viernes, 29 de abril de 2011

Conocer a Charles Simic

Charles Simic, que va néixer a Belgrad (Iugoslàvia) i va emigrar als Estats Units el 1953, després d’haver viscut uns anys a París, és una de les figures clau de la poesia americana actual i un dels poetes moderns més cosmopolites. Val la pena conèxer una mica més:


Versos para derribar el Tea Party

El poeta norteamericano reinvidica la poesía como un lugar para la acción en la inauguración del Festival Cosmopoética de Córdoba

PAULA CORROTO - PÚBLICO - 07/04/2011

"Tristes guerras, si no es amor la empresa, tristes, tristes". Como a Miguel Hernández, una bomba despertó a la vida al niño Charles Simic (Belgrado, 1938). El 6 de abril de 1941, un bombardero alemán destrozó la casa frente a la que vivía su familia en la capital serbia. El poeta sólo tenía 3 años, pero aquello quedó tan adherido a su conciencia que décadas más tarde, ya un adulto en Estados Unidos, sirvió para conformar toda su poesía.

Simic, del cual en España se han editado títulos como Desmontando el silencio, El mundo no se acaba, La voz a las tres de la mañana (estas dos últimas en DVD) y sus memorias Una mosca en la sopa (publicadas recientemente en Vaso Roto), ha llegado estos días a España para participar en el Festival Cosmopoética de Córdoba y leer algunos de sus poemas. Ayer, tras un vuelo transoceánico que, según reconoció, le dejó totalmente agotado, accedió a reunirse con Público para charlar sobre su poesía y su visión de la actualidad.

"Hitler y Stalin han marcado toda mi vida", afirma el poeta

Una conversación en la que este hombre, que como se le ha definido alguna vez, parece más un profesor de Medicina que un poeta laureado que en 1990 ganó el Premio Pulitzer, hizo memoria de aquellos recuerdos de su niñez y del terror que hoy todavía le infunden los conflictos bélicos.

"Todo mi entendimiento de la historia está moldeado por mi infancia y la atrocidad de la II Guerra Mundial. Además, veo los conflictos continuamente en las noticias, veo la tragedia y no puedo evitar volver a revivir todo aquello", explicó quien no puede olvidar aquel asedio de los alemanes, de los italianos, después de los rusos, y finalmente de los norteamericanos y los ingleses para liberar la ciudad. Este es el motivo por el que imágenes como las mujeres huyendo bajo las deflagraciones o niños pidiendo auxilio son pilares de sus versos más políticos, reunidos casi en su totalidad en El mundo no se acaba. "Siento un enorme cansancio cuando veo de nuevo las imágenes, pero al final no puedo evitarlo y acabo escribiendo un poema", añadió.

En 1954, el adolescente Simic y su familia se marcharon de Belgrado para empezar de nuevo en EEUU. Primero en Chicago y después en Nueva York, donde en 1974 empezó a trabajar como profesor de Literatura en la Universidad de New Hampshire, en la que aún hoy continúa dando clase. En aquella época, a mitad de los setenta, con aquel Vietnam que sublevaba a los jóvenes de la década, Simic no tardó en refugiarse en la poesía para gritar a aquellos ejércitos que lo único que hacían era ahogar la voz de los seres humanos.

"Escribir poesía es lo único que me sirve para poder dormir"

Cuestión de matar

Pero Simic no utilizaba los versos como arma, como tampoco lo hace ahora: "Para mí no es una forma de combate, sino una reacción a algo que me resulta extraño y que no puedo entender. No acierto a comprender cómo todavía seguimos matándonos por las mismas razones de siempre", afirmó. Por ello, para él la poesía sólo existe por un fin: "No es algo con lo que voy a poder cambiar nada, pero la escribo porque es lo único que me sirve para poder dormir".

