miércoles, 26 de enero de 2011

Hu Jintao visita EE UU

La visita del president de Xina als Estats Units d'Amèrica, la setmana passada marca la voluntat del Govern xinès d'irrompre i marcar agenda en l'escena mundial com a nova superpotència i, de manera simètrica, la disposició nord-americana a concedir-li aquesta consideració. Barark Obama, com a amfitrió va declarar, que no tenen cap temor al fet que Xina mantingui el seu desenvolupament durant molts anys. "L'ascens de Xina és bo per a Estats Units i bo per al món". Xina s’ha convertit en el principal banquer internacional i, per tant, en l'actor decisiu per fer front a la gran crisi que sacseja al sistema financer des de l'estiu de 2007. Pequín no ha dubtat a rendibilitzar políticament el volum de les seves reserves, buscant esmorteir, quan no silenciar, les crítiques per la seva situació política interior. Encara que el President Obama, ha estat un dels pocs dirigents mundials a evocar públicament la qüestió dels drets humans davant el Govern de Hu Jintao. És preferible, sens dubte, que aquesta rivalitat en les altures es dirimeixi per la via dels acords i no dels mecanismes de la guerra freda, alguna cosa en el que ha insistit el president xinès, des de la seva arribada a Washington. Però cal preguntar-se sobre els límits d'aquesta negociació quan una de les parts està representada per un Govern que s'erigeix sobre la falta de llibertats per als seus ciutadans.

Reprodueixo les quatre magnifiques cròniques de la visita de Hu Jintao als EUA, de Antonio Caño, corresponsal de El País a Washington.

Hu Jintao llega a EE UU para ratificar el papel de China como superpotencia


Obama y el presidente chino intentarán tranquilizar a los mercados globales

ANTONIO CAÑO - Washington - EL PAÍS - 19/01/2011

Con 21 salvas y una cena de gala, EE UU rindió la noche del martes los máximos honores a un invitado ilustre, el presidente de China, Hu Jintao, que llega a Washington para registrar el reconocimiento a su país como la nueva superpotencia con la que desde ahora es necesario negociar y repartir el poder mundial. En tal condición, Hu y Barack Obama abordarán una agenda que abarca todos los grandes problemas internacionales y tratarán de enviar un mensaje tranquilizador, tanto en los asuntos políticos como económicos.

Casi a diario pasan por aquí, en actitud más o menos genuflexa, líderes de países amigos que necesitan apoyo o de pequeños rivales en busca de notoriedad. Pero hace muchos años que no entra en la Casa Blanca el presidente de una nación decidida a disputarle a Estados Unidos la supremacía mundial. Desde la visita del último líder de la Unión Soviética, Mijaíl Gorbachov, ha pasado ya casi un cuarto de siglo, y entonces vino para firmar unos acuerdos de desarme que anunciaban la decadencia definitiva en la que había entrado ese país.

El viaje más significativo de un líder chino fue el de Deng Xiaoping, en 1979, inolvidable, con su sombrero tejano y su paseo por la fábrica de Coca-Cola, la forma más clara de expresar la voluntad china de abrirse al mundo. Desde entonces, esa nación no ha cejado en ese empeño. Hu ya estuvo en Washington en 2006, pero en esa ocasión se sintió ofendido por el trato descortés que le dispensó George W. Bush, cuando EE UU no había decidido aún de forma clara cómo lidiar con una China amenazante y necesaria en la misma proporción.

En los años transcurridos desde esa última visita, China ha acentuado ambas características, pero EE UU se ha rendido ya -y esta visita lo demostrará- ante el hecho de convivir con esa realidad. En ese periodo, China no solo se ha convertido en el banquero de EE UU, sino que se atreve a desafiar el poder norteamericano en cualquier región del planeta.

Entre 2008 y 2010, según revela un informe del Financial Times , China ha prestado a los países en desarrollo 110.000 millones de dólares, no solo más que EE UU, sino más que el Banco Mundial, la institución, con sede en Washington, que gobierna la economía capitalista. Los principales receptores de esos créditos indican también el amplio abanico de intereses chinos: Rusia, Venezuela, Brasil, India, Ghana y Argentina.

