de emisiones de CO2.

En la actualidad, la generación eléctrica de origen nuclear evita la emisión de una cantidad de CO2 equivalente a las emisiones que realiza la mitad del parque automovilístico español, lo que supone un ahorro anual de 1.000 millones de euros en derechos de emisión, de los que 57 millones corresponden a Garoña.

También en el ámbito medioambiental, la extensión de la vida de las centrales nucleares no solo no provoca ningún problema al que no tengamos ya que enfrentarnos (gestión de los residuos y el coste el desmantelamiento de las centrales), sino que abarata su coste medioambiental relativo y mejora su rendimiento, al repartir el esfuerzo de gestión entre una mayor producción.

La energía nuclear, y la central de Garoña en lo que le corresponde, contribuyen de manera relevante a abaratar el precio del mercado eléctrico, con el consiguiente efecto de contención en la subida de las tarifas eléctricas. Conviene recordar que las centrales nucleares, por la imposibilidad técnica de conectar y desconectar su funcionamiento, ofertan su energía a precio cero, es decir, son instalaciones aceptantes de cualquier precio de corte entre oferta y demanda. Todavía reciente la última subida de la tarifa eléctrica, no hace falta recordar la ventaja económica y el valor para la competitividad de nuestro tejido industrial de cualquier instalación con un coste de producción inferior a la media del sistema. En un escenario nada improbable de encarecimiento sostenido de los combustibles fósiles, las instalaciones nucleares representan al menos una cobertura parcial de dicho riesgo. Teniendo en cuenta que el sistema eléctrico arrastra con el déficit de tarifa un grave desequilibrio entre lo que se nos factura a los usuarios y el coste de prestación del servicio, cualquier medida que, sin efectos secundarios relevantes, suponga un menor coste de producción debe ser tenida en consideración.

En este contexto, debe plantearse también la continuidad de las centrales nucleares españolas, incluida la central de Garoña, y mucho más allá de la conveniencia, un tanto espuria, del intercambio de cartas en la negociación social sobre las pensiones en la que ha emergido inesperadamente esta cuestión. Aunque quienes ven también en este ámbito la implicación para el empleo, de todas formas, tienen razón. Por su localización, muchas centrales nucleares españolas desempeñan un papel articulador de las economías de sus zonas de influencia y más allá. En algunos casos son la mayor empresa de sus comarcas, provincias o regiones, incluso, y poseen importantes derivadas industriales, tecnológicas y de servicios.

Esto es así también en el caso de Garoña, cuyo cierre anticipado llevaría a la pérdida de 343 empleos directos de alta cualificación y productividad (475.000 euros por empleado) y de otros 1.189 empleos indirectos repartidos por muy diversos sectores de actividad y localizaciones circundantes a la central. Las consecuencias de la disminución del valor añadido en la zona y en el resto de España (unos 229 millones de euros al año) se traducirían también, entre otros efectos, en una pérdida de recaudación fiscal de 80 millones de euros al año. En las actuales condiciones presupuestarias, que se mantendrán durante los próximos años, no es aconsejable renunciar a semejantes ingresos para nuestras Administraciones tributarias, incluida la Seguridad Social. Al mismo tiempo, estas condiciones presupuestarias cercenadas por la crisis económica han hecho prácticamente inviable el plan alternativo para compensar los efectos socioeconómicos adversos que el cierre de la central tendría sobre la zona de influencia, el denominado "Plan Garoña".

Arturo Rojas y José A. Herce son socios de Analistas Financieros Internacionales (Afi).

Lo nuclear, «un asunto llamativo»

LUIS SEPÚLVEDA - PÚBLICO - 22 mar 2011  

El CSN criticó en un informe la falta de una cultura de seguridad en la Asociación Ascó-Vandellòs

Los dueños de las centrales nucleares son parte de esa minoría dueña del 95% de la riqueza planetaria

Mariano Rajoy es un orador de aquellos que prologan sus intervenciones advirtiendo: antes de hablar voy a decir unas palabras. A veces, muy pocas, esas palabras iluminadas quedan como un referente de su manera de pensar: “La gestión, todo lo realizado, los nuevos proyectos, esas son cosas que afectan a la gente. La guerra de Irak o la catástrofe del Prestige son dos asuntos llamativos, pero su influencia en la vida real de la gente no es tanta”.

Han pasado algo más de ocho años de tan profunda observación y en Japón un “asunto llamativo” ha puesto una vez más sobre la mesa el tema de la seguridad de las centrales nucleares, pero fuera de España, porque en el país que según el Gobierno tenía el tejido industrial y financiero más solvente del mundo, los dueños de las centrales nucleares representan al más lucrativo de los negocios.

No es casual que José María Aznar se declare “sin complejos” como el ferviente defensor de la energía nuclear y a los pocos días se conozca un estudio sobre seguridad nuclear realizado por el Foro de la Industria Nuclear Española y la Confederación Española de Organizaciones Empresariales. Este estudio concluye: “Con un programa nuclear implantado desde hace más de 40 años, las centrales españolas han acumulado 250 años de operación con las máximas garantías de seguridad”. Pero el estudio omite algunos “asuntos llamativos”, como que en marzo de 2005 hubo un paro simultáneo de las centrales de Garoña, Ascó I y Vandellós II, es decir, la tercera parte del potencial nuclear español, por motivos técnicos. Tal vez si el Gobierno hubiera exigido una mínima explicación al Consejo de Seguridad Nuclear, se habría enterado de que ya en 2002 el CSN acusaba a Unión Fenosa de no tener una mínima cultura de seguridad.

