miércoles, 6 de abril de 2011

Zapatero no repetirá como a candidato del PSOE


El pròxim candidat del PSOE a la presidència d'Espanya no serà l'actual cap de l'executiu central, José Luis Rodríguez Zapatero. Aquest va portar al PSOE a una inesperada victòria l'any 2004 i va revalidar la confiança majoritària dels espanyols l'any 2008. Ho va anunciar el dissabte 2 d’abril davant del Comitè Federal del partit, el lloc on tocava. Això sí, no hi haurà eleccions avançades tal i com li reclama, dia sí i dia també, el PP. Zapatero vol acabar la legislatura per continuar treballant, va dir, per la recuperació de l’economia i per la millora de l'estat de dret social i amb noves lleis. Zapatero va assegurar que la decisió de no presentar-se a la reelecció el 2012 serà "positiva" per a les eleccions del 22 de maig, i va demanat al seu partit que no senti "vertigen" davant el procés de primàries per elegir al nou candidat, perquè només el PP pot tenir por.

Acabat el Comitè Federal, José Montilla va demanar que s’aparqui l’etapa d'incertesa i que el PSOE i el PSC concentrin els seus esforços a guanyar les eleccions del 22 de maig. Montilla ha considerat absurd perdre el temps a parlar d'un "possible candidat" per a unes eleccions que se celebraran d’aquí a un any quan hi ha uns comicis molt importants que tindran lloc d’aquí a dos mesos.

- Els mitjans informatius han fet un ampli ressò d’aquesta notícia però vull destacar aquesta crònica i anàlisis que ha sortit publicada en el diari EL PAÍS, on també hi ha més informacions interessants relacionades amb el tema: 

"Cueste lo que me cueste"

Zapatero fía su validación histórica en ser capaz de transformar la economía

JOSÉ LUIS BARBERÍA - EL PAÍS - 03/04/2011

El panorama no era muy estimulante desde el momento en el que la consigna "¡Zapatero, dimisión!" que corea a diario el PP y grita y se desgañita la ultraderecha cainita brotó también entre sindicalistas, funcionarios, parados y otros damnificados de la política económica. Y se tornó dolorosamente sombrío cuando el plomo con el que José Luis Rodríguez Zapatero carga en las encuestas de popularidad llevó a algunos barones regionales del PSOE a creer que sus opciones en los comicios del 22 de mayo mejorarían si el presidente del Gobierno anunciara que no se presentará a la reelección.

Con un índice de valoración ciudadana inferior al del peor Aznar de la guerra de Irak, el político talismán, caballo ganador hasta ahora del socialismo español, empezaba a ser visto como un lastre por algunos dirigentes de su partido. En contraste con las entusiastas reacciones de adhesión que Felipe González obtuvo en una situación similar, su insinuación-anuncio de que no aspiraría al tercer mandato encontró en su partido mucho silencio respetuoso, junto al apremio de que se decidiera lo antes posible. Pero, antes que nada, la renuncia de ayer responde a una convicción personal y un compromiso asentados mucho tiempo atrás.

Su fuerza psicológica se agrietó con la crisis y su impacto social y político

Por grande que sea su autocontrol y su temple, Zapatero ha acusado anímicamente los últimos golpes. Su blindaje psicológico ha quedado agrietado por la endiablada dinámica de la crisis económica y su reflejo político y social. Pese a su acusada austeridad psicológica, heredada de su madre, su resistencia a verbalizar las emociones y lo inescrutable de su actitud, el presidente del Gobierno no es un hombre de hierro. La teoría que le presenta como un líder mágico acorazado frente a la adversidad no deja de ser una creación de "marketing político ZP", aún admitidas las dificultades que hasta sus más allegados encuentran para atravesar su piel y llegar a sus estancias íntimas.

Puede que ahora se sienta más libre para tomar todas las medidas necesarias

Desconcertado por el terremoto financiero y laboral que le ha roto el espinazo programático de la legislatura y dolido por los desafectos, Zapatero luce ahora una sonrisa más apagada y un rictus de amargura que hace juego con sus ojeras, arrugas y pliegues crecientes, pero no ha descompuesto la figura y su mirada y sus gestos parecen últimamente animados por la determinación que exigen las grandes empresas. Puede que ahora, en el tiempo de descuento, se sienta más libre y relajado y también más comprometido, si cabe, con la misión de devolver al país a la senda del crecimiento.

