lunes, 14 de marzo de 2011

La reelección de Barack Obama como presidente de EE UU dependerá de la economía y que esta sea efectiva para luchar contra el paro

- Encara que sigui amb una mica de retard, ja que la notícia és del mes de gener. Avui us faig arribar l’interessant debat als EUA, sobre la política econòmica del president Obama, però encara a dia d’avui vigent.


Obama poscrisis

Editorial - EL PAÍS Negocios - 23/01/2011

La ilusión que despertó la llegada de Obama a la Casa Blanca incorporaba dosis importantes de esperanza sobre su capacidad para sacar a la economía estadounidense de la crisis económica más intensa desde la Gran Depresión. La Administración de Bush no solo había creado las condiciones para la generación de ese desastre económico y financiero global, sino que mostraba en sus últimos meses una incapacidad manifiesta para adoptar las decisiones adecuadas que permitieran no solo abandonar la recesión y el creciente desempleo, sino restaurar el buen funcionamiento del sistema financiero. Tampoco el crédito de que disponían las autoridades republicanas era suficiente para fortalecer la necesaria gobernación global, para avanzar en la búsqueda de soluciones conjuntas a la débil actividad y afrontar las iniciativas necesarias de nueva regulación. Las favorables expectativas de la Administración de Obama se fundamentaban también en el acompañamiento con el que el nuevo presidente llegaba al poder. Desde Paul Volcker a Lawrence Summers, pasando por un amplio grupo de respetables académicos, la nueva Administración contaba con apoyos intelectuales muy cualificados. A la energía renovadora le acompañaba un impulso social, sensible al retroceso en la distribución de la riqueza de los últimos años.

La realidad hoy no está muy distante de la decepción. La gestión de la crisis ha revelado que esta era mucho más compleja y el daño a la capacidad de producción era superior al estimado. El ciudadano observó cómo crecía la tasa de paro hasta niveles sin precedentes posteriores a la posguerra mundial, al tiempo que se revelaban verdaderas malas prácticas entre algunas instituciones financieras. El dinero de los contribuyentes siguió dirigiéndose a paliar muchos y grandes errores de unos pocos. Desde General Motors hasta Citigroup, o la principal aseguradora mundial, AIG, recibieron cuantiosos apoyos públicos. La celeridad para avanzar en las nuevas regulaciones financieras, o para reducir el paro, ha sido mucho menor.

Con todo, esa economía tiene hoy un pulso más entonado. No solo por su tradicional mayor flexibilidad y capacidad empresarial; también por las decisiones adoptadas por la Administración de Obama. Desde la agresividad de la Reserva Federal, inyectando liquidez a los bancos y comprando activos financieros de todo tipo, hasta los programas de estímulo presupuestario directo, las autoridades económicas han tratado de sortear algunos de los errores que se cometieron en los años treinta. Aun cuando la tasa de paro, en torno al 9,5%, no sea superior al promedio europeo, la sensibilidad de los estadounidenses al respecto justifica la ampliación de los déficits o la asunción de ciertos riesgos de repunte a medio plazo de la inflación. Todo queda subordinado a la creación de empleo.

No será fácil recuperar la ilusión perdida. Entre otras razones porque la mayoría republicana quiere recuperar su influencia y volver a esquemas regresivos de distribución, aplicados por la Administración anterior, claramente favorable a las rentas altas. Que personalidades como Warren Buffet, Bill Gates o George Soros vuelvan a advertir de los efectos de esa vuelta a impuestos muy bajos para las grandes fortunas, da idea de la muy reducida capacidad de maniobra de que dispone Obama para concretar incluso una parte mínima de sus propuestas electorales.