China ha sustituido a Rusia como principal alternativa al poder estadounidense y expande su influencia a regiones históricamente reservadas a los intereses norteamericanos, como América Latina, y a otras en disputa, como África y Asia. El reciente viaje de Obama a India, escenario central de la lucha por el control asiático, fue la última demostración de que Washington no renunciará fácilmente a su posición actual. Pero la presencia de Hu en EE UU, donde estará cuatro días en los que hablará con congresistas y empresarios y en los que también se trasladará a Chicago, no tienen tanto el interés de marcar las diferencias como el de resaltar los intereses compartidos. "Ambos tenemos mucho que ganar de unas buenas relaciones y mucho que perder de la confrontación", afirma Hu en una entrevista por escrito concedida a The Washington Post y The Wall Street Journal.

El progreso de ambas naciones está, sin duda, en estos momentos asociado a su grado de entendimiento. China dispone del dinero que EE UU necesita para mover su economía y Estados Unidos -y sus aliados- aporta los mercados imprescindibles para que China crezca. Por esa razón, es probable que Obama y Hu intenten aparcar algunas diferencias sobre Corea del Norte, Irán, Taiwán o la cotización de la moneda china para potenciar el conjunto de una relación que reclama un clima de duradera estabilidad.

Los gobernantes norteamericanos detectan, además, una evolución positiva en casi todos esos asuntos. En sus contactos recientes, tanto la secretaria de Estado, Hillary Clinton, como el secretario de Defensa, Robert Gates, han percibido una mayor presión de Pekín para que Corea del Norte contenga sus amenazas nucleares y un cierto distanciamiento de Irán.

En el tema monetario, aunque en las últimas semanas se ha producido una pequeña revaluación del yuan o renminbi (los dos nombres de la moneda china), el secretario del Tesoro, Tim Geithner, sigue creyendo que está artificialmente sostenido por encima de su valor para favorecer las exportaciones chinas. Algunos cálculos estiman que si China devaluara el yuan un 20% -su verdadera cotización- el déficit comercial norteamericano, que fue el año pasado de 500.000 millones de dólares, se reduciría de inmediato en más de 100.000 millones.

El asunto más espinoso es el de los derechos humanos. Obama está sometido a una fuerte presión interna para plantearlo, mientras que el margen de maniobra de Pekín al respecto, como ha demostrado el trato dado a Liu Xiaobo, el disidente premio Nobel de la Paz, es muy reducido.

Hu Jintao admite el déficit en libertades

El presidente chino reconoce en público ante Obama que "queda mucho más por hacer" para mejorar la democracia y los derechos humanos en su país

ANTONIO CAÑO - Washington - EL PAÍS - 20/01/2011

La categórica declaración del mandatario estaba muy preparada

Hu Jintao se mostró dispuesto al diálogo "desde la base de la no interferencia"

"El ascenso de China es bueno para EE UU y para el mundo", dijo Obama

Los líderes del Congreso no fueron a la cena de gala en la Casa Blanca

Después de titubeos y dudas que le dieron tensión y emoción a un momento quizá trascendente, Hu Jintao hizo ayer en la Casa Blanca el mayor compromiso con la democracia y los derechos humanos que se haya oído jamás en público a un presidente de China. Si no es una mera treta diplomática para sortear una ocasión comprometida, este es un paso que puede resultar crucial en el proceso de reconocimiento de China como potencia mundial y de su ascenso a la categoría de líder de referencia universal.

"Continuaremos nuestro esfuerzo por mejorar la vida de los chinos y mejorar la democracia y el imperio de la ley... Hemos hecho enormes progresos en derechos humanos, como ha reconocido todo el mundo, pero aún queda mucho más por hacer", declaró Hu, quien manifestó que siempre que se ha entrevistado con el presidente norteamericano, Barack Obama, ocho veces en total, han discutido sobre los derechos humanos y que no tiene inconveniente en seguir haciéndolo, siempre que sea "desde la base de la no interferencia". Sin mencionar particularmente a Estados Unidos, añadió que, en materia de derechos humanos, había de admitir que China tiene que "aprender de otros países".

Hu aseguró que China "está comprometida y defiende la universalidad de los derechos humanos", aunque advirtió que, a la hora de juzgar sobre su cumplimiento, era necesario tener en cuenta "las diferentes circunstancias nacionales". Aludió a la historia de China, al volumen y diversidad de su población, y dio a entender que en esta materia, como en otras, las autoridades chinas avanzarán a su propio paso, atendiendo a las complejidades y necesidades de su sociedad.