Ahí está, desde hace meses, encadenado al campo de pruebas de la crisis, maniobrando frente a los mercados financieros que acechan a nuestro país, tratando de sentar las bases de la transformación de las estructuras económicas. Zapatero es ahora el Sísifo condenado a ascender la montaña de la recuperación económica con la roca de la crisis a la espalda. Es una condena y también su tabla de salvación porque, llegados a este punto, José Luis Rodríguez Zapatero solo puede encontrar acomodo seguro ante la posteridad si el relato biográfico le caracteriza como el político que modificó las estructuras que hacen posible que España sume un tercio del desempleo existente en el conjunto de la eurozona.

Él lo ha dicho: "Me gustaría pasar a la historia de España como el presidente que, además de hacer frente a la crisis, transformó la economía y llevó a cabo la tercera gran transición económica de la democracia". Le habría horrorizado llegar a figurar ante la posteridad como el presidente bajo cuyo mandato España tuvo que ser rescatada económicamente por la comunidad europea. Dicen quienes le tratan que el secretario general del PSOE es un político transformado por la fuerza implacable de los hechos y que, aunque le costó mucho leer la realidad económica desbocada, ha asumido la tarea de interpretarla y abordarla con buen juicio y un elevado sentido de la responsabilidad.

"Cuando te despiertas y descubres que los ingresos fiscales se caen y el paro se dispara tienes que recomponer tu discurso y escuchar a aquellos que te indicaban que había que tomar medidas. Entonces, te caes del caballo y te distancias de quienes, como los sindicalistas y otros, te decían que no había que moverse, que bastaba con aplicar una política de corte keynesiano para inyectar liquidez e impedir el crack", resume un exministro. Tras un año perdido en la aplicación de medidas cosméticas; primero, ante la duda de si existía la crisis y, luego, con las conjeturas sobre su alcance temporal y envergadura, Zapatero descubrió abruptamente el abismo en la semana negra del 3 al 9 de mayo, con los ataques contra el euro y España.

Durante esos días, el presidente constató dolorosamente que retrasar tareas pendientes y acuciantes, como la de desinflar la burbuja inmobiliaria, conducen a un estallido mayor, que el margen de maniobra de la política en la economía es mucho más estrecho de lo que pensaba, que los mercados pueden reformarte antes de que tú los reformes a ellos, y que la intuición personal, en la que tanto había confiado, no es, en estas materias, un valor seguro. Puede que también haya puesto en cuarentena o relativizado una serie de asertos de filosofía política que le resultaban familiares: "La democracia es un sistema de Gobierno en el que los no expertos gobiernan a los expertos", "cualquiera puede llegar a ser presidente". Seguramente, comprobó que la exagerada autoconfianza no es buena consejera.

El destino le ha deparado a Zapatero una jugarreta particularmente cruel al obligarle a llevar a cabo, a él, precisamente, el mayor recorte social de la historia de la democracia. Arrollado por la crisis, el campeón de la extensión de los derechos sociales, promotor de un nuevo modelo de socialismo sustentado en los derechos civiles, tuvo que renunciar al 3,5% del presupuesto. La mano que concedió los 3.000 euros del cheque bebé y los 400 a deducir de la declaración del IRPF; la que incrementó las pensiones y la ayuda a los parados de larga duración y a las personas dependientes es la misma que ha tenido que retirar o congelar esas medidas. Para Zapatero, ha sido un trago muy amargo, un desastre en términos de imagen pública y una herida interior que solo dejará de sangrar cuando vea la economía recuperada.

Zapatero siempre se mostró decidido a no gobernar más de ocho años

No estaba preparado para esto; ésta no es la legislatura que esperaba. Pero a decir de sus compañeros de la ejecutiva y del Gobierno, Zapatero siempre se mostró decidido partidario de no prolongar el mandado presidencial más allá de los ocho años, dos legislaturas. "Recuerdo muy bien que cuando Aznar comunicó al país que no se presentaría a una tercera reelección, José Luis nos comentó en la comisión ejecutiva del partido que ningún presidente debería estar más de ocho años y es lo que ha estado diciendo en todo este tiempo", sostiene un veterano dirigente del partido.