La economía decidirá

La reelección de Barack Obama como presidente de EE UU dependerá de su éxito en la lucha contra el paro

SANDRO POZZI - EL PAÍS - 23/01/2011

Como sucede en el teatro, los segundos actos en política son más difíciles de escribir. Además de haber devuelto EE UU a la senda del crecimiento económico tras el mayor desastre financiero en ocho décadas, el presidente Barack Obama, ha cerrado la primera mitad de su mandato con la aprobación de más leyes que durante todo el fructífero periodo de la Gran Sociedad, en la década de los sesenta, cuando gobernaba Lyndon Johnson. Estímulos a la economía, reformas de la sanidad y del sistema financiero, garantías de una paga justa para las mujeres, extensión de los incentivos fiscales de Bush... la lista es larga y variada. Además, Obama ha logrado en apenas dos meses recomponerse del varapalo sufrido en las elecciones legislativas de noviembre a manos de la oposición. El paro, que sigue cercano al 10%, es la gran mancha en el historial de estos dos años y quizás el mayor obstáculo en el camino a la reelección del primer presidente negro en la historia del país.

Pero ¿qué pasará en 2011 y 2012? Obama pronunciará esta semana su discurso del Estado de la Unión con un nuevo equilibrio de poder en Washington: los republicanos controlarán la Cámara de Representantes y podrán ejercer la minoría de bloqueo en el Senado. Para el demócrata, la clave de los próximos 22 meses estará en si el electorado será capaz de sentir que la economía mejora, y eso le obliga a redirigir su estrategia hacia el centro. Técnicamente, la Gran Recesión acabó en el verano de 2009, pero la recuperación está siendo tan lenta que el ciudadano de a pie apenas la nota.

El gasto público dominará la agenda política hasta las elecciones de 2012

No van a ser, por lo tanto, dos años fáciles, y estas primeras semanas marcarán el tono de la segunda mitad del mandato. El gasto público dominará claramente la agenda legislativa hasta las elecciones de 2012. Ahí es donde Obama se verá las caras con la oposición, con la que comenzará pronto a negociar el presupuesto que entrará en vigor en septiembre.

Bernanke advierte de que la actual evolución del déficit es "insostenible"

Demócratas y republicanos deberán también abordar juntos otro punto oscuro en el horizonte económico y político de EE UU: la degradación de las finanzas del país durante la Gran Recesión. La deuda bruta estadounidense está ya en los 14 billones de dólares, equivalente a más del 90% del PIB, y se espera que a partir de abril supere el techo de gasto de 14,3 billones fijado por el Congreso. Es decir, el Gobierno se quedará sin dinero si no se amplía antes ese margen. Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal, lleva un año pidiendo un plan para que el déficit deje de seguir engordando esa cuenta. El curso actual, dice Bernanke, es "insostenible".

Antes de salir hacia Hawai de vacaciones de Navidad, el presidente Obama dijo que es "vital" invertir en "cosas que creen una economía innovadora" y "cortar programas que no funcionan". Volvemos a la pugna entre los dos partidos: los republicanos ya han mostrado su musculatura aprobando una moción en la Cámara de Representantes para desmantelar la reforma sanitaria adoptada por los demócratas. El voto, que se retrasó a causa de la tragedia en Tucson (Arizona), fue simbólico, porque la maniobra no puede prosperar en el Senado, y si superara ese trámite, el presidente la vetaría.

Los republicanos buscan, grosso modo, recortar el gasto a niveles de 2008, unos 100.000 millones, con reducciones del 20% en educación y transporte. Pero no acaba ahí el problema. La Casa Blanca necesita además lanzar propuestas para cambiar la estructura impositiva, para elevar los ingresos y hacer la recaudación más eficiente combatiendo el fraude y los abusos. Washington, por naturaleza, es sinónimo de división. Y aunque el objetivo final puede ser el mismo, demócratas y republicanos difieren en la manera de lograrlo. Eso se hace aún más evidente en materia de impuestos.

A Barack Obama le tocará, por tanto, navegar en un clima políticamente hostil, como hicieron Ronald Reagan y Bill Clinton, y deberá meter en la agenda elementos que superen la frontera bipartidista, como reducir la presión fiscal a las empresas. Obama, sin embargo, afronta una situación económica más delicada. Por eso, desde el banco Wells Fargo creen que se dejará cualquier decisión relevante hasta pasadas las presidenciales de 2012.