La situación de los derechos humanos en China, el asunto más delicado que permanece en una relación bilateral que, por lo demás, está entrando en la era de lo que Obama definió como "amistosa competencia", había sido previamente abordado por el presidente norteamericano en una conferencia de prensa que comenzó en medio del caos y los peores augurios y concluyó como un gran acontecimiento.

Obama dijo, ante la primera pregunta de un periodista norteamericano, que aunque es necesario entender que "China es un sistema diferente, una cultura diferente, con una historia diferente también, Estados Unidos entiende los derechos humanos con una necesidad que trasciende las culturas" y como "un beneficio para todos los países del mundo, incluido China".

La pregunta del mismo periodista incluía una alusión a Hu para que contestara si creía que Estados Unidos tenía derecho a ocuparse de la situación de los derechos humanos en China. De repente, un fallo tan oportuno como inexplicable en el sistema de traducción simultáneo -no se sabe a qué parte atribuible-, generó un desorden en el que Hu evitó responder a su parte de la pregunta. No obstante, cuando volvió el turno a la prensa norteamericana -eran dos preguntas por país-, el periodista recordó que el presidente chino no había atendido la pregunta del colega que le precedió y le invitó a hacerlo.

Hu se disculpó, dijo que no había entendido que se dirigían a él y aseguró que, en ningún momento, había tratado de eludir la pregunta. Por la respuesta que dio a continuación, da la impresión de que es cierto. Hu tenía muy preparada su intervención, la hizo de forma muy categórica y aceptable hasta donde cada cual pueda juzgar

Hasta cierto punto es comprensible la confusión de Hu puesto que no se le recuerda antes su participación en ninguna otra conferencia de prensa, por lo menos ante periodistas occidentales. En esta ocasión aceptó hacerlo, bien porque quería decir lo que dijo -por razones de política interna, posiblemente- o bien porque se vio obligado por sus anfitriones norteamericanos.

Barack Obama, que se quedó sin conferencia de prensa cuando visitó Pekín en 2009, estaba ahora muy presionado para abordar de forma directa el tema de los derechos humanos. Por algo es premio Nobel de la Paz y se le supone una preocupación por el trato que el laureado en 2010, el disidente chino Liu Xiaobo, encarcelado en su país, está recibiendo.

Como ejemplo del clima que rodea la visita de Hu, los principales líderes del Congreso, tanto republicanos como demócratas, declinaron la invitación para asistir anoche a la cena de gala que ofreció la Casa Blanca en honor del ilustre invitado. Cuando se le preguntó por esa ausencia, Hu, con sorprendente sentido del humor, contestó que Obama estaba más capacitado para interpretar los gestos del Congreso de Estados Unidos.

Es difícil que este incidente, y toda la polémica sobre los derechos humanos, arruine una visita que puede ser histórica. Además de abordar de una vez ese comprometido asunto, Hu insistió en que China y Estados Unidos están "cimentando las bases de una colaboración y un desarrollo conjunto de largo plazo", desde "el respeto mutuo y el beneficio mutuo".

El presidente chino se declaró partidario de incrementar los contactos y la colaboración con Estados Unidos en todos los planos. Propuso "establecer un patrón de comunicación y diálogo al más alto nivel", intensificar y agilizar "el intercambio entre los Ejércitos" y facilitar también la relación directa entre las sociedades, "especialmente el diálogo persona a persona entre los jóvenes".

Obama, por su parte, declaró que no tienen ningún temor a que China mantenga su desarrollo durante muchos años. "El ascenso de China es bueno para Estados Unidos y bueno para el mundo", afirmó.

Obama y Hu cenaron en privado el martes, participaron en una cena oficial ayer y conversaron durante varias horas a lo largo del día. Hablaron de todos los asuntos relativos a la seguridad internacional, desde Corea del Norte al terrorismo y el cambio climático, y en todos confesaron estar básicamente de acuerdo, con leves diferencias. La visita, de cuatro días, prosigue hoy y Hu sostendrá una entrevista muy comprometida con los miembros del Congreso.

El Congreso de EE UU reprende la política comercial de Hu Jintao

La Cámara de Representantes estudia castigar a Pekín si no revalúa su divisa

Críticas de los republicanos al presidente chino por la política de un solo hijo

ANTONIO CAÑO - Washington - EL PAÍS - 20/01/2011

En un clima mucho menos amable del que encontró un día antes en la Casa Blanca, el presidente de China, Hu Jintao, recibió este jueves una dura reprimenda de parte del Congreso norteamericano, que le exigió prácticas comerciales más justas, un mayor respeto a los derechos humanos, entre los que incluyeron la condena del aborto, y una política más firme frente a Corea del Norte. Como saldo, fue un trago amargo que Hu tuvo que pasar resignadamente con el objetivo de consumar el éxito de este viaje.