Poemas como somníferos, como alivio para el sufrimiento, también en estos momentos en los que los Aliados potencias occidentales y la Liga Árabe otean y disparan sobre el suelo de Libia. El poeta es muy crítico con lo que ocurre en el país que rige el dictador Gadafi. "Si hubiera sido por una cuestión humanitaria aprobaría esta intervención, pero creo que hay otros intereses en juego, como el petróleo. Y lo extraño es esta moralidad selectiva porque también ha habido otros genocidios como Ruanda y no se hizo nada. Estoy cansado del discurso humanitario", remachó con un gesto de hastío. El poeta, cuyas herramientas son las palabras, está harto de los juegos del lenguaje. "En EEUU, la gente que apoya la guerra en Libia es la misma que apoyó la guerra en Irak y Afganistán, y son personas en cuya integridad moral no puedo confiar", apostilló.

"En toda la historia no hay sociedad que no haya aplaudido el desánimo"

Además de los conflictos, si algo solivianta a Simic son los fundamentalismos. Él procede de un país al que primero le fueron introducidos a la fuerza los dogmas del III Reich y después llegó el stalinismo. "Hitler y Stalin han marcado mi vida", dijo en alguna ocasión. Ayer, quiso recordar la figura de su abuelo paterno, quien le hizo aprenderse que había tres tipos de personas con las que debía tener cuidado: los sacerdotes, los militares y los profesores. Con los primeros, el dogma de fe hace imposible el debate de ahí su actual rechazo al aumento del fundamentalismo religioso en los EEUU, los segundos "creen que todos los civiles son unos inútiles", y los terceros "tienen una idea fija de lo que es bueno y quieren que todo el mundo siga su idea", advirtió. Para él, lo importante es el individuo libre en su pensamiento, en sus ideas, porque eso también es la base de su responsabilidad ante el mundo.

Una sociedad narcotizada

Al poeta no le resulta sorprendente que ante tantos sucesos desagradables, la sociedad esté hoy anestesiada. "El mundo parece premiar la conformidad, pero es normal. En toda la historia no hay sociedad que no haya aplaudido el desánimo, ya que este es una forma de supervivencia", afirmó. Para Simic es muy diferente la reacción que se pueda tener en Occidente, libre e independiente, que en otros cuyo sistema esté regido por una dictadura. "En EEUU uno puede ser rebelde, excéntrico y nadie le va a decir nada, porque todo el mundo sabe que por mucho que haga las cosas no van a cambiar", admitió.

Sin embargo, él tiene su propio Indignaos, como el francés Stéphane Hessel. El mundo puede ser un desastre y puede maniatar a los seres humanos, pero no hay que quedarse de brazos cruzados. La solución, además de llamar a las guerras por su nombre, es centrar la mirada en las cosas más pequeñas de la vida, en los detalles. Por eso gran parte de su poesía está plagada de moscas, cucarachas, de hileras de hormigas, una mesa, un tenedor, y el amor, puesto que, como escribió años atrás, "mientras los seres humanos se enamoren y compongan cartas de amor, los poemas tendrán una razón de ser".

"Las pequeñas cosas son los placeres de la vida. Una primavera me quedé absolutamente embelesado con unas hormigas que seguían su caminito. Esas hormigas es lo que hace que la vida valga la pena y no honrar eso, sería una traición a la poesía", explicó. Y también a la vida, según podría extraerse de la lectura de unos poemas que bajo un humor un tanto hiératico surgido de su pasión por el cine mudo de Buster Keaton lo que indican es: mira todo lo que te estás perdiendo. Eso sí, sus poemas siempre tiene un pulso surrealista. Lo cotidiano deja de serlo para darle al lector el verdadero valor de las cosas. Una realidad alejada de ella.

Lo ínfimo habita en sus textos de la misma forma que la música. El jazz fue una de las cosas que más admiró al llegar a EEUU y músicos como Theloniuos Monk le hicieron sentirse norteamericano. Hoy no rechaza a los EEUU, aunque sí la deriva política del país. "Es un país alterado, dividido. Hay una gran división en sus poblaciones. Su sistema está roto y la democracia se ha venido abajo porque ahora manda el dinero", critica. Y para ello pone un ejemplo: "Para que Obama salga reelegido, necesita mil millones de dólares que se los tiene que dar la gente que no quiere una democracia". Siempre quedarán poetas como Simic para llamar a la reacción.