Société Générale sostiene que los problemas llegarán a partir de entonces porque la decisión de extender los estímulos tributarios no va acompañada de medidas para reducir el déficit. Al contrario, solo sirve para aumentarlo. Y eso, dice, eleva la incertidumbre. Las recomendaciones de la comisión bipartidista para hacer frente a la deuda, apunta, son un punto de partida para futuras decisiones.

Obama, como Reagan, es conocido por su ambición y por ser un ideólogo. Pero también es un político pragmático, lo que le ayuda a adaptarse a las circunstancias. Eso explica la profunda remodelación que está llevado a cabo en su equipo de asesores, con veteranos de la Administración Clinton y un perfil más favorable a los intereses de las empresas. Son Gene Sperling, Jacob Lew, Austan Goolsbee y Jason Furman, además del centrista William Daley como jefe de Gabinete. Esta misma semana se les ha unido el presidente de General Electric (GE), Jeffrey Immelt, que será responsable del nuevo Consejo para el Empleo y la Competividad, un organismo gubernamental que reemplazará al Consejo para la Recuperación Económica, dirigido por el ex presidente de la Reserva Federal (Fed), Paul Volcker.

El empleo, la vivienda y el déficit, van a marcar el ritmo de la Reserva Federal durante los próximos dos años. En principio, se espera que el banco central mantenga activo hasta junio el mecanismo de recompra de deuda pública. Pero conforme los datos económicos mejoren, la presión será mayor para que reduzca los estímulos. Respecto a los tipos de interés, la inflación le da margen de maniobra para mantenerlos cerca del 0% hasta 2012.

Las dudas de los inversores sobre el déficit pueden hacer subir los tipos

El precio del dinero también puede encarecerse de forma abrupta si los inversores pierden la confianza en la capacidad de EE UU de poner sus cuentas en regla, y si demócratas y republicanos optan durante los próximos dos años por echarse los trastos a la cabeza en vez de llegar a compromisos. "Y eso puede ser potencialmente dañino", avisan desde el Council on Foreign Relations.

En este punto, Bernanke fue claro hace dos semanas en el Senado. El coste de esta situación, dijo, será "severo en la economía y los mercados financieros si no se corrige". O dicho al revés, "la pronta adopción de un programa para reducir futuros déficits reforzará el crecimiento y la estabilidad a largo plazo y permitirá dejar los tipos bajos durante un largo periodo".

Tanto en Wall Street como en Washington tienen la esperanza de que este año la economía mostrará que es capaz de sostenerse por sí sola, sin las ayudas públicas aprobadas tras el terremoto desatado por la caída de Lehman Brothers en 2008. Hay señales de que, por fin, el crecimiento cobra fuerza en EE UU. El consumo privado, del que dependen dos tercios de su Producto Interior Bruto (PIB), avanzaba a final de 2010 a un ritmo del 4%.

También han repuntado los pedidos en la industria y la actividad manufacturera. Para Goldman Sachs, ambos datos sugieren que "la demanda interna avanza a paso firme". Nueve de los diez indicadores adelantados que elabora el Conference Board, que ayudan a predecir la evolución de la economía, están en positivo desde hace meses. El único que sigue en rojo es correspondiente al sector inmobiliario.

La crisis ha obligado a los estadounidenses a revisar la manera en que gastan, ha reducido su deuda y elevado su ahorro. El nivel de endeudamiento personal respecto a los ingresos disponibles está en torno al 11,9%, según la Reserva Federal, el nivel más bajo desde 1999 e inferior al 14% justo anterior a la recesión. "Una mejora significativa", indica el Economic Outlook Group, aunque el agujero sigue siendo profundo.

Hay optimismo entre los directivos de las pequeñas y medianas empresas y entre los ejecutivos de las grandes corporaciones, que se sitúa a niveles cercanos a los previos a la recesión. "Paso a paso", dicen desde el conglomerado General Electric. También los consumidores parecen menos agobiados que el pasado verano, a juzgar por las encuestas de la Universidad de Michigan y la cadena ABC.