Su visita al Congreso, donde se daba por descontado que Hu sería objeto de un frío recibimiento, es una prueba de que el presidente chino conoce las reglas del sistema norteamericano, su equilibrio del poder, y la necesidad de jugar de acuerdo a ellas si realmente quiere una nueva era de entendimiento con EE UU, como parece ser.

Los principales líderes del Congreso habían rechazado la invitación de Obama para acudir en la noche del miércoles a la cena de gala que el presidente ofreció a su colega. Unos alegaron desinterés por los actos sociales, otros consideraron un exceso tanta distinción a un invitado de tan dudoso historial democrático y alguno, como el líder demócrata en el Senado, Harry Reid, aludió llanamente a Hu como "un dictador".

Reid es uno de los que este jueves se vio con Hu en el Capitolio. Junto a él estuvieron sus colegas del Senado John McCain, republicano, y John Kerry, demócrata, dos especialistas en seguridad y política internacional. Hablaron, entre otras cosas, de derechos humanos y, aunque las sesiones fueron privadas, ha trascendido que el presidente chino repitió más o menos lo que había dicho el día anterior en la rueda de prensa, su aceptación de que China debía hacer más en esa materia y que estaba dispuesto a hacerlo.

Por dura que haya sido la sesión para Hu en el Senado, nada comparable a la de la Cámara de Representantes. En el Senado, en última instancia, ha conversado con políticos veteranos y expertos que saben de la trascendencia de este viaje y, aunque están obligados a hacerse eco de los recelos de la opinión pública norteamericana hacia China, entienden las reglas de la alta diplomacia.

Derechos y libertades

En la Cámara de Representantes, en cambio, tuvo que lidiar con un grupo muy ideologizado, que le planteó asuntos tan delicados como el aborto en China, y con la osadía de quien no conoce a fondo las relaciones internacionales y está más preocupado de las elecciones a las que tendrá que someterse de nuevo el año que viene. "Hemos abordado los principales desafíos, incluida la necesidad de una mayor protección de la propiedad intelectual en China y de contener el comportamiento agresivo de Corea del Norte. También hemos planteado en términos muy duros nuestra preocupación por las violaciones de los derechos humanos en China, incluida la falta de libertad religiosa y el uso coercitivo del aborto como consecuencia de la política de un solo hijo", informó el presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, por medio de un comunicado. "Los líderes chinos tienen la posibilidad de hacer mucho más sobre esos asuntos y EE UU tiene la responsabilidad de mantenerlos bajo control", añadió el líder republicano.

En la Cámara de Representantes hay varias iniciativas en marcha para castigar comercialmente a China si no procede rápidamente a la revaluación de su moneda y si no abre realmente sus mercados a los productos norteamericanos. Ninguna de esas iniciativas se ha abierto paso por ahora en el proceso legislativo, pero penden como espada de Damocles que en cualquier momento podría dar al traste con el proceso de "amistosa competencia" emprendido por Obama y Hu.

Por esa razón Hu pasó por el Capitolio y por esa razón también la Casa Blanca confía en que el presidente chino sea capaz de cumplir con las promesas hechas sobre derechos humanos. Aunque el presidente goza de amplios poderes en el manejo de la política exterior, el Congreso posee instrumentos suficientes para sabotearla si lo cree conveniente.

Hasta ahora, los síntomas apreciados tras la rueda de prensa del miércoles no son halagüeños. Las palabras de Hu sobre derechos humanos fueron ignoradas por los medios chinos.

China reivindica en EE UU su estatus de superpotencia

La gira de Hu demuestra que el reto de Pekín es más económico que ideológico

ANTONIO CAÑO - Washington - EL PAÍS - 22/01/2011

La potencia oriental es hoy la expresión suprema del triunfo del capitalismo
     
El presidente de China, Hu Jintao, concluyó ayer su viaje de cuatro días a Estados Unidos con una escala en Chicago, donde visitó una empresa china, un centro de estudios chino y una sala de exposiciones china. Era, en parte, un reconocimiento al alcalde de esa ciudad, Richard Daley, que ha visitado China todos los años de su último mandato y ha conseguido atraer a medio centenar de industrias chinas. Pero ningún éxito es más destacable que el funcionamiento del Instituto Confucio de Chicago, donde -¡olviden el Liceo Francés y el Instituto Británico!- miles de jóvenes norteamericanos están aprendiendo chino.