El individuo contra el poder absoluto

Cotidianidad
Los poemas de Simic tratan de buscar lo extraordinario en lo ordinario. Su mirada se centra en las cosas cercanas y palpables. Le canta a las cucarachas, a los tenedores o, como en este poema, a los zapatos: "Mi hermano y mi hermana que murieron al nacer/ continúan su existencia en vosotros, / guiando mi vida / hacia su incomprensible inocencia".

Exilio
Cuando era un adolescente, Simic emigró a EEUU. Hizo del país su patria de adopción. Hoy se considera un poeta de Nueva York, aunque con matices. De EEUU adora su música. "El jazz hizo de mi un norteamericano y un poeta", dijo una vez. Sin embargo, aborrece el fundamentalismo religioso estadounidense, que anula la voz del individuo.

Guerra
Nació en Belgrado en 1938. Pocos después, su ciudad fue bombardeada por los alemanes. Su primer recuerdo vital data del 6 de abril de 1941, cuando una bomba estalló en casa de unos vecinos. Su poesía está marcada por estos acontecimientos, como este verso de ‘The Little something': "En cada multitud hay uno o dos asesinos. / Aún no sospechan su porvenir. / Las guerras se empiezan para que les sea fácil / matar a una mujer que empuja un carrito de niño".

Totalitarismo
De su infancia, Simic también recuerda cómo en su escuela, tras la guerra, cambiaron el retrato de Hitler por el de Stalin. La política totalitaria del régimen soviético asustó al joven, que rechazó pronto todo dogmatismo. Como dice Mario Lucarda en el prólogo en ‘El mundo no se acaba', "los temas políticos de sus poemas se presentan desde la perspectiva del individuo". Es la fragilidad del hombre frente al poder del dictador.

Poemas

El dedo tembloroso de una
mujer
recorre la lista de bajas
en la tarde de la primera
nevada.
La casa está fría y la es
larga.
Todos nuestros nombres
están incluidos.
  Guerra
Las cucarachas parecen
burdos cómicos
en dramas serios
  Lección de historia

Simic, valor de la paraula

DAVID CASTILLO - AVUI - 28 d’abril del 2011

Charles Simic és un dels escriptors fonamentals per interpretar la cultura de la del segle XX, tot i que en català només disposem d’una de les seves històries infantils, On és el Pirolet? (Cruïlla). La predilecció per la literatura per als menuts no és coincidència perquè en la seva poesia també s’interroga sobre la infantesa, en alguns moments de manera aspra, en altres oferint pistes sobre la seva formació: “Al meu pare li agradaven els llibres rars d’André Breton. Aixecava el got de vi i brindava per totes aquelles tardes remotes «quan les papallones formaven una única cinta ininterrompuda». O sortíem a pixar al carreró del darrere i em deia: «Aquí hi ha uns prismàtics per a ulls tapats». Vivíem en un bloc de pisos atrotinat que feia pudor de gent vella i d’animals de companyia”. Aquest fragment d’un poema en prosa d’El món no s’acaba –premi Pulitzer 1990– resulta gairebé una poètica i també una manera de sentir i de tastar la realitat.

En castellà, l’editorial barcelonina DVD va publicar l’esmentat premi Pulitzer i fa poc més d’un any, un altre títol fonamental, La voz a las tres de la madrugada. Al pròleg de l’edició del primer, el gran traductor i crític Mario Lucarda ens explica que, tot i néixer a Iugoslàvia el 1938, la seva família es va traslladar als EUA el 1949. De pare enginyer i mare professora de cant, va heretar d’ells dos la precisió i la música.

Ha viscut a Nova York, Chicago, va ser assistent editorial de New Yorker i professor des del 1974 de la Universitat de New Hampshire. Malgrat que sovint se l’ha associat a les escoles neosimbolistes i a un cert surrealisme, Lucarda conclou que Simic és especialment conscient del valor de les paraules i el seu misteri innat: “El seu anglès, com a idioma adquirit, mostra un sentit sempre renovat: sembla que les utilitzés un nen per aprehendre el coneixement que hi ha a les coses... La seva poesia liquida els arguments que la interioritat és pròpiament el domini del poeta: la individualitat no pertany a ningú, és de tots, és un sentir, patir i imaginar-se comuns”. En la magnífica entrevista de Xènia Dyakonova us el trobareu amb les portes obertes de bat a bat.