"Las patas de la economía son más sólidas", dicen los expertos de PNC Financial, convencidos de que la actividad está camino "hacia una recuperación más duradera". La prórroga por dos años de los estímulos fiscales de George W. Bush tendrá un efecto positivo este año y el próximo. La previsión de Goldman, atendiendo a estos datos, es que el crecimiento suba al 3% en el cuarto trimestre de 2010, frente al 2,6% del tercero, y mantenga ese ritmo en 2011.

Société Générale lo eleva al 3,3%. La pregunta es si el crecimiento se traduce en prosperidad para lo que los estadounidenses llaman Main street, es decir, para la gente de la calle. La respuesta es que la situación mejora, pero que aún se está lejos de salir del agujero. Los datos del Conference Board muestran que, aunque los hogares tienen un balance más saneado y que están dispuestos a gastar más, la cautela domina. De hecho, su índice de confianza está en los 52,5 puntos, lejos de los 90 que indican que la economía es saludable y que no se alcanzan desde 2007.

Los economistas de Wells Fargo creen que este año se dará "la vuelta a la esquina", que la gente notará que las cosas van mejor que en 2010. Pero eso, apuntan, no significa que vaya a haber una vuelta a la normalidad. "Habrá progresos, sí, pero no hasta el punto en el que tus amigos, familiares y compañeros de trabajo se sientan satisfechos con las perspectivas de trabajo y su futuro".

La mejora de la economía en 2010 no significa volver a la normalidad

El ciudadano de Los Ángeles, Chicago o Albuquerque no necesita que un político en Washington o un analista en Nueva York le diga cómo van las cosas, y tiene razones suficientes para pensar que las cosas no irán mejor a corto plazo. Tampoco le vale que el Dow Jones cerrara 2010 con un alza del 11% y se marcara su segundo año consecutivo en verde.

Y es que hace justo un año por estas fechas se respiraba en EE UU el mismo sentimiento de optimismo. Lo hacía Wall Street, la Reserva Federal, la Casa Blanca y los organismos internacionales. Hasta que todo se vino abajo de forma abrupta con el estallido de la crisis de la deuda soberana europea y se temió una recaída. Los analistas de IHS Global Insight dicen que este año será diferente. Para apoyar su argumento se fijan en cuatro cosas: crece la inversión empresarial en equipamiento, material informático y comunicaciones; los empleados trabajan más horas; hay más dinero en circulación por el sistema y los valores del S&P 500 -el índice bursátil de las mayores empresas- está a niveles previos a la caída de Lehman. Será, en el mejor de los escenarios, "un repunte suave".

El Conference Board apunta que sigue habiendo nubarrones a medio plazo, y que eso provocará que el ciudadano medio siga viendo las cosas de manera distinta. "Es la doble realidad" que, según el Economic Policy Institute, "seguirá dominando en 2011". Todos los analistas coinciden en que el problema mayor, el nubarrón, es la persistente alta tasa de paro, que está en el 9,4%. Son unos 14,5 millones de estadounidenses, el 44,3% de ellos de larga duración.

La propia Reserva Federal lo admite en el acta de su última reunión. La fortaleza de los últimos indicadores económicos "no es suficiente" para justificar un cambio en su estrategia de estímulos a la economía. En otras palabras, sigue habiendo riesgos que empujan en la dirección opuesta al crecimiento y, en boca de Ben Bernanke, pasarán cinco años hasta que se normalicen las cosas. El débil crecimiento, explica, impide que la contratación supere los 100.000 nuevos empleos al mes, lo que hace que la gran preocupación por el futuro a medio plazo sea el mercado laboral. La tasa de paro, auguran en IHS, continuará por encima del 9%.

Si para las elecciones de 2012 no baja del 8%, será difícil que el inquilino en la Casa Blanca sea reelegido. Hay, sin embargo, buenas noticias. El sector privado sumó 297.000 empleos netos en diciembre, el mayor en los registros, quizá movidos por un clima fiscal más favorable. CareerBuilder anticipa que más empresas están en condiciones de firmar más contratos fijos a jornada completa en 2011 (24%) que en 2010 (20%) y 2009 (14%).