Una de las hijas de Barack y Michelle Obama, Sasha, ha avanzado tanto en su conocimiento del chino que, pese a tener solo nueve años, ya pudo intercambiar unas frases con el propio Hu cuando este acudió el miércoles a la cena de gala con la que se le obsequió en la Casa Blanca.

Si alguien duda aún de la penetración de China en Estados Unidos es que no ha estado nunca en este país, que no solamente cuenta con China como su principal financiador sino que depende de los productos baratos fabricados en China para mantener su calidad de vida. En otras palabras, China es ya, indiscutiblemente, un sostén imprescindible del sueño americano.

Algunos ven eso como una gran amenaza, entre ellos los sindicatos, impermeables a la modernidad, y la extrema derecha populista -el comentarista radiofónico Rush Limbaugh se ha burlado de Hu imitando su acento en grosera ridiculización-. Otros lo ven, en cambio, como una gran oportunidad, principalmente los emprendedores, que miran a China como la nueva frontera. Ayer mismo, el presidente de Caterpillar, que vende 2.000 millones de dólares (unos 1.500 millones de euros) en productos en China y cuenta allí con unos 8.000 trabajadores, pidió al Gobierno resolver todos los asuntos pendientes con Pekín, desde el valor de la moneda a las reglas comerciales, "con carácter de máxima urgencia".

El viaje de Hu ha sido, por tanto, un gran éxito desde el punto de vista chino, en la medida en que ha ayudado a comprender a la sociedad norteamericana la necesidad urgente de acomodarse a la existencia de otra superpotencia. Desde el punto de vista de Estados Unidos también destacan los aspectos positivos de la visita sobre los negativos: Hu ha exhibido una retórica esperanzadora sobre derechos humanos y ha dejado clara, sobre todo con su presencia ante el Congreso, la voluntad de su país de que, al menos en esta fase, este nuevo mundo bipolar progrese en paz.

Los dos países van a necesitar un periodo de adaptación que no será fácil. En cuanto a China, tendrá que aprender que el reconocimiento como gran potencia acarrea responsabilidades de gran potencia, en un mundo que no tolera la censura de Google y que gana en transparencia, intercomunicación y derechos que a menudo se contradicen con el modelo y la tradición china.

EE UU tiene más práctica en el trato con un contendiente de similar peso, pero nunca -el caso de Japón es diferente- había competido con otro gigante capitalista. China es hoy la expresión suprema del triunfo del capitalismo. Es el mayor prestamista del mundo, por encima del Banco Mundial. Ni EE UU ni sus aliados europeos, grandes abanderados de la causa del capitalismo como promotor de la libertad, pueden ahora negarle a China el rumbo que el desarrollo del capitalismo impone: su expansión.

Obama dijo en la conferencia de prensa de esta semana que "el avance de China es bueno para EE UU y para el mundo". Es una afirmación discutible desde la perspectiva de algunos valores éticos. No la compartirían, por ejemplo, el premio Nobel de la Paz, Liu Xiaobo o el Dalai Lama. Pero de lo que no hay duda es de que el avance de China, la expansión del capitalismo chino, es inevitable porque la supervivencia del modelo depende de ello. China no ha llegado a América Latina para expandir su ideología sino sus mercados. No está en buenos términos con Irán porque simpatiza con su régimen sino porque necesita su petróleo. Exactamente igual que EE UU con Arabia Saudí. Y, probablemente, se despegará de Corea del Norte porque prefiere una península consumista -no comunista- en Corea. Las reglas del capitalismo.

- Tres interessants articles d’opinió sobre el tema:

Los Estados Unidos y su banquero

Josep Oliver Alonso catedrático de Economía Aplicada (UAB) - EL PERIÓDICO - 20/01/2011

Hu Jintao visita Norteamérica como un financiero preocupado por sus préstamos y como un industrial que va a ver un cliente

La visita del presidente chino, Hu Jintao, en los EE UU vuelve a poner de relevo hasta qué punto del siglo XXI, este ya es el siglo de Asia y, en particular, de la China. Para intentar calmar la inquietud que el avance chino ha generado, se argumenta que queda lejos de los EE UU, en inventiva y en iniciativa individual. No sé hasta qué punto esto es relevante o hasta qué punto es una piadosa mentira para esquivar la dura realidad de la emergencia china. En todo caso, algunas cifras, simplemente, nos dejan atónitos. Por ejemplo, sus reservas. La China disponía, en 2000, de unos 100.000 millones de dólares, que se han transformado, el 2010, en 2,8 billones, el país con más reservas mundiales, de las cuales unos 800.000 millones son activos financieros norteamericanos.

