jueves, 13 de enero de 2011

El Govern Mas comença a manar Catalunya


Algunes de les primeres accions del govern d’Artur Mas són vistes amb esperit crític, malgrat també que hi ha una certa complicitat: la dels primers 100 dies. De totes maneres, varis articulistes habituals de la premsa ja van apuntant maneres de fer, aquí en teniu cinc mostres:        

De momento, mucha continuidad

Antonio Franco periodista - EL PERIÓDICO - 12 de enero del 2011

CiU criticaba al tripartito, pero ahora descubre que Montilla hacía lo único que se podía hacer
    
En Catalunya es momento de ver y esperar, más que de juzgar. Debemos dejar correr los 100 días protocolarios que merecen todos los gobiernos entrantes antes de ser enjuiciados. Además, la crisis económica y social es profunda, y en contra de lo que decían en la campaña electoral quienes han ganado, ni hay fórmulas mágicas para resolverla ni las competencias del Govern catalán son suficientes para zanjarla. Por lo tanto, sería absurdo hablar ya sobre la gestión que hace o hará el nuevo Govern. Sí es posible, en cambio, analizar el trasfondo de las primeras declaraciones de los consellers entrantes, ahora que en vez de intentar atraer votos han de encarar los problemas reales.

De momento, aunque nadie quiera decirlo abiertamente, imagen aparte, el nuevo Ejecutivo destila aroma a bastante continuidad. Los problemas son la crisis, el agujero sanitario y la falta de recursos financieros, y lo que hay por delante son recortes, por un lado, y todo lo que pueda ayudar a enderezar el tejido empresarial, por otro. Es decir, lo que hacían José Montilla y compañía, que trabajaban en esa dirección y en la de intentar paliar al máximo -que no era mucho- los problemas de las víctimas de la destrucción de empleo. Convergència va hacia ahí y sin anunciar grandes novedades. Eso quiere decir, ya a toro pasado, que no estaba tan mal lo que hacía el tripartito, aunque la mala prensa y el viento en contra le impidieron proyectarlo. Hay que resaltarlo, porque CiU contribuyó mucho a ese viento en contra al inyectar a la sociedad catalana una visión catastrofista de las líneas maestras de actuación del Govern anterior. Con ese antecedente, tendríamos que estar ante una Gran Rectificación. Quizá lo será, pero de momento no parece que las cosas vayan a ir por ahí.

Varias decisiones emblemáticas del tripartito de las que se anunció que tendrían marcha atrás están retenidas por un lógico freno de mano. Los bonos para particulares y empresas como recurso financiero, que el tripartito no lanzó por gusto sino por necesidad, fueron considerados una mala solución, pero ahora, muy poco después, Artur Mas no descarta volver a emitirlos. Otro tema: se consideraba absurda la limitación de velocidad, pero pasadas las elecciones nos dicen que probablemente solo se modificará para el horario nocturno, algo que por cierto ya estudiaba Montilla. Y es que hay muy pocas ganas de tener que explicar un repunte de la mortalidad viaria tras el relevo gubernamental. Sigamos: las cámaras en las comisarías también fueron denostadas, pero a la hora de la verdad es poco probable que CiU las quite: los ciudadanos rebajarían sus garantías de ser bien tratados por los Mossos, y los Mossos rebajarían sus garantías de no ser acusados injustamente de malos tratos cuando actúan correctamente… No son cuestiones trascendentes. pero reflejan maneras de hacer política.

Respecto de la situación económica de la Generalitat preveo un plazo de prudencia, especialmente después del mal estilo exhibido por los entrantes al denunciar que el déficit era mayor de lo confesado, cuando después ha trascendido que en el traspaso de poderes el tripartito lo situó en sus niveles reales.

A todos nos alegra el publicitado tijeretazo del 23% de los altos cargos, pero hemos de esperar a ver si eso no comportará una Administración pública peor. Los expertos siempre han dicho que el problema de la Generalitat es de excesiva rigidez y poca eficacia, no de dimensión. Como la reducción supone un ahorro moderado de dinero, expreso mi reserva ante la desaparición de algunas carteras. ¿Funcionan bien las superposiciones de responsabilidad en unas pocas manos? A veces es más operativa la gestión especializada. Aunque lo políticamente correcto sea bendecir una reducción de conselleries, recelo de que algunas materias estratégicas de la política moderna, como la inmigración, el medioambiente, las universidades, o para nosotros el turismo, estén subordinadas a otras materias en carteras demasiado heterogéneas. O que no merezcan atención muy específica los temas de empleo.

