miércoles, 1 de diciembre de 2010

Algunas consecuencias del 28-N

Diferents articles d’opinió i d’anàlisis polítics, alguns d’ells crítics amb el PSC (per a mi no els invalida), relacionats amb el resultat electoral del 28 novembre, que la seva lectura fa reflexionar i dóna visions practiques de la realitat sociopolítica de Catalunya, des de l’esquerra que liderem els socialistes.

Facilitar la investidura y reordenar la casa

El PSC debe mostrar que los principios del partido permiten la convivencia en la pluralidad

JOAN MAJÓ, es ingeniero y fue ministro de Industria - EL PAÍS - 30/11/2010

Las previsiones ya son la realidad. Es el momento de los balances. Por mi parte, adelanto dos constataciones de pasado y dos reflexiones de futuro.

La primera va dedicada al Gobierno saliente. Creo que se puede afirmar que ha sido muchísimo mejor la "obra de Gobierno" que la "fórmula de Gobierno". Se puede hacer un balance muy positivo de las actuaciones gubernamentales de estos siete años en muchas de las áreas, tanto legislativas como administrativas. Invito a quien quiera a comparar con datos y cifras en la mano (cosa que como de costumbre no se ha hecho en la campaña, que parece que sea para otra cosa) este periodo con los anteriores, y podrá comprobar esta afirmación.

Al mismo tiempo coincido con muchos en que no se puede juzgar como un éxito la fórmula del tripartito, cuya imagen externa y cuyos ruidos internos han ocultado el balance del que acabo de hablar. En Cataluña y en España hay poca tradición en Gobiernos de coalición, y el intento de poner a gobernar juntos a partidos con cultura de Gobierno con otros con cultura de oposición ha dado un mal resultado. En todo caso, creo que el tripartito ha merecido un castigo, parte del cual corresponde al PSC, y también, aunque no lo haya merecido tanto, al president Montilla. Este, de forma muy honrosa, ha asumido ya la responsabilidad. Es interesante y preocupante a la vez, pensar que el tripartito ha acabado con todos sus líderes (Carod-Rovira, Maragall, Saura y Montilla) con la única excepción, de momento, de Joan Puigcercós.

La segunda, para CiU. En una situación de crisis, lo rentable es centrar el discurso en los problemas del presente atribuyéndolos al Gobierno, más que en las propuestas propias para el futuro. La crudeza de la realidad, la exageración de los problemas, la reciente e inestimable colaboración del Tribunal Constitucional con la complicidad del PP y la pasividad del PSOE, y sobre todo la insistencia en la evidente necesidad de un cambio ha sido utilizada inteligentemente y ha sido premiada por los ciudadanos. ¡Enhorabuena! Era un guión previsible. Felipe González ya lo experimentó en 1982.

¿Qué debe hacer el PSC después de la derrota? En primer lugar, pensar qué le conviene al país. Cataluña necesita un Gobierno que pueda gobernar, y que tanto en la salida de la crisis como en el planteamiento de las relaciones con España, lleve a cabo una actuación valiente, centrada en el sentimiento mayoritario de los ciudadanos de Cataluña. Las posiciones de CiU y del PSC en estos dos temas están relativamente cercanas. Aunque hay diferencias de fondo, no están tan alejadas como puedan estarlo las de aquellos que se centran en el españolismo o en el independentismo.

Yo creo que el PSC debería facilitar la investidura de Artur Mas, evitar un Gobierno condicionado por posiciones extremas (de uno u otro costado) que lo paralicen y, sin entrar en el Gobierno, acordar una estrategia conjunta en temas clave.

Es la hora de la generosidad de unos, de la responsabilidad de otros y de los intereses del país, para todos.

En segundo lugar, pensar en su futuro. El PSC debe recuperar el papel que durante varias décadas ha jugado, y que tan positivo ha sido para el partido y para Cataluña.