O su consumo energético. Ya es el primer país consumidor del mundo, y su demanda se encuentra detrás de la aparente imposibilidad que el petróleo devuelva a valores del entorno a los 20 dólares/barril, como teníamos no hace tanto. O su demanda de materias primeras, alimentarías y no alimentarías, de las cuales consume alrededor del 35% mundial.

Y también su producción automovilística, que es la primera del mundo, o la matriculación de vehículos, que también ha superado a los EE UU. Y, lógicamente, son los primeros en teléfonos móviles o en internautas, con más de 400 millones. O en trenes de alta velocidad, por cierto ya producidos con tecnología propia. O en número de ingenieros por año, en que superan largamente el de los EE UU.

Primer país exportador del planeta (delante de Alemania y el Japón), segunda economía del mundo, con expectativas de superar la de los Estados Unidos en aproximadamente unos 15 años... No cabe continuar.

Además, sus expectativas, si conjura los riesgos del excesivo crecimiento actual, que apuntan a la continuidad de la expansión, con una mano de obra cada vez más formada y unos resultados educativos que en algunas ciudades se sitúan entre los mejores del mundo. ¿Casualidad? En absoluto. El otro día The Wall Street Journal destacaba el papel de las madres chinas, de su exigencia y de las positivas consecuencias sobre la formación de sus hijos y sobre los resultados de unas madres más severas que las norteamericanas. Con menos romances sobre el goce en el proceso educativo y más preocupadas para garantizar un buen futuro de su progenie.

La casa por la ventana

En este nuevo contexto, ¿cómo se tiene que situar la visita de Hu? Primero, como la del banquero preocupado por el préstamo que ha concedido a una familia demasiada rumbosa, que no se está ajustando a sus recursos. La China está inquieta tanto por los 800.000 millones de dólares de sus reservas, de los cuales temen que pierdan valor si los EEUU continúan echando la casa por la ventana, como de la inestabilidad que podría generar una caída excesiva del dólar. La China quiere tranquilidad, esencial para un crecimiento basado en la industria y la exportación. Y los EE UU no acaban de ayudar. Por eso, lidera una iniciativa que, en el plazo de 15/20 años, tendría que sustituir el dólar como moneda básica del sistema de pagos internacionales. Y esto no a expensas de reevaluar en exceso su propia divisa, por más que el Congreso americano se enfurezca. La visita, además, también es la que se hace a un cliente preferente, enfadado por algunos problemas en la relación bilateral. Pero, como sostenía un editorial del Financial Times hace unos años, no parece mucha buena política hacer enfadar a tu banquero. En especial si, como es el caso, continúas necesitando crédito.

Quizás, en el futuro, estos días permitirán señalar el punto de no regreso en que hemos entrado. Cómo afirmó un célebre filósofo americano, el que ha resultado anormal han sido los 200 años de dominio planetario europeo. Con la emergencia de la China, el orden mundial vuelve al Asia, donde siempre ha sido el grueso de su población. Y América difícilmente puede oponerse a la marea gravitatoria que ha desplazado el centro del mundo al Extremo Oriente. Por eso no tiene más remedio que, tanto si le gusta como si no, adaptarse a la nueva realidad. Y de esto trata el viaje de Hu.       

Abrazos y codazos

LLUÍS BASSETS - EL PAÍS - 20/01/2011

No hay mapas para orientarse en la relación entre EE UU y China; casi todo está por descubrir

Nos dirigimos a toda velocidad hacia los paisajes desconocidos de un mundo distinto pero no tenemos mapa de carreteras para llegar al destino. No sabemos cómo se llega ni qué hay allí. Sí sabemos algo: este siglo en el que ya estamos instalados pertenece por el momento a dos grandes países, que ahora ya abarcan un tercio de la economía mundial y una cuarta parte de su población. Pero poco podemos decir de cómo será la relación entre las dos superpotencias y de ambas con el resto del mundo. La única referencia, que viene de la guerra fría, no vale, aunque algunos, en Pekín y en Washington, se empeñen en utilizarla.