También están quienes piensan seguir reduciendo plantilla (7%), pero son menos que el año pasado (9%) y el anterior (11%). El resto no espera cambios (58%) o no está seguro (11%). Manpower cree que los planes de contratación de las empresas son "los más prometedores" en dos años. "El impulso en la contratación es inminente", añade Barclays.

En Mesirow opinan que se dan las mejores perspectivas desde 1983. Es decir, si se cumplen las expectativas, la economía podría generar unos 200.000 empleos mensuales en 2011. "Si las ventas van mejor, no hay motivo para que el empleo no siga la misma tendencia", añaden en Credit Suisse. ¿Y qué pasa con los sueldos? El incremento ahí se espera modesto, en torno al 3%. Hacer encajar todas las piezas del puzle no va a ser fácil tras el desbarajuste vivido durante los últimos tres años. La vivienda será el otro de los puntos de atención en este segundo acto. Tras los signos de recuperación en primavera, el precio vuelve a caer. Hay cerca de 10 millones de viviendas "bajo el agua" (con una hipoteca mayor de lo que valen hoy) y 1,2 millones en riesgo de desahucio.

Aunque las ventas de inmuebles crecieron un 5,5% en noviembre, la actividad sigue deprimida, a niveles que no se veían desde 1981. El fin de las ayudas fiscales a la compra de vivienda metió al sector al borde de una segunda recesión, como señalan desde S&P Case Shiller. Todo esto explica, según IHS, que los precios caigan un 10% más por el exceso de oferta. Y si el valor de la vivienda cae, la gente se siente más pobre.

La evolución del empleo será clave para la mejora del sector inmobiliario

La evolución del empleo, no solo por la insostenible tasa de paro, sino también por la percepción de seguridad en el puesto de trabajo y de los sueldos, será clave para que el sector inmobiliario salga de esta espiral a la que no se le ve salida, como pronto, hasta la próxima primavera. Y los economistas tienen claro que mientras sigan estancados no habrá una recuperación real.

Entre tanto, la inflación subyacente (que excluye elementos volátiles como la energía y los alimentos) está en el 0,8%, su nivel más bajo en medio siglo. Y con el nivel de paro actual, los precios podrían subir aún menos, el 0,5%, en 2011, y quedarse a ese nivel en 2012. Eso, en principio, da margen de maniobra al banco central para mantener los tipos cerca del 0%, apunta Goldman.

Pero algunos precios están subiendo, como los de los alimentos, la ropa y el transporte, y eso se nota en las facturas de finales de mes y obliga a las familias a prestar más atención a lo que meten en la cesta de la compra. Y a la foto se suma ahora el repunte en el precio del petróleo, que amenaza con convertirse en un "impuesto adicional" para el consumidor.

Este año es también relevante por ser el primero en el que se notará el impacto de la ola de jubilaciones entre la generación del baby boom. El sistema de pensiones es literalmente insolvente en su estructura actual. Su reforma, por tanto, es urgente. Pero también ahí la división ideológica a la hora de afrontar el debate sobre cómo actualizar un sistema diseñado para proteger a los más mayores es abismal.

Y será clave además para llevar del papel a la realidad la regulación financiera, destinada a resolver los problemas que llevaron a la Gran Recesión. Hasta ahora ha habido más palabras que hechos. Uno de los cambios reales se verá cuando comience a funcionar la nueva agencia de protección del consumidor, que será dirigida en la sombra por Elizabeth Warren.

Con la incertidumbre y la volatilidad de 2010 ya en el espejo retrovisor, Obama dice que es momento de mirar hacia delante. El reto será convencer a los políticos de ambos partidos para que apuntalen juntos la recuperación. "Ya habrá tiempo en 2012 para hacer campaña", dijo. El primer acto acabó. Ahora necesita consolidar lo hecho si quiere asegurarse la reelección.

La lucha de clases política de EE UU

JEFFREY D. SACHS - EL PAÍS - 23/01/2011

Estados Unidos está en curso de colisión consigo mismo. El acuerdo alcanzado en diciembre entre el presidente Barack Obama y los republicanos en el Congreso para extender los recortes fiscales iniciados hace una década por el presidente George W. Bush está siendo saludado como el comienzo de un nuevo consenso bipartidista. Creo, en cambio, que es una falsa tregua de lo que será una batalla campal por el alma de la política estadounidense.