Fiel a sus convicciones, el presidente había descartado la reelección, aunque la envergadura de la crisis y las voces que le pedían que continuara hayan podido hacerle dudar en algún momento. Como jugador de ajedrez que es, tenía ya en la cabeza los cuatro o cinco movimientos siguientes a realizar de cara a su sucesión y, de hecho, él había empezado a mover algunas fichas: Bibiana Aído, Leyre Pajín..., que debían prefigurar la renovación del partido y dar el paso a una segunda generación dirigente. "El partido estaba dividido entre los que creían que debería anunciar su retirada ya y los que pensamos que lo importante es terminar bien la tarea. Creo que él le ha estado dando vueltas", afirma un antiguo dirigente. En el PSOE ha quedado un ambiente algo enrarecido porque todas y cada una de las personas consultadas para este artículo prefieren no ser citadas para que no se les atribuyan segundas intenciones en momentos en los que algunos dirigentes se miran de reojo.

“Quiere irse con los deberes hechos”, afirman fuentes de su entorno

En su proyectada salida de la Presidencia y de la Secretaría General del PSOE, Zapatero tenía dos precedentes claros a evitar: el de Felipe González saliendo tras una oleada de casos de corrupción y el de José María Aznar nombrando a dedo a un sucesor que perdería las elecciones. La crisis le ha impedido ir más allá de mostrar su preferencia sucesoria con el nombramiento del vicepresidente Rubalcaba. "Quiere irse con los deberes hechos: reducir el déficit y el paro, iniciar la recuperación y dejar el partido en condiciones de poder ganar. Me consta que le habría gustado posponer el asunto sucesorio hasta el último momento", dice una de las nuevas figuras socialistas.

La imagen del líder socialista está más desgastada que la de su partido

El presidente ha reconocido públicamente haber reaccionado tarde ante la crisis, pero ese gesto, nada habitual en los políticos españoles, no se ha traducido, a tenor de las encuestas, en una mejora de su imagen. No parece que, ahora mismo, el país esté por perdonar los errores de los políticos y aceptar sus disculpas. Al contrario que Felipe González, que salía mejor librado que su partido en los sondeos, incluso, cuando adoptaba medidas impopulares, la imagen de Zapatero se ha desgastado más que la del PSOE y eso que, a un año de los comicios generales, era dudoso que el PSOE dispusiera de un líder más idóneo para batir a Mariano Rajoy. En todo caso, después de haber contemplado de cerca el peligro de derrumbe económico, Rodríguez Zapatero ha asumido la magna tarea de reducir el déficit público y reformar las estructuras económicas. Lo ha hecho con un empeño extraordinario, como si le fuera la vida en ello. "En la vida, para comprender, comprender de verdad cómo son las cosas de este mundo, debes morir por lo menos una vez", dejó escrito Thomas Mann.

Presa de su frenesí reformador, el líder socialista se ha quedado prácticamente solo ante el peligro, pero en la actitud de asumir la responsabilidad histórica que le corresponde. "Cueste lo que me cueste", como él ha afirmado. Puede que de las cenizas de sus errores, de la ruina de su prestigio y popularidad esté surgiendo, como señalan algunos analistas, el mejor Zapatero conocido, el político profesional, que acomete las grandes reformas: mercado de trabajo, Seguridad Social, pensiones..., pendientes desde hace tiempo y ahora, seguramente inaplazables.

No solo lo piensan los empresarios del "siga Zapatero, siga". "He sufrido con el ZP triunfante que convertía sus intuiciones en análisis y tengo que reconocer que ahora lo está haciendo bien, con racionalidad, coherencia y responsabilidad", apunta un antiguo dirigente. "Una de las cosas que ha hecho mejor es maniobrar frente a los ataques de los mercados. La gente no lo ha valorado porque todavía no sabe que estuvimos en una situación crítica, a punto de ser una Grecia bis", indica un antiguo dirigente discrepante con su trayectoria anterior. En las filas socialistas, se le reprocha a Zapatero que no haya explicado en toda su crudeza cómo y por qué tuvo que cambiar de política, las exigencias de los mercados y de la UE, la carta de Obama... "Estuvo muy bien lo que hizo en la anterior legislatura, pero es ahora cuando José Luis ha cogido altura y ese camino de sacrificio conduce a la soledad", enfatiza un diputado.