Nunca una relación bilateral entre dos naciones ha sido tan crucial para todos. Contar con la hoja de ruta hacia este futuro con dos superpotencias no es un problema que deba preocupar únicamente a chinos y estadounidenses. Hasta el momento hemos contado con teorías para todos los gustos: un país doble, transpacífico, de nombre Chimérica, según la imaginación ya superada del historiador Nial Ferguson; un G-2, reducción drástica de la gobernanza económica mundial del G-20; o ahora, los tambores reticentes que anuncian esta nueva guerra fría y un mundo tensado por una nueva bipolaridad.

El ascenso chino parece distinto al de cualquier otra superpotencia en la historia. Desde Pekín se insiste en que será pacífico y se recuerda la tradición de una política exterior fundada en la buena vecindad y no en la expansión. No lo ven así muchos países asiáticos, que recelan cada vez más del gigante que crece a sus puertas. Estados Unidos también ascendió de forma relativamente pacífica (véase la guerra con España por Cuba y Filipinas) hasta que rompió el perímetro americano de su influencia y se convirtió en un imperio y la mayor superpotencia militar de la historia.

No sirve como término comparativo el de la Unión Soviética. A diferencia del peculiar capitalismo dirigido chino, la economía soviética fue un fracaso espectacular y nunca jugó papel alguno en relación a las economías occidentales. China tiene una aproximación pragmática y nada ideológica a sus relaciones exteriores, sin voluntad proselitista, ciñéndose meramente a la defensa de sus intereses. Pero sigue siendo un país totalitario, sometido a la férula del partido único, sin libertades públicas, sin pluralismo y sin Estado de derecho.

La visita de Hu Jintao a Washington es un buen momento para avistar este futuro. Su preparación nos ha ofrecido uno de los mayores despliegues de discursos y artículos de las voces más autorizadas en política internacional, tanto de la Administración norteamericana como de sus think tanks. En los días inmediatamente anteriores, tres miembros del Gobierno han echado presión sobre China: Hillary Clinton respecto a los derechos humanos, Robert Gates respecto al desarrollo militar y Timothy Geithner sobre el yuan y la competencia desleal que sufren las compañías extranjeras.

El ex secretario de Estado Henry Kissinger, pionero de la apertura hacia Pekín, ha apostado abiertamente por "la construcción de un orden mundial emergente como una empresa conjunta", a través de "una comunidad pacífica" que organice el siglo XXI lejos de cualquier política de bloques, con mecanismos de consulta en todos los ámbitos, la elaboración de objetivos a largo plazo y la coordinación de posiciones en las conferencias internacionales.

El filósofo del fin de la Historia, Francis Fukuyama, ha advertido, sobre las ventajas del sistema político chino para tomar "con gran rapidez decisiones de amplio alcance y complejidad con relativa eficacia, sobre todo en el terreno económico", en abierto contraste con "la polarización y la rigidez ideológica" del sistema norteamericano, inquietante observación aplicable al conjunto de los países occidentales. La idea de un modelo chino atractivo refuerza la imprescindible inclusión de una exigente política de derechos humanos en la agenda de las relaciones internacionales de EE UU y de la Unión Europea, algo que no únicamente afecta a China.

Quien mejor ha descrito este reto ha sido Li Xiaorong, uno de los disidentes que Obama quiso recibir en los preparativos del viaje, en un artículo publicado por la New York Review of Books: "EE UU debe predicar con el ejemplo. Debe tener un efecto en los cambios positivos en China y en todo el mundo por su respeto a los derechos humanos y su reforzamiento de la democracia en casa y su liderazgo global en el fomento de los derechos humanos como principio conductor de su política exterior. Cuando EE UU elimina la tortura, protege la prensa libre o pone la asistencia sanitaria al alcance de todos, quienes promueven los derechos humanos y se expresan contra los abusos en ambientes hostiles pueden mantener la cabeza bien alta y continuar el difícil combate que sostienen con grandes riesgos personales".

Para este viaje con China hacia lo desconocido no sirven solo los hombres de negocios; se necesitará cada vez más a los militantes de los derechos humanos.