Al igual que en muchos países, los conflictos sobre la moral pública y la estrategia nacional se reducen a cuestiones de dinero. En EE UU, esto es más cierto que nunca. El país tiene un déficit presupuestario anual de alrededor de un billón de dólares, que puede ampliarse aún más como resultado del nuevo acuerdo tributario. Este nivel de endeudamiento anual es demasiado alto. Hay que reducirlo, pero ¿cómo?

El problema es la política corrupta y la pérdida de moral cívica del país

El problema es la política corrupta y la pérdida de moral cívica de EE UU. Un partido político, los republicanos, apuesta a poco más que a reducir los impuestos, objetivo que pone por encima de cualquier otro. Los demócratas tienen una gama algo más amplia de intereses, como el apoyo a la atención de la salud, la educación, la formación y las infraestructuras. Pero, al igual que los republicanos, también están interesados en regalar con profusión recortes de impuestos a sus grandes contribuyentes de campaña, entre los que predominan los estadounidenses ricos.

El resultado es una paradoja peligrosa. El déficit presupuestario de EE UU es enorme e insostenible. Los pobres se ven exprimidos por los recortes en los programas sociales y un mercado laboral débil. Uno de cada ocho estadounidenses depende de cupones de alimentos para comer. Sin embargo, a pesar de estas circunstancias, un partido político quiere acabar con los ingresos fiscales por completo y el otro se ve arrastrado fácilmente, contra sus mejores instintos, en aras de mantener contentos a sus contribuyentes ricos.

Este frenesí de recortes de impuestos viene, increíblemente, después de tres décadas de un régimen fiscal de élite en EE UU que ha favorecido a los ricos y poderosos. Desde que Ronald Reagan asumiera la presidencia, en 1981, el sistema presupuestario estadounidense se ha orientado a apoyar la acumulación de una inmensa riqueza en la cúspide de la distribución del ingreso. Sorprendentemente, el 1% más rico de los hogares estadounidenses tiene ahora un valor neto más alto que el 90% inferior. El ingreso anual de los 12.000 hogares más ricos es mayor que el de los 24 millones de hogares más pobres.

El verdadero juego del Partido Republicano es tratar de fijar en su lugar esa ventaja de ingresos y riquezas. Temen, correctamente, que tarde o temprano todo el mundo comience a exigir que el déficit presupuestario se cierre, en parte, elevando los impuestos a los ricos. Después de todo, los ricos viven mejor que nunca, mientras que el resto de la sociedad estadounidense está sufriendo. Tiene sentido aplicarles más impuestos.

Los republicanos se proponen evitar esto por cualquier medio. Este mes han tenido éxito, al menos por ahora. Pero quieren hacer que a su victoria táctica -que pospone el restablecimiento de las tasas tributarias previas a Bush por un par de años- le siga una victoria de largo plazo la próxima primavera. Sus líderes en el Congreso ya dicen que van a recortar el gasto público con el fin de comenzar a reducir el déficit.

Irónicamente, hay un ámbito en el que ciertamente se justifica hacer grandes recortes presupuestarios: las Fuerzas Armadas. Pero ese es el tema que la mayoría de los republicanos no va a tocar. Quieren recortar el presupuesto no mediante el fin a la inútil guerra en Afganistán y la eliminación de los sistemas de armas innecesarios, sino recortando la educación, la salud y otros beneficios de la clase pobre y trabajadora.

Al final, no creo que lo logren. Por el momento, la mayoría de los estadounidenses parecen estar de acuerdo con los argumentos republicanos de que es mejor cerrar el déficit presupuestario mediante recortes de gastos en lugar de aumentar impuestos. Sin embargo, cuando sea la hora de hacer propuestas presupuestarias reales, habrá una reacción cada vez mayor. Predigo que, con la espalda contra la pared, los estadounidenses pobres y de clase trabajadora comenzarán a manifestarse por justicia social.