La presión de su familia ha influido para que hiciese el anuncio pronto

Nadie de quienes le conocen bien le niega sobriedad en lo material y lo psicológico. "Zapatero no necesita mucho para vivir. Dejará la Presidencia sin mayor problema y volverá a León a reencontrarse consigo mismo y con su familia que, por cierto, le empujaba mucho para que saltara cuanto antes", apunta un antiguo miembro del Gobierno. Es seguro que el desafecto último del electorado y el odio que le vomitan los medios ultras han tenido para él un alto coste personal, aunque, subrayan sus fieles, siempre ha sido consciente de que su destino era ser expresidente y que la popularidad es un viento efímero y de corriente alterna.

Zapatero se ha echado la carga lacerante de la crisis a la espalda en nombre del patriotismo constitucional y del republicanismo laico y convivirá con ella durante los próximos 12 meses. Buscará la justificación histórica de su mandato porque le preocupa mucho lo que dirán de él los libros de Historia. El duro castigo de esta segunda legislatura y su sacrificio personal y político parecen avalar esa buena dosis de grandeza que precisa para que su obra llegue a reivindicarle. Más que a la gloria -"la gloria es como una burbuja" dijo Shakespeare-, el presidente podría aspirar a que con el tiempo, una vez que la roca de la crisis sea devuelta a su montaña, los ciudadanos le agradezcan retrospectivamente sus esfuerzos y le instalen, quizá, en el pabellón de los políticos que, como Adolfo Suárez, no obtuvieron en su día el justo reconocimiento.

Profesor, secretario general y presidente

- Nieto de un oficial republicano fusilado en 1936, José Luis Rodríguez Zapatero (Valladolid, 1960) se afilió a las Juventudes Socialistas en 1979, tras largas charlas con su padre y encandilado por un mitin de Felipe González al que había asistido con su familia un año antes en Gijón (su primer acto político). Tenía 18 años, Francisco Franco había muerto tres años antes, y se acababa de aprobar la Constitución. Se lo comentó a su familia después de haber dado el paso.

- Se licenció en Derecho en la Universidad de León cuatro meses antes de que el PSOE obtuviera la mayoría absoluta en las elecciones generales de 1982 y accediera por primera vez al Gobierno de la mano de González. Luego sería contratado como profesor de Derecho Constitucional en ese centro educativo. Su tesina versó del Estatuto de Autonomía de Castilla y León.

- En 1986 se convirtió en el diputado más joven entonces del Congreso. Dos años después fue elegido secretario provincial de los socialistas leoneses.

- Fue nombrado portavoz del PSOE en la Comisión de Administraciones Públicas de la Cámara Baja en 1996. Antes había formado parte de las Comisiones de Justicia e Interior; Constitucional; y del Defensor del Pueblo.

- Su impulso renovador había nacido en las reuniones celebradas en casa de Trinidad Jiménez, a las que asistieron, entre otros, Jesús Caldera y Jordi Sevilla. A ese grupo aglutinado alrededor de su liderazgo se le llamó Nueva Vía. También formaban parte de esa corriente José Blanco y Juan Fernando López Aguilar.

- En 2000 alcanzó la secretaría general del PSOE en el 35ª Congreso del partido. Hacía solo tres años que formaba parte de la dirección, y estaba a punto de cumplir los 40 años. Logró 414 votos (41,69%), frente a los 405 votos (40,79%) de José Bono. Matilde Fernández obtuvo 109, (10,98%) y Rosa Díez 65 (6,55%).

- El 14 de marzo de 2004 ganó las elecciones generales y se convirtió en el quinto presidente del Gobierno de la democracia. Obtuvo algo más de 11 millones de votos (el 42,6%) frente a los 9,8 millones (37,8%) del candidato del Partido Popular, Mariano Rajoy.

- Zapatero fue reelegido en 2008. Logró 11,3 millones de votos (43,9%), frente a los 10,3 millones (39,9%) de Mariano Rajoy.

- Está casado desde 1990 con Sonsoles Espinosa, y tiene dos hijas.