En los temas económicos intuyo más continuidad de la que se espera, porque antes de las elecciones ya empezaban a ir un poco mejor las cosas. Cuando el tripartito dejó el poder, Catalunya había dejado prácticamente de crear paro, aquí la mayoría de los nuevos empleos eran reales (no funcionarios y asimilados, como en el resto de España), estaba creciendo de forma apreciable la exportación y repuntaba el número de nuevas empresas. La Generalitat no puede hacer grandes cosas contra esta crisis general, pero Andreu Mas-Colell aplicará probablemente recetas parecidas a las de Antoni Castells para que continúe esa tendencia a mejorar antes que el resto del Estado.

Está claro, sin embargo, que los catalanes querían mayoritariamente un cambio de gestores. Y lo tienen. No gustaba el maridaje antinatural de los socialistas y Esquerra, y por eso ha muerto el tripartito. Pero es muy posible que CiU demuestre indirectamente en esta legislatura que los enfoques generales de gestión no necesitaban grandes rectificaciones, en contra de lo que se decía. Veremos si el tiempo me desmiente.

Confondre la part amb el tot

Joaquim Coll historiador  - EL PERIÓDICO - 12 de gener del 2011      

El comentari estrella, aquests dies, a les portes dels col·legis és la proximitat de la setmana blanca, la desaparició de la qual és de moment l'anunci més rotund del Govern del president Mas en les seves primeres setmanes. Em sembla una decisió encertada, perquè aquesta novetat no estava justificada. O reduïm les llargues vacances escolars de Nadal o eliminem la Setmana Santa. Però les tres coses alhora tenen una cabuda difícil, gairebé sempre en un mateix trimestre. La revisió dels temps festius en l'ensenyament només és possible si s'efectua en el marc d'una reforma global del calendari, que resituï algunes festes religioses d'escassa pràctica social en benefici de la productivitat i de la conciliació familiar. No veure-ho així és creure que l'escola pot viure d'esquena a la resta de la societat. La famosa setmana blanca va néixer, en realitat, com una contrapartida als docents per avançar quatre dies l'inici del curs escolar. Després es va intentar teoritzar-la fent de la necessitat virtut. Ara tornarem més o menys al calendari anterior, incloent la sacrosanta jornada intensiva al juny exigida pels mestres, que va obligar l'anterior conseller, Ernest Maragall, a una inaudita rectificació en plena campanya electoral.

Menys atenció ha suscitat el canvi de nom de la Conselleria d'Educació, dirigida ara per la democristiana Irene Rigau, que torna a dir-se Ensenyament. A alguns els pot semblar una qüestió irrellevant, però no ho és en un moment on s'ha promès sobretot austeritat. I la veritat és que gastar diners per canviar el substantiu d'una conselleria que no ha guanyat ni perdut cap competència no sembla que estigui gaire justificat. A més a més, se suposa que CiU segueix compromesa amb la integritat dels objectius de la Llei d'Educació. El canvi de nom respon a una tossuderia ideològica de la dreta, que insisteix que l'objectiu de l'escola és ensenyar coneixements, teòrics o pràctics, i no tant educar els alumnes en un sentit integral, ja que per a això ja hi ha les famílies. És una veritat a mitges, que cau en l'error de confondre la part amb el tot.

Unos buenos y otros manifiestamente mejorables

FRANCESC VALLS - EL PAÍS - 02/01/2011

El Gobierno, con la supresión de Medio Ambiente, va al revés de Europa; Interior, en cambio, es reacio, como muchos en la UE, a las cámaras en comisarías

Los anhelos de cambio en Cataluña son de tal magnitud que el estado de pecado consustancial al tripartito ha dejado paso al de gracia permanente para el nuevo Gobierno de Artur Mas. Lógicamente, el nuevo Ejecutivo tiene derecho a los 100 días de rigor para ver por dónde respira, pero víctimas del día a día, es inevitable no hacer un somero examen de conciencia y establecer odiosas comparaciones.