El PSC ha dicho, creo que con bastante razón, que es el partido que mejor refleja la compleja y plural realidad de los ciudadanos de este país. Para ello debe ser, y mostrar externamente que lo es, un partido basado en algunos principios que permitan la convivencia en la pluralidad. Un valiente y profundo catalanismo que reivindique el crecimiento del autogobierno y la corrección del maltrato fiscal, pero sin exageraciones independentistas ni antiespañolismo. Una inequívoca línea socialdemócrata, que sitúe en un mismo nivel libertad y equidad, pero lejos de un izquierdismo arcaico y de la aceptación callada de las injusticias económicas. Una fuerte reivindicación de la soberanía del PSC en el ámbito español, colaborador pero claramente independiente. Y una decidida política de combate contra la corrupción política en todos sus aspectos, sean o no delictivos.

Para un partido así es peligroso hacer camino conjunto con grupos anticatalanes o con organizaciones independentistas. Si lo hace, habrá una parte de la gente que convive en él, que lo castigará, como la historia ha puesto de manifiesto. Si acierta a mantener estos equilibrios, difíciles evidentemente, recogerá un voto mayoritario en Cataluña y volverá a ser el partido de la centralidad, porque esta es la centralidad sociológica del país.

Bienvenida la reflexión interna anunciada por José Montilla. Que no se interrumpa a medio hacer, a pesar de que sea difícil y dolorosa....

Lo urgente y lo importante

JOAN SUBIRATS, es director del Instituto de Gobierno y Políticas Públicas de la UAB - EL PAÍS - 30/11/2010

En las organizaciones es habitual quejarse de que lo urgente no deja tiempo ni espacio para lo verdaderamente importante. Los socialistas tienen ahora la urgencia de calibrar las razones del desastre y preparar en menos de seis meses las, para ellos, importantísimas elecciones municipales. Pero, deberían poder hacerlo sin perder de vista lo importante: repensarse como partido con vocación de gobierno en Cataluña y repensar qué quiere decir ser socialdemócrata en Cataluña y en Europa hoy día.

Es probable que, como ocurre a menudo, lo urgente no permita abordar lo importante tal y como sería necesario. Y las cosas urgentes son muchas. En pocos días han de despejarse las dudas que aún existen sobre las candidaturas socialistas en sitios tan significativos como Barcelona. Urgente es para el PSC saber si el correctivo que le infligieron sus votantes en el área y región metropolitana es solo un aviso o puede convertirse en algo más estructural y permanente. Si en mayo se confirma el ahora evidente trasvase de votos socialistas hacia candidaturas del PP, de Cs o de PxC, las cosas podrían torcerse y mucho en los actuales feudos del PSC y puede incluso peligrar la codiciada Diputación de Barcelona. Es asimismo urgente encontrar una nueva narrativa en la que encuadrar las candidaturas municipales socialistas. No bastará con hablar de lo ya realizado. La gente espera encontrar candidaturas renovadas, que den respuestas a sus inquietudes y recelos. Si no encuentran lo que buscan, apostarán por aquellos que al menos ofrecen seguridad y mano dura.

Y eso nos lleva a lo importante. El PSC es hoy día una formación política ambigua en el tema del autogobierno, y al mismo tiempo mantiene una perspectiva socialdemócrata tradicional tanto en sus dirigentes como en lo que respecta a las relaciones entre poderes públicos, mercado y ciudadanía. En ambos terrenos necesita reflexión y reformulación. El catalanismo como posición política ya no le sirve. Por un lado, no ha conseguido retener votos en relación a CiU, y por otra parte ha tenido sangrías importantes en su flanco menos nacionalista. CiU es hoy más precisa en su posición: o más autogobierno y autonomía fiscal, o más independentismo, y se ha ido colocando claramente en la franja conservadora y liberal, modernizando sus alternativas. Si el PSC quiere convencer a alguien en Cataluña con lo del federalismo, ha de conseguir ante todo que se lo crean en el PSOE, y no parece que por ese lado la cosa vaya bien. Por otro lado, no puede seguir con discursos estatocéntricos, desarrollistas y de mera gestión de los desmanes del mercado. Si quiere contentar a todo el mundo, manteniendo ambigüedades y pensando que qui dia passa, any empeny, el declive seguirá de manera imparable. Parece que no sea urgente, pero es sin duda importante saber cuál es el papel de un partido como el PSC en una sociedad crecientemente digital, celosa de su creciente autonomía individual y al mismo tiempo ansiosa por mantener equidad y proyectos colectivos.