Brindis con fondo de jazz

FRANCISCO G. BASTERRA - EL PAÍS - 22/01/2011

Pekín habla ya de tú a tú a EE UU. Es su principal banquero. Escucha inmóvil sus peticiones      

Jazz de fondo en vivo, cena de gala y pompa, brillan las arañas de luz sobre las mesas de la Casa Blanca. El presidente Obama, que acaba de superar el ecuador de su mandato, honra en la Casa Blanca al máximo líder chino, Hu Jintao. El premio nobel de la Paz 2009 sienta a su mesa al secretario general del Partido Comunista de China, carcelero del premio nobel de la Paz 2010, Liu Xiaobo. Hu y Barack comparten la mesa central con Henry Kissinger, 88 años, artífice junto con Nixon hace más de tres décadas del deshielo de las relaciones entre Estados Unidos y China. Barbara Streisand, la actriz de la que Hu se declara fan, también está en la mesa principal: "creo que porque fui camarera en un restaurante chino". Se escenifica la entrada de China en la liga de los supergrandes. Kissinger comenta que a China hay que aceptarla tal como es. A los brindis, Obama levanta su copa y dice que, pese a las diferencias, EE UU y China comparten la reverencia por la familia, el trabajo duro y el deseo de dar a nuestros hijos una vida mejor. Hu asiente satisfecho porque cree que su mensaje ha sido aceptado: EE UU y China deben respetar el sistema de valores del otro. Ha escuchado de Obama que EE UU no quiere bloquear la emergencia de China como superpotencia y ha prometido que su ascenso será pacífico.

Hu Jintao ya está de retirada. En 2012 una nueva generación de líderes ya designada ocupará el poder en Pekín. Con su visita de estado a Washington estabiliza la difícil relación con EE UU, y despeja el peligro de una confrontación, impensable por la telaraña de interdependencia tejida entre EE UU y China al amparo de la globalización. Hu ha encajado las críticas explícitas por la represión de los derechos humanos. Tenía la respuesta preparada y escrita. "China necesita todavía hacer mucho en términos de derechos humanos". Estas palabras, que fueron la noticia en occidente, no llegaron a la población china. El principal informativo del país, a las siete de la tarde en CCTV, las silenció. Cuando el presidente chino habla de derechos humanos se refiere en realidad a la mejora de la calidad de vida y al esfuerzo, todavía inacabado, por sacar de la pobreza a cientos de millones de habitantes. Y a realizar esta operación con estabilidad y cohesión social, manteniendo el orden. No está pensando en elecciones libres o separación de poderes. El crecimiento portentoso de China, aguanta un sólido 10%, legitima su modelo autocrático y concede credibilidad exterior a un sistema que incluso puede exportar.

China habla ya de tú a tú a EE UU. Es su principal banquero. Escucha inmóvil las peticiones de Washington de que revalúe el yuan para reequilibrar una balanza comercial muy deficitaria (exporta cinco veces menos de lo que importa de China). Hu se ha permitido poner en duda el papel del dólar como divisa de referencia. Reta a Washington en el Pacífico, hasta ahora considerado un océano norteamericano, y construye una "cadena de perlas", con puertos en el Índico, desde el Golfo Pérsico hasta el estrecho de Malaca, para proteger la llegada de sus importaciones masivas de petróleo. Obama sabe que China es además un elemento de política doméstica con influencia electoral: sus ciudadanos culpan a China de la pérdida de puestos de trabajo en EE UU. Tiene que pelear con un Congreso con mayoría republicana, más proteccionista. Obama ha obtenido con la visita de Hu el compromiso de la compra por China de 200 aviones Boeing y otros productos norteamericanos por valor de 33.000 millones de euros. El 47% de los estadounidenses cita a China, equivocadamente, como el primer poder económico mundial, frente al 31% que dice que es EE UU, según un sondeo de Pew. Reaparece la idea del declinar del país. América en declive. Esta vez es verdad, titula en su última portada la revista Foreign Policy.

Asistimos, 30 años después, el triunfo de Deng Xiaoping, "el hombre con el cerebro redondo y cabeza cuadrada", como le definía Mao. El artífice del desarrollo económico y modernización de China, el socialismo con peculiaridades chinas. Un capitalismo de mercado con fuerte presencia del Estado, todavía se rige por planes quinquenales, sin democracia política. Hasta hace muy poco, China practicaba la filosofía de humildad de Deng: protejámonos tras nuestro subdesarrollo, "no portar la bandera ni encabezar la ola". Ya no es necesario esconderse. China ya ha llegado. Con un modelo triunfante en lo económico sin la homologación política de la democracia. ¿Hasta cuándo? Apasionante siglo sin dueño el XXI, que podría acabar siendo el siglo de algún otro.