Uno de los rasgos del nuevo periodo es el retorno del presidencialismo, aparcado en los años en que ha estado al frente de la Generalitat José Montilla, quien debe sentir sana envidia del diseño de Mas. Presidencia vuelve a asumir lo que el tripartito había centrifugado hacia otras consejerías: retornan a la casa del padre el poder de decisión sobre los medios de comunicación públicos, las relaciones exteriores, la voz única del Gobierno y la supervisión de todas las subvenciones y las contrataciones. Por la vía de la redistribución competencial, Mas tendrá el poder que su mentor y predecesor Jordi Pujol tenía y ejercía de facto, sin apenas dejar margen de maniobra para los teóricos titulares de la cartera en cuestión. En el año 2001, el profesor Jordi Matas entrevistó a 48 de los 55 consejeros que habían formado parte de los Gobiernos de Pujol y uno de cada tres consideraba excesivo el protagonismo del presidente en su propio departamento.

Otras cosas también parecen volver: ahí está la presidencia de las comisiones de traspasos, bilateral y asuntos económicos y fiscales para el líder democristiano Josep Antoni Duran Lleida. Durante el pujolismo ocupó este puesto Miquel Roca. Ni Duran ni Roca cuentan o contaron con cargos en el Gobierno catalán, aunque los dos eran o son hombres fuertes de CiU en el Congreso de los Diputados. Ser jefe de filas de CiU en Madrid es importante, pues supone la canalización del peix al cove, con beneficios de caja -política, claro- para la federación nacionalista y para el Gobierno. Vuelve la confusión de ventanillas, al igual que sucedió con los Gobiernos de Pujol, que no se caracterizó precisamente por su sutileza a la hora de marcar límites entre el partido y el Gobierno. La pasión por la brocha gorda se impone sobre el gusto por el matiz.

Donde sí cambian las cosas respecto al pujolismo es en Medio Ambiente. Al contrario que Pujol, Mas ha troceado la cartera en dos departamentos -Política Territorial y Agricultura- lo que inquieta a las organizaciones ecologistas. El 90% de los países de Europa tienen ministerio específico y no sería bueno que un Gobierno transversal y de centro derecha acabara en el desarrollismo y haciendo propia la consigna leninista de "electrificación y soviets". Y si en Medio Ambiente vamos al revés de Europa, en Interior vamos a ponernos a la hora de Europa o por lo menos de España. El consejero Felip Puig va a "revisar la utilidad" de las cámaras en las comisarías de los Mossos. Ni la Guardia Civil ni el Cuerpo Nacional de Policía cuentan con estos instrumentos en sus dependencias. Sí lo tiene la Ertzaintza y fue, por cierto, el Partido Nacionalista Vasco el que tomó la decisión. Puig deberá ver la utilidad y, sobre todo, a quién pretendemos parecernos.

Del programa electoral de CiU -corto en promesas por realista, aseguran- se mantiene la supresión del impuesto de sucesiones y, en cambio, cae la creación de un departamento específico de Universidades. Los rectores que se sublevaron contra el republicano Josep Huguet y la secretaría de Universidades ahora ya no consideran necesario tener departamento propio.

Ahora todo ha cambiado. Un gran activo del nuevo Ejecutivo es, sin duda, la transversalidad. El fichaje de oro es Ferran Mascarell, un ex socialista con carnet, al que las calabazas y la indecisión de la dirección llevaron a la otra orilla, a un Gobierno de CiU. La actuación de Mas ha sido inteligente. Mascarell es en Cataluña, probablemente, quien más conoce el funcionamiento de las industrias culturales. Al otro lado de esta inmensa transversalidad se encuentra Pilar Fernández Bozal, consejera de Justicia. En su anterior actividad como abogada del Estado, recurrió concienzudamente contra el referéndum independentista de Arenys de Munt. También, aunque es menos conocida esta faceta, Fernández Bozal mantuvo una notoria falta de voluntad de coordinación con las Administraciones para abordar conjuntamente el caso Palau. Hay, pues, consejeros muy buenos, otros buenos y otros manifiestamente mejorables. Hay promesas programáticas de obligado cumplimiento y otras de prescindible ejecución. Y solo llevamos cinco días de nuevo Gobierno. Veremos qué sucede en los 95 siguientes.