“Un poema hauria de ser assequible a tothom”

Entrevista a Charles Simic. Poeta nord-americà, Premi Pulitzer

Xènia Dyakonova - AVUI - 28 d’abril del 2011

Charles Simic, que va néixer a Belgrad (Iugoslàvia) i va emigrar als Estats Units el 1953, després d’haver viscut uns anys a París, és una de les figures clau de la poesia americana actual i un dels poetes moderns més cosmopolites. Autor de vint llibres de poesia, de diversos volums d’assajos i d’unes quantes antologies de poesia sèrbia traduïda a l’anglès, ha estat guardonat amb els premis literaris més prestigiosos, com ara el Wallace Stevens, el Pulitzer i el Poet Laureate. Ha exercit de professor universitari durant més de trenta anys abans de la seva jubilació. Actualment viu a New Hampshire i viatja molt fent lectures i conferències pertot arreu.

Tot i que ha estat traduït a l’espanyol moltes vegades –la més recent és Una mosca en la sopa (Vaso Roto, 2010), un llibre de memòries–, fins ara no havia vingut mai a l’Estat espanyol: enguany era un dels convidats d’honor al festival Cosmo-poètica de Còrdova, i és allà on vaig coincidir amb ell. Com que fa temps que admiro la seva poesia fresca, incisiva, plena d’humor i imatges estranyes, vaig demanar-li d’entrevistar-lo, em va atendre amb una gran cordialitat i simpatia.

- Senyor Simic, parli’m dels seus inicis com a poeta.
De fet, quan em faltava un quadrimestre per acabar el batxillerat, vaig començar a escriure i alhora a pintar, i la meva primera ambició artística era ser pintor. Pintava aquarel·les amb molt d’entusiasme, era tota una obsessió, mentre que en la poesia no m’hi implicava gaire emocionalment. Tenia uns quants amics que escrivien poemes, i vaig pensar: “Per què no ho provo jo també?”. Encara no era conscient que m’hi enganxaria. A poc a poc la cosa es va anar complicant: vaig conèixer diverses persones que es prenien la poesia molt més seriosament i escrivien molt millor, i gràcies a elles em vaig adonar fins a quin punt eren dolents els meus primers versos. Aleshores vaig començar a preocupar-me’n i sobretot vaig llegir molt. Com que els llibres eren massa cars per comprar-los, anava a les biblioteques públiques de Chicago (on llavors vivia amb els meus pares) i en treia tota mena d’antologies poètiques.

- Quan va començar a publicar i a donar-se a conèixer?
L’any 1959 vaig tenir la meva primera publicació: dos poemes a la revista Chicago Review. Tot seguit me’n van publicar alguns més en una antologia de poetes joves. Però després, inesperadament, per una sèrie de circumstàncies difícils d’explicar, em van obligar a fer el servei militar, i vaig passar dos anys entre Alemanya i França, fent el paper ridícul de policia militar i no escrivint gens. Així i tot, li vaig demanar al meu germà que m’enviés els meus poemes, que estaven guardats a casa en una capsa de sabates. Els vaig rebre una nit freda de tardor. Em vaig asseure en un para-xocs, vaig obrir la capsa i vaig llegir a poc a poc tots els poemes. Eren horribles! Vaig agafar-los i els vaig llençar. Després em vaig ficar al llit i al cap d’uns minuts em vaig aixecar de nou, vaig recuperar els poemes i els vaig esquinçar en trossos ben petits. Em vaig sentir alleugerit. “I ara, què?”, em vaig preguntar. Mesos més tard, en tornar de l’exèrcit, vaig escriure poemes sobre petits objectes, sobre culleres, forquilles, etcètera. I aleshores vaig tenir clar que havia trobat la meva línia i que m’havia de dedicar a la poesia.