Esto puede llevar un tiempo. El nivel de corrupción política en EE UU es asombroso. Ahora todo gira en torno al dinero para las campañas electorales, que han llegado a ser increíblemente costosas. Las elecciones de mitad de periodo tuvieron un coste estimado de 4.500 millones de dólares, y la mayor parte provino de grandes empresas y contribuyentes ricos. Estas fuerzas poderosas, muchas de las cuales operan de forma anónima bajo las leyes de EE UU, trabajan sin descanso para defender a aquellos que se encuentran en la cima de la distribución del ingreso.

Pero no nos equivoquemos: ambos partidos están implicados. Ya se habla de que Obama va a recaudar 1.000 millones o más para su campaña de reelección. Esta suma no vendrá de los pobres.

El problema para los ricos es que, aparte de los gastos militares, no hay espacio para recortar el presupuesto más que en áreas de apoyo básico para la clase pobre y trabajadora. ¿En EE UU realmente se van a recortar los beneficios de salud y las jubilaciones? ¿De verdad va a equilibrar el presupuesto reduciendo el gasto en educación en momentos en que los estudiantes de EE UU ya están siendo superados por sus contrapartes de Asia? ¿Realmente va EE UU a permitir que su infraestructura pública siga deteriorándose? Los ricos van a tratar de impulsar ese programa, pero al final fracasarán.

Obama no ha cumplido la promesa del cambio. Su Gobierno está lleno de banqueros de Wall Street

Obama llegó al poder con la promesa de cambio. Hasta ahora no ha habido ninguno. Su Gobierno está lleno de banqueros de Wall Street. Sus altos funcionarios se van para unirse a los bancos, como hizo recientemente su director de presupuesto, Peter Orszag. Está siempre dispuesto a servir a los intereses de los ricos y poderosos, sin trazar una línea en la arena, sin límites al "toma y daca".

Si esto sigue así, surgirá un tercer partido, comprometido con la limpieza de la política estadounidense y la restauración de una medida de decencia y justicia. Esto también tomará su tiempo. El sistema político está profundamente sesgado contra todo reto a los dos partidos en el poder. Sin embargo, el tiempo del cambio vendrá. Los republicanos creen que tienen la ventaja y pueden seguir pervirtiendo el sistema para favorecer a los ricos. Creo que los acontecimientos futuros demostrarán lo equivocados que están.

El sufrimiento no desaparecerá pronto

PAUL KRUGMAN - EL PAÍS - 23/01/2011

Es posible que hayamos dejado de cavar, pero seguimos cerca del fondo de un hoyo muy profundo

Si hay una verdad económica que espero que la gente comprenda este año es la siguiente: aunque es posible que por fin hayamos dejado de cavar, seguimos estando cerca del fondo de un hoyo que es muy profundo.

¿Por qué tengo que recalcar esto? Porque me he dado cuenta de que muchas personas están reaccionando de forma exagerada ante las buenas noticias económicas. Concretamente, lo que me inquieta es el riesgo de caer en el optimismo de la autonegación; es decir, me preocupa que los responsables políticos se fijen en unos pocos indicadores económicos favorables, decidan que ya no tienen que fomentar la recuperación y tomen medidas que nos devuelvan directamente al fondo del agujero.

Así que, en relación con esas buenas noticias: diversos indicadores económicos, que van desde unas ventas navideñas relativamente buenas hasta las nuevas peticiones de prestaciones por desempleo (que finalmente han bajado de las 400.000 semanales), indican que la gran reducción de gastos posterior a la burbuja podría estar finalmente terminando.

Pero no es como para presumir de que "EE UU va bien". La construcción no da muestras de estar volviendo a los niveles de la época de la burbuja, ni tampoco hay indicios de que las familias abrumadas por las deudas estén recuperando la vieja costumbre de gastar todo lo que ganan. Pero todo lo que necesitábamos para que hubiese una pequeña recuperación económica era que la construcción dejase de caer y que el ahorro dejase de aumentar; y parece que eso está sucediendo. Las previsiones se han estado corrigiendo al alza; este ejercicio parece posible alcanzar un crecimiento de nada menos que el 4%.