La familia en la política catalana

JOAN SUBIRATS - EL PAÍS - 09/01/2011

Corremos el peligro de recuperar un concepto singular e ideológico de familia tradicional cada vez menos frecuente

Ha vuelto la familia a la política catalana. No es que hubiera desparecido, pero en los últimos años no ha tenido el relieve que ahora se le quiere dar. La estructuración del nuevo Gobierno en el ámbito de las políticas sociales lo pone de manifiesto. Se ha cambiado ciudadanía por familia en el propio rótulo frontal del departamento, y una de las secretarías del mismo ha pasado de denominarse Secretaría de Políticas Familiares y Ciudadanía a un escueto Secretaría de Familia. También en el recuperado Departamento de Enseñanza se ha cambiado el nombre de la Dirección General de Atención a la Comunidad Educativa, para marcarla con la prioridad de atención a "la familia y la comunidad educativa". Cualquier estudio serio sobre políticas sociales en general y educativas en especial señala la importancia que tiene la esfera familiar en los procesos de socialización, salud, inclusión social o capacidad formativa. Y ello es más relevante aún en los países de la Europa del sur y en buena parte de los países de donde proceden los inmigrantes que han hecho recuperar nuestros frágiles índices de natalidad. Desde este punto de vista, nada que decir. El problema, entiendo, surge cuando tratamos de concretar a qué nos referimos cuando hablamos de familia, y más si manejamos ese concepto en singular, como si habláramos de un único modelo de convivencia familiar.

Los datos que se manejan sobre la situación de las familias en Cataluña en sitios tan serios como el Idescat, el Centro de Estudios Demográficos, el CIIMU o en el mismo Plan Estratégico de Servicios Sociales 2010-13 de la Generalitat, apuntan a una gran diversificación en la estructura familiar. A ello han contribuido la caída y el retraso de la natalidad y de la nupcialidad, el gran aumento de madres solteras, la inmigración, el incremento de la cohabitación como alternativa al matrimonio convencional, el crecimiento de los divorcios y separaciones e incluso el alargamiento de la esperanza de vida con muchas más personas mayores viviendo solas. Como pasa en el resto de Europa, en Cataluña cada vez hay menos gente en un mismo hogar. De casi cuatro personas como media en 1970 se ha pasado a poco más de dos y media en 2007. Si en 1981 las personas que vivían solas representaban el 10% de la población, hoy esa cifra es más del doble.

La encuesta demográfica de 2007 nos muestra un aumento significativo del pluralismo en los tipos de hogar y en las formas de convivencia familiar. En Cataluña, por otra parte, hay alrededor de un 10% de familias monoparentales, lejos del 16% de Francia o de cifras mucho mayores en el centro y norte de Europa. Pero todo apunta a que esa cifra crecerá. En un reportaje reciente, el rotativo francés Le Monde apuntaba que una de cada tres familias monoparentales estaba por debajo del umbral de la pobreza, tras ver afectada gravemente su economía después de la separación. Y en cualquier caso, la falta de adecuación de los dispositivos de apoyo a la heterogeneidad de situaciones aparecía como evidente. Como decía una de las madres consultadas por el periódico, "la sociedad y la Administración actuales no están adaptadas a las familias de hoy día".

Lo cierto es que todo apunta a una clara individualización y diversificación de los proyectos vitales, con todo lo que ello conlleva. Desde posiciones tradicionales de izquierda se tuvo mucho recelo a la institución familiar en su versión tradicional y se reivindicaba un reconocimiento de opciones de convivencia distintas que antaño eran minoritarias. Y ello impidió entender la evidente carga positiva que conllevan esos diversos y heterogéneos, pero fundamentales e insustituibles, espacios primarios de socialización y convivencia Ahora, corremos el peligro inverso. Tratar de recuperar un concepto singular e ideológico de familia tradicional que resulta cada vez menos frecuente. Una visión tradicional de la vida que contrasta con la creciente diversidad de modelos de convivencia, con la heterogeneidad de la concepción familiar de los recién llegados, con la gran pluralidad de los ciclos de vida.