Las centrales de Garoña, Ascó I y Vandellós II son, respectivamente, de primera, segunda y tercera generación, de los años sesenta, setenta y ochenta. En Garoña se han detectado fallos en el sistema de venteos similares a los que causaron el accidente nuclear de Harrisburg (EEUU), en 1979. El 24 de agosto de 2004, en Vandellós II hubo una fuga originada por problemas de corrosión detectados en 1993, pero el CSN permitió que la central siguiera funcionando sin que se hicieran mayores estudios sobre el grado de la corrosión ni se procediera a una reparación definitiva. El porqué de la corrosión está más o menos claro: Vandellós II no se vale de agua destilada, como hacen las centrales alemanas o francesas, para extraer el calor del núcleo, sino de agua de mar, porque es gratis, porque evita una inversión en aras de la seguridad de los ciudadanos y del medio ambiente. A estos “asuntos llamativos” se debe agregar un estudio del CSN titulado Informe sobre la Degradación de los Servicios Esenciales en Vandellós II en el que critica duramente la falta de una cultura de seguridad en la Asociación Nuclear Ascó-Vandellós –Endesa e Iberdrola–, siempre dispuesta a reducir las inversiones en seguridad por motivos económicos.

El objetivo final es el lucro y no la seguridad. Y por mucho que Aznar se corte las venas apostando por la fiabilidad de las centrales nucleares españolas, el CSN denunció que las bocas de hombre –los agujeros por los que se ingresa para revisar las tuberías– en Vandellós II fueron cubiertas con una pintura que no respondía a ni un solo criterio de calidad que garantizara la seguridad de los trabajadores.

Estas y tantas otras demostraciones de puro desprecio a la vida, que sumado a los jugosos sueldos de los consejeros de los lobbies energético-nucleares y a la nula información que recibe una masa considerada consumidora de energía antes que ciudadanos, precisa de un urgente debate que necesariamente debe culminar en un plebiscito respecto del futuro energético que queremos.

Tenemos que saber y decir al vecino que las centrales nucleares fueron diseñadas para una vida útil de 30 años. Debemos gritar que en todo el mundo la vida media de una central nuclear, incluso de nueva generación, es de 27 años. Y tenemos que denunciar a los lobbies nucleares que mueven voluntades de gobiernos que voluntariamente permiten que la vida de las centrales nucleares se prolongue hasta los 60 años.

Los dueños de las centrales nucleares son parte de esa minoría dueña del 95% de la riqueza planetaria y a la que eufemísticamente se llama “el mercado”. A diario nos invitan a “tranquilizar a los mercados”, y una de las medidas tranquilizadoras consiste en leyes que eximen a las centrales nucleares de responsabilidades indemnizatorias en caso de accidentes o “asuntos llamativos”, como los llama Rajoy. Estas leyes limitarían los pagos por los daños ocasionados a 700 millones de euros, y el resto lo debe pagar el Estado, los ciudadanos, todos nosotros.

Es verdad que precisamos de energía y limpia, pero también es verdad que las centrales nucleares apenas aportan el 6% de la energía mundial y a la baja, porque el problema de los residuos nucleares, basura radioactiva para los próximos 3.000 años, las han puesto en jaque.

Ignorar el urgente debate sobre la energía que queremos, sobre el mundo que queremos, es actuar como aquel que si conduce a 110 km por hora se duerme. Si ignoramos este debate, lancémonos a 180 por hora, de ser posibles borrachos, sin ajustar el cinturón, hablando por el celular y fumando.

Luis Sepúlveda es escritor. Autor de ‘La sombra de lo que fuimos’.

- Una opinió amb molt sentit comú:

Responsabilidad

ALMUDENA GRANDES - EL PAÍS - 21/03/2011

En su último libro, El fin de una época, Iñaki Gabilondo explora las causas de la degradación del periodismo. Sus conclusiones son tan luminosas como de costumbre. Lo que una vez fue el oficio de contar historias, afirma, se ha convertido en el oficio de contar audiencias. Las cifras de lectores, oyentes o telespectadores han dejado de ser una consecuencia para convertirse en el principio que impulsa el trabajo de muchos comunicadores. Lo más grave es que el fenómeno parece haber desbordado el ámbito de las redacciones.

La emergencia nuclear japonesa ha impulsado a algunos líderes mundiales a tratar a sus ciudadanos como si fueran cifras en un estudio de audiencia. Mientras la información suministrada por las grandes cadenas de televisión norteamericanas creaban un pánico capaz de acabar con todo el yodo de la Costa Oeste, el comisario europeo de energía, Oettinger, hablaba del apocalipsis que está por llegar. Así logró convertirse en una estrella mediática, mucho más popular que esos catedráticos de Física que no interesan a nadie. Donde debería de haberse abierto al fin una reflexión seria, reposada y basada en evidencias científicas, Merkel ha inaugurado una corriente de gestos que resulta pintoresca, como mínimo, en un continente donde nadie recuerda una ola de 10 metros. Nadie parece tampoco interesado en averiguar si existe alguna causa capaz de explicar el sorprendente incremento de la actividad sísmica en el planeta.

No tengo ninguna simpatía por la energía nuclear. Pero la transparencia y la serenidad del Gobierno japonés me parecen mucho más respetables que el apresurado populismo electoral que algunos líderes occidentales intentan hacer pasar por responsabilidad. Para mí, en estos momentos, la imagen de la responsabilidad es Yukio Edano, con su expresión grave, su chaqueta azul y su apabullante dignidad.