La debacle

JOSEP RAMONEDA - EL PAÍS - 30/11/2010

De lo ocurrido en las elecciones catalanas, lo único realmente novedoso ha sido el hundimiento del PSC. CiU vuelve a la hegemonía en el parlamento catalán, como tantas veces. Esquerra Republicana sigue instalada en la inestabilidad permanente. El PP repunta cuando crecen sus opciones en España. Iniciativa conserva su nicho tradicional. Lo que no había ocurrido nunca es que el PSC bajara de los treinta diputados y del 20 por ciento de votos. ¿Qué va a pasar con el PSC?

La volatilidad del voto del PSC de las generales a las autonómicas es proverbial. Tan solo hace dos años obtuvo un millón seiscientos mil votos en las elecciones generales. Ahora no ha llegado a los seiscientos mil. La dirección del PSC se equivocaría si se escudara en estos datos para no hacer los cambios profundos que el partido necesita. No es una derrota, es una debacle. Un hundimiento, de estas dimensiones, de un gobierno saliente sólo tiene un precedente en la democracia española: el descalabro de UCD en 1982. El PSC ha de afrontar una crisis de identidad.

Montilla ha optado por la dignidad: no repetirá como primer secretario, ni seguirá como parlamentario. Con el tiempo, parece que tenían razón los que pensaban que el segundo tripartito fue un error estratégico. El primero era inevitable y deseable: la izquierda catalana no podía dejar pasar la oportunidad. El segundo, con el PSC y con Esquerra debilitados en votos y en liderazgo, puede haber sido un error de las dimensiones del que cometieron los socialistas en 1980, al rechazar la coalición que Pujol les propuso. Aquel error lo pagaron durante veintitrés años, ¿cuánto tiempo pagarán éste?

Tradicionalmente el statu quo catalán pasaba por la hegemonía autonómica convergente y la municipal socialista. Los resultados de ahora, auguran que, si no hay un gran revulsivo por el camino, en mayo la crisis del PSC puede ser definitiva. ¿Está en condiciones el PSC de hacer un congreso en enero que marque el rumbo ideológico y político del que carece? En las actuales circunstancias de crisis de la izquierda no es fácil y menos en un partido que había hecho del pragmatismo su bandera, creyendo que se podía gobernar sin palabras ni ideas. Y desde luego si la lectura que el PSC hace de su crisis es la que insinuó en la campaña electoral: que su error ha sido alejarse del españolismo y que hay que reforzar la alianza con el PSOE, entonces será difícil que la crisis del PSC no conduzca a una remodelación del espacio de izquierdas con la aparición de una opción socialdemócrata marcadamente catalanista. Basta un dato: el número de votos que pierde el PSC en las comarcas barcelonesas se corresponde casi matemáticamente con los que gana CiU en esta misma zona.

CiU se hace con la centralidad política en Cataluña, recibiendo más voto que nunca del centro izquierda. Artur Mas alcanza por fin la presidencia de la Generalitat, con una cómoda situación parlamentaria, pero una difícil situación ambiental: la crisis económica y la presión del soberanismo le obligarán a hacer filigranas para no defraudar al amplio electorado que le ha elegido. A los ínclitos mercados no les gusta el ruido identitario. La nueva CiU es diferente porque Cataluña también es distinta de hace siete años. Paradójicamente, CiU se ha adaptado mejor al nuevo escenario que los tres partidos que cambiaron las coordenadas del campo.