Errores de Mas

Jordi Matas Dalmases catedrático de Ciencia Política de la UB - EL PAÍS - 12/01/2011

Designar a Mascarell es una provocación al 'fair play' político y una incitación al transfuguismo

Un presidente de Gobierno debe tener las ideas muy claras sobre la definición del buen gobierno, sobre todo si, como Artur Mas, su trayectoria política es sólida, su preparación para la presidencia es larga y su victoria está anunciada con mucha anterioridad. En un momento de cambio político, la configuración del nuevo Ejecutivo de Cataluña debería ser políticamente muy pedagógica y no estar negativamente condicionada por el vaivén de la campaña electoral. Sin embargo, se han cometido errores sobre los valores, la estructura, las personas y el llamado sottogoverno.

Mas se equivoca al considerar que la presencia de consejeros independientes (o, mejor dicho, no afiliados) es un valor del nuevo Gobierno, puesto que ello significa ir a remolque de una opinión pública que tiene mala imagen de la política. Tampoco debería encubrir que el nuevo Gobierno es, en toda regla, un Gobierno de coalición, y la crítica al tripartito no debería haber comportado un menosprecio genérico a los Gobiernos de coalición, ya que es la forma de gobernar más frecuente en los países más democráticos.

En el diseño de la estructura gubernamental el presidente Mas tampoco ha sido capaz de aunar la racionalidad política y la racionalidad administrativa. La promesa política de suprimir tres departamentos ha dificultado la lógica administrativa de una división sectorial coherente en aras de una eficaz y eficiente prestación de servicios públicos. Suprimir el Departamento de Medio Ambiente cuando las políticas medioambientales son muy transversales y tienen unos efectos evidentes para el bienestar de las personas es un error político que ratifica que cuando CiU creó este departamento en 1991 lo hizo únicamente para acallar las protestas sobre la gestión de residuos. No crear un Departamento de Universidades después de comprometerse a ello, hacer que dependa de Economía y que además el término universidades desaparezca hasta de la nomenclatura departamental no tiene ninguna lógica política ni administrativa (solo personal). Crear una vicepresidencia del Gobierno después de mostrarse duramente contrario a ella hace poco tiempo significa reconocer su utilidad en los Gobiernos de coalición y la fuerza de Unió en la negociación sobre la distribución del poder.

Nombrar consejeros a tres personas independientes sin experiencia política es un grave error. La actividad de un consejero es esencialmente política, se desarrolla en un ámbito eminentemente político y tiene unas repercusiones políticas de primer orden. Y si añadimos una coyuntura de profunda crisis poliédrica, el papel de la política debería tener mayor reconocimiento. Sobre las personas también podemos señalar, por distintas razones, las consecuencias negativas de dos nombramientos. Designar a Ferran Mascarell, de un perfil político excelente, es una provocación al fair play político e incluso puede interpretarse como una incitación al transfuguismo (aunque seguramente estamos más ante un ejercicio de escapismo político). Reconocer, en plena crisis económica, que el nuevo titular de Economía es el segundo suplente en las preferencias de Mas para ocupar el cargo (aunque el perfil de Mas-Colell quizás sea el más idóneo de los tres) demuestra una debilidad persuasiva y poca habilidad en la política de comunicación.

En cuanto a los primeros nombramientos del sottogoverno, los criterios puramente políticos parece que están compensando la aparente independencia de algunos consejeros, pero se está cometiendo otro error que contradice el abecé del buen funcionamiento de los Gobiernos de coalición. Así, reconocer y aplicar como criterio habitual de distribución de altos cargos departamentales que en consejerías lideradas por Convergència haya personas vinculadas a Unió y viceversa significa convertir la lottizzazione entre CDC y UDC en un fomento de la marginalidad y del espionaje político intradepartamentales. Finalmente, el acertado recorte anunciado de casi una cuarta parte de los altos cargos no puede convertirse en un ejercicio de malabarismo aritmético ni en un nuevo sometimiento de las racionalidades política y administrativa a simples promesas electorales.