Molts professionals de l’opinió han escrit els darrers dies sobre la decisió de JL Rodríguez Zapatero a la premsa escrita en positiu o en negatiu. Aquesta la trobo especialment encertada per la fina ironia, però també pel respecte a la persona de Zapatero i per ressaltar la seva condició d'humà:

El enigma

JUAN JOSÉ MILLÁS - EL PAÍS - 03/04/2011

Sabemos que nos decepcionó, y quizá se decepcionó a sí mismo también
    
Un día, hace ahora cuatro años, una persona muy cercana, mucho, al presidente me dijo:

-Te va a parecer una exageración, pero yo creo que a José Luis, a fondo, a fondo, no lo conoce ni Sonsoles.

Acaba pues de anunciar su retirada un hombre al que no conocemos. Entró como un enigma y se va como un enigma. Pero sabemos de él algunas cosas: por ejemplo, que es el primer presidente de izquierdas que ha gobernado este país desde la democracia; que le ha interesado más la política que el poder; que no ha sabido o no ha querido llevarse bien con los medios de comunicación (y que dio libertad a aquéllos a los que podía controlar (TVE); que durante sus mandatos se ha avanzado en temas de igualdad y derechos civiles más que en los últimos cien años; que es una rara mezcla de ingenuidad y astucia, de humildad y arrogancia; que al menos durante su primera legislatura se creía todo lo que decía; que es un feminista radical. Sabemos también que la derecha, a la que nadie ha irritado tanto como él, ha dicho que su capacidad para el Mal (con mayúsculas) carece de límites, que es un tontiloco, que sus formas suaves ocultan a un lobo sediento de sangre, que es un resentido, un simulador, un visceral con obsesiones políticamente inconfesables, que es un inconsistente, un tonto, un inútil, un bobo, un incapaz, un acomplejado, un cobarde, un prepotente, un mentiroso, un inestable, un desleal, un perezoso, un pardillo, un irresponsable, un revanchista, un débil, un arcángel, un sectario, un radical, un chisgarabís, un maniobrero, un indecente, un loco, un hooligan, un propagandista, un chapucero, un excéntrico, un disimulador, un estafador, un agitador, un fracasado, un triturador constitucional, un malabarista, un mendigo de treguas, un traidor a los muertos...

Sabemos que ha legislado a una velocidad de vértigo sobre lo visible, pero también sobre lo invisible: durante su primer mandato, por ejemplo, se suprimió la tartamudez como causa de exclusión en el acceso al empleo público, se incrementó en un 30% la inserción laboral de personas con discapacidad, se aprobó la ley que reconocía la lengua de signos (una antiquísima reivindicación del colectivo de sordos) y la asistencia gratuita a personas con discapacidad, sabemos que eliminó de la ley del divorcio la necesidad de que hubiera un culpable... Sabemos que cuando afirmaba que se proponía quitar el poder a los poderosos y entregárselo a los ciudadanos estaba convencido de que podría hacerlo.

Sabemos que le dolía de verdad el hecho de que los ciudadanos solo votasen cada cuatro años, mientras que los poderosos lo hicieran todos los días del año. Sabemos que al poco de llegar a La Moncloa dijo que su biografía estaba por llegar. Sabemos que tenía un lado visionario tan peligroso para él como para los contribuyentes. Sabemos que ese lado visionario fue el que le condujo a creer que estaba destinado a acabar del todo con ETA o a detener el avance de la crisis con solo ordenárselo. Sabemos que en septiembre de 2010 se reunió en Nueva York con los banqueros y los representantes de los fondos de inversión más importantes de EE UU para pedirles árnica. Sabemos que aquella reunión fue lo más parecido a la escena de un presidente constitucional solicitando clemencia ante un Gobierno de facto. Sabemos que a partir de entonces (aunque ya antes) Zapatero empezó a hacer todo lo contrario de aquello en lo que había creído. Sabemos que comenzó a gobernar sin convicción. Sabemos que si en ese momento hubiera dimitido, dejando que hicieran el trabajo sucio quienes creían en la necesidad (y en el placer) de ensuciarse, hoy sería un mito de la izquierda. Sabemos que el destino de todos nuestros presidentes es salir mal de La Moncloa. Sabemos que Zapatero creía que escaparía a ese destino. Ya sabemos que no.

Sabemos que dijo que no nos decepcionaría.

Sabemos que nos decepcionó (quizá que se decepcionó a sí mismo).