A vegades l’encant d’un poema pot estar en la seva imperfecció

- Rellegeix sovint els seus primers llibres? Sempre s’hi reconeix?
És clar que m’hi reconec, tot i que evidentment moltes coses han canviat durant els cinquanta anys que fa que escric. Rellegeixo els meus poemes juvenils, els veig massa impersonals, plens de defectes, i sempre tinc la temptació de canviar-los. Però això pot ser molt perillós: més que millorar-los, corro el risc de desgraciar-los. El que he après en tots aquests anys és que moltes vegades l’encant d’un poema està precisament en la seva imperfecció. Per posar una comparació, a vegades coneixem algú i al començament ens desconcerta que sigui una mica guerxo, però després ens hi acostumem, li agafem afecte i ens sembla que si no fos guerxo, no seria encantador.

- Parli’m de The World Doesn’t End (El món no s’acaba), aquell llibre de poemes que va guanyar el premi Pulitzer i el va consagrar com a poeta.
El curiós és que a aquest llibre se’l cataloga sempre com a poesia en prosa, tot i que jo, mentre feia aquells petits apunts, no tenia ni idea que estava escrivint poesia en prosa. Simplement, un dia, als anys vuitanta, quan el meu fill es va comprar una mena d’ordinador vell, vaig decidir aprendre a fer-lo servir i a picar textos. Vaig agafar els meus quaderns, en què anoto idees i frases disperses, i quan vaig començar a picar distretament totes aquelles notes, em vaig adonar que en tenia tantes, que fins i tot podien formar un llibre. Però ni tan sols quan en vaig fer un llibre no sabia a quin gènere pertanyien aquells textos. Pocs dies abans que sortissin publicats em va trucar la meva editora i em va exigir que jo mateix els catalogués: “En quina secció l’haurien de posar a les llibreries? Religió, ciència...?”. Després de pensar-m’ho força, i encara sense estar-ne gaire convençut, li vaig dir que en digués poesia en prosa. Curiosament, després no he pogut mai tornar a fer poemes d’aquest tipus. Tinc la sensació d’haver fet en aquella època tot el que puc fer en aquest gènere.

- Parli’m dels seus escriptors preferits, poetes i prosistes.
T’explicaré un detall de la meva infància. Durant uns anys que vaig estudiar en un institut de secundària de París, ens feien llegir Baudelaire, Rimbaud, Verlaine, Mallarmé i altres poetes francesos del segle XIX, i fins i tot aprendre els seus poemes de memòria. Em feien sortit davant de tota la classe i llegir de memòria alguna cosa com ara: “Sois sage, ô ma douleur, et tiens-toi plus tranquille...”. Això era un veritable malson, perquè el meu accent en francès era dolentíssim, i els altres nens es pixaven de riure mentre m’escoltaven. El professor, Monsieur Bertrand, era un sàdic que semblava passar-s’ho bé quan em veia patir. En acabar la secundària, vaig oblidar feliçment tota aquella poesia. Però molt més tard vaig rellegir Baudelaire, Rimbaud i altres poetes francesos i em vaig adonar que m’encantaven; vaig descobrir, fins i tot, que m’havia deixat influir molt per ells. També són molt importants per a mi, per dir només uns quants noms, els poetes nord-americans Wallace Stevens, Walt Whitman, Emily Dickinson, William Carlos Williams, o la russa Marina Tsvietàieva. Entre els prosistes, potser els que conec millor són els nord-americans, segurament perquè els llegia i els comentava en les meves classes quan feia de professor. M’encanten, per exemple, Dreiser, Sinclair Lewis, els contes de Hemingway... També parlava als meus cursos de literatura comparada de Kafka, Thomas Mann, Céline, que m’agraden molt. I estic convençut que la prosa que he llegit també ha tingut una gran influència en la meva poesia, així com la pintura i sobretot el cinema, que segurament és el que més ha influït, en general, en els poetes de la meva generació.