Divide y vencerás

La división del independentismo en tres ha resultado nefasta

JORDI MATAS DALMASES, es catedrático de Ciencia Política de la UB - EL PAÍS - 30/11/2010

Los resultados electorales confirman que la división del independentismo en tres candidaturas ha resultado nefasta para mantener una representación parlamentaria favorable a la independencia de Cataluña. El independentismo de izquierdas de ERC ha perdido la mitad de sus votos, ha reducido a más de la mitad su representación parlamentaria, se ha convertido en la quinta fuerza política catalana y ha sido víctima de un gobierno tripartito que no ha dado respuestas a las principales reivindicaciones del electorado republicano. El independentismo populista de Solidaritat Catalana per la Independència ha sido capaz de conseguir cuatro diputados, uno por cada mes de existencia, gracias a la personalidad de su líder y a un discurso independentista utópico. El independentismo transversal de Reagrupament Independentista, con sólo 40.000 votos, no ha conseguido aunar ni a los ex votantes de ERC más decepcionados ni a los partidarios de conseguir la independencia por la vía rápida. La jornada electoral de ayer confirma, por lo tanto, que los catalanes partidarios de la independencia, que nunca han sido tantos según las encuestas, han tenido un comportamiento electoral muy distinto y que los hijos de la pedagogía independentista de ERC se han emancipado y tienen nuevos referentes políticos.

La heterogénea fragmentación parlamentaria facilita que CiU gobierne a través de pactos ad hoc con distintas fuerzas políticas, imposibilita una acción de oposición parlamentaria unitaria y reduce la posibilidad de que ERC se convierta en fuerza decisiva. Así, a pesar de que ERC (junto con el PP) haya conseguido, como en las elecciones de 1995 y de 1999, los diputados necesarios para poder sumar con CiU la mayoría absoluta de los escaños, el nuevo gobierno nacionalista no tendrá dificultades para negociar votos favorables y abstenciones para impulsar sus políticas. La única alternativa para tener fuerza es sumar los distintos modelos independentistas (de izquierda, populista y transversal) y recuperar el independentismo oculto que ahora está en el armario de CiU o esperar que algún día salga a la luz.

Ganó el antitripartito

JOAN B. CULLA I CLARÀ - EL PAÍS - 30/11/2010

No es por regatearle valor a la nítida victoria de Artur Mas, pero creo que el escrutinio del pasado domingo refleja ante todo un hartazgo masivo y transversal frente al segundo Gobierno tripartito. Los electores de horizonte nacional-español lo expresaron votando al PP, unos cuantos a Ciutadans y muchos absteniéndose. Los electores de horizonte nacional-catalán mostraron su deseo de pasar página votando sobre todo a CiU, lo que en muchos casos -hasta 250.000- suponía un retorno a casa tras siete años de flirtear con Esquerra Republicana.

El merito de Convergència i Unió ha consistido en estar ahí, presta a acogerles con los brazos abiertos y sin reproches. Los estrategas de la formula tripartito creyeron desde 2003 que la formación nacionalista era un tinglado caciquil y clientelar sin alma, incapaz de resistir una legislatura -menos todavía dos- en las intemperies de la oposición, con apenas el Ayuntamiento de Sant Cugat y poco más para guarecerse. Con ese desprecio tan propio de cierta izquierda dogmática hacia una sigla de botiguers, menestrales y sardanistas, una fuerza sin doctrina definida y, además, huérfana de su Moisés fundacional, las eminencias grises de ERC y PSC especularon con el divorcio entre Unió y Convergència, y con la desbandada de esta última, que permitiría engordar las propias filas e imponer definitivamente el eje izquierda-derecha como parteaguas básico del mapa político catalán.   

Pero ha sucedido más bien lo contrario. El tripartito quiso hacer gestión sin sentimientos ni discurso, y encima le salió una gestión con capítulos desastrosos, enturbiada al final por el azote de la crisis. CiU -que, caricaturas aparte, responde a realidades socioculturales profundas, como los anteriores partidos centrales en la historia del catalanismo- aguantó de forma berroqueña y, de un año o dos a parte, solo tuvo que estar ahí para aparecer como alternativa seria y solvente al desbarajuste del ménaje à trois PSC-ERC-ICV. Ello explica que, tras una campaña nada estridente, casi hipocalórica, Artur Mas consiguiera anteayer sin despeinarse una victoria cómoda merced a la cual podrá gobernar en solitario. Esto será lo difícil: gobernar, con la que está cayendo.