¡Hurra! Pero, una vez más, no es para tanto. Son los puestos de trabajo, no las cifras del PIB, lo que importa a las familias estadounidenses. Y cuando uno parte de una tasa de paro de casi el 10%, la aritmética de la creación de empleo -la cantidad de crecimiento que se necesita para volver a un panorama laboral aceptable- es desalentadora.

Son los puestos de trabajo, no las cifras del PIB, lo que importa a las familias estadounidenses

Ante todo, tenemos que crecer alrededor de un 2,5% al año solamente para seguir el ritmo del aumento de la productividad y de la población, y así evitar que el paro siga subiendo. Esa es la razón por la que el último año y medio ha sido técnicamente una recuperación, pero daba la impresión de ser una recesión: el PIB estaba creciendo, pero no lo bastante deprisa como para reducir el desempleo.

Una tasa de crecimiento superior al 2,5% reducirá el paro a medida que pase el tiempo. Pero las mejoras no son directamente proporcionales: por diversos motivos, históricamente han hecho falta unos dos puntos adicionales de crecimiento en el transcurso de un año para recortar un punto la citada tasa de paro.

Ahora, hagan las cuentas. Imaginen que la economía de EE UU creciese un 4% al año a partir de ahora y siguiese haciéndolo durante los próximos años. La mayoría de la gente lo consideraría un comportamiento excelente, incluso una expansión económica; sin duda, supera casi todos los pronósticos que he visto.

Pero los números dicen que, incluso con un crecimiento así, la tasa de paro rondaría el 9% a finales de este año y seguiría superando el 8% a finales de 2012. No alcanzaríamos algo parecido al pleno empleo hasta la última parte del primer mandato presidencial de Sarah Palin.

Hablando en serio, lo que tenemos por delante durante los próximos años, aun con un crecimiento bastante bueno, son unas tasas de desempleo que hace no mucho se habrían considerado catastróficas (porque lo son).

Tras esas frías estadísticas se oculta un inmenso panorama de sufrimiento y sueños rotos. Y los números dicen que el sufrimiento va a continuar hasta donde alcanza la vista.

¿Y qué se puede hacer para acelerar este proceso de curación excesivamente lento? Un sistema político racional habría creado hace mucho una versión para el siglo XXI de la Administración para la Mejora del Trabajo (pondríamos a los parados a trabajar haciendo aquello que hay que hacer: reparar y mejorar nuestras desgastadas infraestructuras).

Sin embargo, en el sistema político que tenemos, la senadora electa Kelly Ayotte, que pronunció el discurso republicano semanal el día de Año Nuevo, declaraba que "la primera tarea consiste en poner fin al derrochador gasto de Washington".

Siendo realistas, lo mejor que podemos esperar de la política fiscal es que Washington no socave activamente la recuperación. Hay que tener un cuidado especial con los idus de marzo: por esas fechas, el Gobierno federal probablemente habrá alcanzado su límite de endeudamiento y el Partido Republicano tratará de obligar al presidente Barack Obama a realizar unos recortes perjudiciales para la economía.

También me preocupa la política monetaria. Hace tres meses, la Reserva Federal anunció un nuevo plan para fomentar el crecimiento del empleo comprando bonos a largo plazo; en aquel momento, muchos observadores creían que la compra inicial de 600.000 millones de dólares era solo el comienzo de la historia. Pero ahora parece el final, en parte porque los republicanos están tratando de intimidar a la Reserva para que se eche atrás, pero también porque la racha de noticias económicas ligeramente mejores brinda una excusa para no hacer nada.

Subir los tipos de interés este año, con el paro por las nubes y la inflación por los suelos, sería una locura

Existe incluso una posibilidad considerable de que la Reserva suba los tipos de interés este año (o, al menos, eso es lo que el mercado de futuros parece creer). Con el paro por las nubes y la inflación por los suelos, el hacerlo sería una locura, pero eso no significa que no vaya a suceder.

Así que, volviendo a mi argumento inicial: independientemente de las últimas noticias económicas, seguimos cerca del fondo de un hoyo muy profundo. Solamente podemos esperar que haya suficientes responsables políticos que comprendan este hecho.