Una cosa que sí que em costa molt és escriure quan viatjo

- Expliqui’m on, quan i com escriu.
La veritat és que puc escriure, o pensar en un poema, gairebé a tot arreu: al carrer o als boscos de New Hampshire, on sovint passejo, o bé en un restaurant, tot observant la gent i escoltant les seves converses, o bé al llit, abans d’adormir-me, o bé a la cuina, mentre la meva dona prepara el dinar: això últim m’encanta, m’agrada molt escriure a la cuina quan hi ha alguna cosa coent-se als fogons, i els nostres gats i gossos pul·lulen per allà... No necessito silenci per escriure, fins i tot prefereixo que hi hagi una mica de soroll. A Nova York m’hi vaig acostumar prou, al soroll. El que em costa molt és escriure quan viatjo: si estic en un lloc nou, sobretot a Europa, procuro tenir els ulls i les orelles ben oberts, observo, m’enamoro de tot el que veig i em distrec contínuament i no puc concentrar-me en els poemes. Moltes vegades, quan era en un lloc preciós, com ara alguns pobles d’Itàlia, sortia al balcó de la meva habitació d’hotel, mirava el mar i el sol, i pensava: “Hauria d’escriure alguna cosa”. Però després sortia a passejar, em quedava embadalit davant d’aquell paisatge i m’oblidava completament d’escriure. Per això sempre estic més concentrat i més còmode escrivint a casa, perquè m’ajuda tenir les meves coses i els meus llibres a prop, i també veure el paisatge rural per la finestra.

Molt poques vegades escric totalment lúcid i convençut que el poema és bo

- Sempre pot valorar el poema racionalment mentre escriu?
Quan era jove, escrivia molt de nit, en plena eufòria, i els poemes em semblaven fantàstics, però l’endemà al matí els tornava a llegir i m’adonava que no valien res. Avui dia això ja no passa en aquesta mesura, però sí que moltes vegades, mentre escric, m’abstrec de la meva capacitat crítica, em torno una mica beneit –o inspirat, que és una altra manera de dir-ho– i tinc la sensació d’estar escrivint una cosa molt bona, però quan torno a pensar-hi amb calma començo a veure-hi defectes. Algunes vegades, molt poques, escric totalment lúcid i totalment convençut que el poema és bo i no hi canviaré ni una coma. Però ja et dic, això passa molt de tant en tant.

- Quin sol ser el punt de partida dels seus poemes? Una imatge, un vers, una paraula, una altra cosa?
Pot ser qualsevol d’aquestes coses, depèn del moment. A vegades un poema pot començar fins i tot amb un títol. Recordo haver escrit un poema, fa uns deu anys, que es deia Serving time (Servint el temps). En anglès és una frase feta; es pot dir, per exemple, que un presoner serveix el temps, és a dir, compleix una condemna. Vaig donar-li moltes voltes, a aquesta expressió, i vaig pensar que totes les persones, en el fons, no fem altra cosa que servir el temps, com si fóssim captius en una presó enorme sense vigilants, on només el temps ens mana. I vaig escriure un poema sobre això... A més a més, estic convençut que els poetes, a part de servir el temps, “servim el diccionari”, com deia Joseph Brodsky.

L’altre dia fins i tot vaig llegir poemes al meu gos; al final va remenar la cua

- A quina mena de públic s’adreça la seva poesia?
Estic convençut que un poema hauria de ser assequible a tothom, a qualsevol tipus de persona: evidentment, no tothom el podrà entendre a tots els nivells i amb tots els seus matisos, però en general hauria d’arribar a to- ta mena de lectors. Un dia, després d’un recital que vaig fer als EUA, se’m va acostar un home gran i em va dir, tot desconcertat: “Senyor Simic, això que ha llegit, realment era poesia?”. “És clar que sí!”, li vaig respondre. “Que estrany, doncs! Normalment no entenc gens la poesia, però el que vostè ha llegit m’ha semblat molt clar!”. Em va fer molta gràcia. L’altre dia fins i tot vaig llegir poemes al meu gos. Sembla mentida, però em mirava i m’escoltava atentament, i al final de la lectura va remenar la cua amb aprovació. I si ell també entengués els meu poemes? Imagina’t!